Y sin duda el definitivo. Michael, el creador de esta ilustración ha captado a la perfección la esencia de mis personajes y los ha dibujado de una manera maravillosa. Son tal y como siempre los he imaginado. Ya solo me queda agradecerle de corazón este detalle.
Aprovechando la ocasión os invito a conocer su blog : http://losjardinesdebardolin.blogspot.com.es/
Ahí publica su relato, Los Jardines de Bardolín, y lo hace de maravilla. Es un gusto leer sus escritos. Un abrazo.
lunes, 28 de julio de 2014
viernes, 25 de julio de 2014
10. Camino al infierno
Aquella noche, a pesar del
susto, todos durmieron a pierna suelta en la casa de la anciana de cabellos
grisáceos, a excepción de Kit que seguía practicando en la cocina, esta vez
solo. Estaba agotado, pero no podía parar, no quería.
<<
Como no, una vez más, el monje se halla en problemas>> Era la voz de
Bastian resonando en su cabeza lo que le forzaba a seguir en la cocina, concentrando
energía como un loco, inundado por la cólera. Le había hecho sentir inútil, y
eso no lo permitiría, lucharía todo lo que hiciese falta para no volver a tener
que ser rescatado por nadie, nunca.
A penas le
quedaba energía en el cuerpo de tanto proyectar y des proyectar su aura de un
lado a otro, y según fueron pasando las horas, su cuerpo, ya agotado, cayó
dormido al suelo, descansando sobre los fríos azulejos de la cocina.
Soñó con la
guillotina, con su afilada cuchilla cayendo sobre su cuello, vio su sangre
derramándose, formando una cascada oscura proveniente del orificio donde había
descansado su cuello. La gente aplaudía, como si hubiese visto algo digno de
admiración y elogios, como si se encontrasen en un viejo templo lleno de
cuadros pintados por algún sacerdote digno de admirar. Sintió terror ante el
horrible sabor que le dejaba aquello en la boca, una especie de sabor amargo, eso
era lo que le producía sentir como la gente comenzaba a asilvestrarse. Supuso
que era lo que sucedía cuando todo a tu alrededor es diabólico y desagradable,
acabas haciéndote a ese hábitat hostil, convirtiéndote en una hiena más. Convirtiéndote
en aquello que siempre odiaste. Es precisamente aquello lo que le había
sucedido a la anciana de cabellos oscuros que les había intentado asesinar,
había visto a su hijo morir en manos de alguien sanguinario, y por rencor, por
no desasirse del sentimiento que esto le producía, había acabado siendo tan
sanguinaria como el propio asesino de su hijo, siendo lo que odia, y odiando
por dentro lo que es. Debía de ser una sensación espantosa, imaginó.
Sus
pensamientos se interrumpieron cuando unos ojos aparecieron en su sueño, unos
ojos muy familiares, azules como el cielo, furiosos como el mismísimo océano en
un día de resaca, y profundos, como las profundidades de este. Sabía
perfectamente de quien eran dueño, Bastian. Sintió como estos se acercaban más
y más a él, como si pretendiesen tragarle, dejando que se ahogase en ellos. Kit
corría por una colina, huyendo de estos, pero finalmente estos le atraparon, engulléndole
como si fuesen dos serpientes pitones hambrientas.
Se despertó
de golpe. Encontrándose de nuevo con los ojos de Bastian, pero esta vez no eran
parte de su sueño. Se tocó la cara, la tenía encharcada de agua.
-
Te
he arrojado un poco – Dijo el caballero oscuro señalando el líquido que había
en el interior del vaso de cristal que sostenía en su mano – He bajado a echar
un trago y te he visto tirado en el suelo, no parabas de gimotear, supuse que
tenías una pesadilla – El muchacho de cabellos rubios le extendió una mano con
la intención de levantarle, pero Kit la rechazó y Bastian sencillamente se
encogió de hombros, como si no le importase en absoluto su gesto, seguramente
no lo hiciese.
-
Hay
otras formas de despertar a las personas, otras formas más civilizadas quiero
decir – Kit se levantó adormilado del suelo y se tumbó en el viejo y corroído
sofá del salón, estaba lleno de flores dibujadas con mal gusto.
-
Desconozco
esas formas.
-
Entonces,
¿es así también como despiertas a Rena por las mañanas? – Bastian se giró
enarcando una ceja, dio un último sorbo a su vaso de agua y dejándolo sobre la
encimera de acero de la cocina se acercó a él.
-
Eso
no es de tu incumbencia.
-
Si
lo es. Se trata de mi amiga, quiero saber con que clase de persona duerme por
las noches – Kit le miraba con desconfianza y Bastian abrió los ojos como
platos, incrédulo.
-
¿Crees
que la quiero hacer daño? ¿Qué todo forma parte de alguna especie de plan
maléfico donde seduzco a semidiosas para saciar mis intereses ocultos? – avanzó
hacía la pared, apoyando su espalda contra ella – Valla monje, eres realmente
astuto, acabas de desmantelar mi plan – dijo sarcástico.
-
Quien
sabe, tal vez no valla tan desencaminado – Los ojos de ambos se encontraron y
cuando Kit apreció la mordaz expresión del muchacho deseó no a ver empezado
nunca aquella conversación.
-
Valla,
tienes una preciosa imagen de mí, ¿pero sabes qué? Tú a mí no me conoces, y por
lo tanto no eres nadie para juzgarme de esa manera. Puede que no haya sido nunca
un ejemplo de hombre, ni de hermano, tal vez ni siquiera de hijo o amante, pero
lo único constante en esta vida es algo llamado cambio, dime, ¿acaso yo no
tengo derecho a cambiar? ¿A rectificar mis errores?
-
Hay
errores que no pueden rectificarse- sentenció el aprendiz - ¿o acaso puedes
devolver las vidas que has quitado? – El bronceado rostro de Bastian palideció,
incluso pareció que la mandíbula se le desencajaba. Jamás nadie se había
atrevido a decirle algo así, y para su sorpresa le había resultado hiriente oír
aquellas palabras. Pues claro que no podía devolver las vidas que había
arrebatado, y hasta ahora no se había arrepentido de ninguna de ellas, tal vez
porque había preferido no darle vueltas al asunto, para evitar así cualquier
tipo de culpa que le quitase el sueño, pero después de aquello dudaba que
pudiese descansar en semanas.
El mismo era el protagonista de sus pesadillas. Yo solito me quito el
sueño, pensó, era triste, pero cierto. Sintió entonces una presión en el estómago,
y unas impresionantes ganas de llorar. Llorar por aquellos 24 años de
infelicidad que llevaba a sus espaldas, por todos los golpes que había recibido
de crio, por todos los que había dado él, y por todas las veces que su espada
había atravesado pecho ajeno, pero no lloró, encerró como pudo sus lágrimas, no
dejando que ninguna escapase de sus ojos, deshizo el nudo de su estómago y
volviendo a tener de nuevo la miraba impasible que le caracterizaba, cogió su
espada, su túnica, y salió de la casa golpeando fuertemente la puerta ante los
incrédulos ojos de Kit, que no podía creer lo que acababa de ver, había
alcanzado la fibra sensible de aquel hombre.
Por una
parte se sintió complacido al sentir que había salido victorioso en aquella
batalla verbal, pero por otra parte se sentía culpable de haber sido el
causante del dolor del muchacho de cabellos plateados. Indeciso subió las
escaleras de la casa hasta llegar a la habitación de Rena, y se acercó a ella,
despertándola, cuando esta abrió los ojos, ‘’Bastian se ha ido’’ fue todo lo
que escuchó.
Kit vio
salir corriendo a la semidiosa, corriendo hacía la salida de la casa, corriendo
por el callejón, corriendo, corriendo como una loca en busca de la persona a la
que amaba.
Bastian
andaba con la mirada perdida en el horizonte hacía una explanada que había en
Irsinia, una especie de parque lleno de árboles frondosos donde podías apoyarte
y descansar. Tuvo que salir de la casa de Agatha para tomar el aire,
traquilizarse. Tenía que hacerlo si no quería partirle la cara a Kit, porque
eso es lo que deseaba, soltarle tal puñetazo que callera de culo al suelo. Y
puede que tal vez el aprendiz llevase razón, probablemente así fuese, pero sus
palabras habían sido demasiado hirientes, incluso para alguien como él.
Respiro una
y otra vez profundamente, intentando hacer desaparecer la ansiedad que le había
provocado lo sucedido, sin éxito. Se apoyó en uno de los árboles y seguidamente
se sentó en el suelo. En la vida se había sentido así, y esperaba no tener que
volver a hacerlo en mucho tiempo.
A su
alrededor solo se escuchaban grillos, y algún otro animal que se encontraba de
caza y a esas horas de la noche el cielo estaba plagado de estrellas. Entonces
recordó algo que una noche su madre le había dicho: las estrellas años atrás
fueron personas como tú y yo Bastian, personas cuya aura al morir subió al
cielo, para iluminar nuestra Teirak en la noche, tal y como lo hacían en vida,
porque allí cariño – dijo señalando al cielo – solo están aquellas personas que
fueron buenas en vida. Las demás están bajo tierra y las pisamos con los pies
cada día.
El caballero
oscuro se estremeció al recordar aquello, ¿su alma acabaría siendo pisada por
la población teirakense?
Entonces a
lo lejos apreció una figura humana, le era familiar, pero a pesar de eso cogió
su espada con disimulo, prefería ser precavido. Cuando la figura estaba lo
suficientemente cerca como para poder reconocer su rostro, depósito de nuevo la
espada en el suelo, era Rena.
-
¿Cómo
me has encontrado?
-
Este
es el único sitio verde de Irsina, y tú siempre solías transitar por lugares
así – La semidiosa se sentó en el césped, justo enfrente de él, para poder ver
su rostro - ¿Por qué te fuiste?
-
Digamos que tuve una amistosa charla con tu
amigo el aprendiz – se silenció unos instantes antes de sincerarse con la muchacha
de ojos negros- me dejó hecho polvo –Rena acercó su mano a su rostro,
acariciándole, él comenzaba ya a habituarse a ese tipo de mimos.
-
Últimamente
Kit está un poco cascarrabias, no te preocupes, se le pasará –concluyó la
semidiosa.
-
No
es eso lo que me preocupa, lo que me preocupa es que tú pienses igual que él –
Bastian apoyaba su cabeza contra el tronco del árbol, mirando al cielo.
-
¿Y
que es eso que Kit piensa?
-
Pues
piensa que yo, soy algo así como una especie de monstruo que viene a joderte la
vida – Rena le miró con los ojos como platos, no podía creer que Kit hubiese
dicho algo así.
-
Sabes
que yo no tengo esos pensamientos en mi cabeza. Confió en ti.
-
Hasta
que dejes de hacerlo.
-
Solo
dejaré de hacerlo si tú me das razones para ello – reprochó la semidiosa,
mirándole con curiosidad. Bastian parecía muy preocupado, nunca le había visto
con esa expresión, como de lastima, lastima de sí mismo.
-
También
me reprochó las vidas que arrebaté, tiene derecho a hacerlo, pero es tan solo…
-
¿Tan
solo qué?
-
Tan
solo que nunca he caído en ellas, sencillamente prefería no pararme a pensar en
ello, pero hoy, después de ese reproche no he podido evitar pararme a pensar en
todas ellas. Tonterías mías, supongo – dijo el Joven tumbándose de espaldas en
el césped, Rena le imitó, colocándose a su lado.
-
No
son tonterías, es lo que pasa cuando te paras a pensar en tus errores, a veces
te arrepientes, otras te enorgulleces, y otras sencillamente ni te acuerdas de
cuales fueron. Tú hoy te has acordado, y como persona que eres no has podido
evitar sentir culpabilidad, eso tan solo demuestra una vez más que no eres un
monstruo.
-
Supongo
que llevas razón – dijo el muchacho pasando su brazo por debajo del cuello de
la semidiosa para que esta se apoyara en él, mientras se quedaban tumbados
mirando las estrellas.
Eran ya las
diez y media de la mañana y aun todos en aquella casa de piedra permanecían
dormidos, incluidos Rena y Bastian que habían regresado pasada la media noche.
Kit seguía tumbado en el sillón del salón, mirando al techo e intentando no
hacer ruido para no molestar a sus compañeros. Cada vez quedaba menos para
partir, quizá esa misma mañana lo hacían, y para su sorpresa no temía alejarse
de Irsinia, de echo estaba deseando llegar al castillo de Arsen, luchar por la
supervivencia y esperar a que alguien arrebatase la vida a aquel malvado ser, Arsen.
Simplemente por el hecho de quitarse la tirita de la herida de un golpe, ver
desaparecer la ansiedad que le provocaba que se acercase el momento, para poder
volver a respirar profundo.
Oyó pasos de
la planta de arriba, la madera crujía cada vez que alguien andaba, y parecía
como si el techo fuese a desplomarse. Por las escaleras apareció Rena, la
primera en despertarse después de él. Esta le saludó con un seco: buenos días
mientras cortaba un poco de pan y cogía un vaso de leche.
Él la había
dedicado también una sonrisa, la cual no fue devuelta, la semidiosa parecía
estar enfadada por algo, mejor dicho, con alguien, y Kit no tardó en
averiguarlo.
-
Fueron
preciosas las palabras que le dedicaste ayer a Bastian ¿no crees? – preguntó
mientras se sentaba en una silla de madera a beber su espumosa leche. Kit
palideció, se avecinaba bronca, en concreto bronca con Rena, cosa que no era de
su agrado, odiaba enfurecer a la muchacha.
-
Tal
vez me pasé – respondió posando sus tiernos ojos esmeralda en ella.
-
No
es que te pasases, es que aquella conversación no venía a cuento. Y si él me
conviene o no es cosa mía.
-
Lo
cierto es que los Dioses me encargaron que te cuidase y te alejase de las malas
compañías, y eso es lo que intento hacer- Rena le dedicó entonces una mirada
asesina.
-
Lo
cierto es que se me cuidar solita y Bastian no es mala compañía, es mejor de lo
que vosotros imagináis.
-
Disculpa
que me cueste creerte – Miro hacía la ventana, no porque allí hubiese algo,
sino porque no podía soportar la iracunda mirada de Rena durante tanto tiempo.
-
No
sé qué es lo que te ocurre Kit… nunca has sido así, es como si intentases
protegerme de cualquier persona que se me acercase. Eso no es algo malo, o
amenos no lo sería si no considerases que todas las personas son nocivas para
mí. No soy frágil, no sé qué es lo que tanto temes que suceda – Que te alejes
de mí para siempre, que te vallas con Bastian y no vuelva a verte, que jamás
tenga la posibilidad de estar contigo, pensó el joven de cabello castaño planteándose
hablar de sus sentimientos con ella, liberarse de una vez por todas. Y tras un
silencio, se decidió a hacerlo.
-
Lo
cierto es… - El sonido de unas pisadas bajando la escalera le interrumpió, eran
Denis, Agatha y Ali, que bajaban provocando un gran estruendo, Bastian unos
pasos más atrás bajaba silencioso y tranquilo.
Rena intentó
poner una cara alegre, a pesar de no estarlo. Hoy era el gran día, emprenderían
camino hacía el castillo de Arsen. Debían de ser silenciosos y pasar desapercibidos
si no querían ser descubiertos por los caballeros oscuros, porque en ese caso,
serían eliminados inmediatamente, pues por allí no transitaba ningún pueblerino,
lo que les haría parecer sospechosos.
-
A
llegado el día – comentó la semidiosa, los demás asintieron con las cabezas sin
decir nada al respecto, menos Agatha que sí que tenía algo decir.
-
He
decidido que yo también iré con vosotros, sé que soy una anciana, pero podría
utilizar algún que otro conjuro para ayudaros si es necesario – Rena le miraba
perpleja, estaba arriesgando su aura por ellos.
-
Me
parece peligroso llevarte allí Agatha. Correrías peligro – dijo la semidiosa.
-
Más
peligro corrí ayer, cuando casi muero decapitada, y aquí sigo, todos visteis lo
que soy capaz de hacer, iré – Rena y sus compañeros suspiraron, Agatha era una
mujer realmente testadura.
-
De
acuerdo, pero tú vigilaras la entrada con Ali, por si necesita ayuda – La
anciana puso los ojos en blanco, pero aceptó.
-
Y
respecto a cómo iremos, ¿cogemos los caballos? – Preguntó Denis.
-
No,
demasiado ruidoso, iremos andando – El joven asintió con la cabeza sin añadir
nada al respecto – Y coged una soga, la necesitaremos – El gladiador volvió a
asentir.
Denis, Ali y
Agatha, parecían ser flores marchitas en una pradera donde nunca las toca el
sol. Probablemente no era miedo, sino presión porque se iba acercando el
momento. Y no podían dar ni un solo paso en falso.
Terminaron
de desayunar y seguidamente cogieron sus armas y sus túnicas para salir de
Irsinia y caminar hacía Arsen. Se sentían como ratones yendo hacía una enorme
ratonera donde nadie sale vivo.
Una vez
salieron de los límites de Irsinia entraron en un enorme bosque, de árboles
repletos de flores blancas en sus cimas, como si fueran nieve en el pico de una
montaña, eran algo realmente bello. Ali cogió una de sus flechas y la lanzó
contra la cima con la intención de que callera alguna de las flores, pero ante
su sorpresa estas salieron volando como si fueran mariposas por el cielo, como
si tuvieran vida propia. Denis sonrió melancólico.
-
Teirak
estaba plagado de ellas antes de la llegada al trono de Arsen – dijo señalando
las preciosas flores voladoras, que bajaban de nuevo para volverse a depositar
en su árbol madre.
El camino
que conducía al castillo de Arsen era de Arena y grava, y no parecía ser muy
transitado por nadie. Unas pisadas provenientes del bosque que rodeaba el
camino hicieron que el grupo tomase posición de batalla. Cubriéndose las
espaldas unos a los otros, como siempre hacían. Las pisadas se oían cada vez
más cerca. Alterándoles. Entonces de unos arbustos apareció una mujer, con
aspecto humano, su tono de piel era verde, y sus ojos morados, sus cabellos
formaban pequeñas ramitas plagadas de hojas verdes oliva que caían sobre sus
hombros esbeltos. Era una mujer de belleza extraña, pero muy atrayente. Se
quedó quieta en medio del camino, examinándoles.
-
Será
mejor que os deis la vuelta – aconsejó - este lugar es peligroso, estáis
demasiado cerca del castillo de Arsen.
-
Lo
sabemos, pero es allí a donde nos dirigimos – Contestó Rena intentando
averiguar qué clase de ser fantástico era, hasta ahora no había visto ninguno
tan cerca, pues desde que Teirak se había vuelto tan sangrienta ninguno ser se
había atrevido a acercarse a los pueblos donde se encontraban los humanos. Era
triste que los seres fantásticos, además de los magos y brujos tuvieses que
esconderse, cuando eran lo más bello que poseía Teirak. No aguantó más, tenía
que preguntarle que se suponía que era – ¿Se puede saber que eres? – La mujer
verdosa la miró con curiosidad, y seguidamente la sonrió con sus diminutos
dientes.
-
Adivinar.
Soy un ser que Físicamente tienen unos rasgos muy delicados, parecidos a los de
las doncellas elfas. Puedo tener los ojos violeta o verde oscuro y mi cabello y
piel cambian de color según la estación. De esta forma puedo camuflarme en el
bosque sin que se me vea – La joven parecía divertida, como si hiciese hace
mucho tiempo que no le hacían aquella pregunta y tuviese que aprovechar el
momento. Agatha no tardó ni dos segundos en decir que ser era.
-
Eres
una Dríada.
-
Exacto
– Dijo la muchacha sonriéndola plácidamente.
-
Tal
vez ellos no te reconozcan porque han vivido la mayor parte de su vida en el
reinado de Arsen, pero yo ya soy muy vieja, y recuerdo como era todo cuando
Alexander estaba en el trono, recuerdo como erais todos y cada uno de los seres
mágicos. Era bello caminar por el bosque y poder veros y charlas con vosotros,
como si todos fuésemos iguales, como si todos fuéramos sencillamente
teirakenses, independientemente del tipo de magia que utilizásemos – La
muchacha verdosa bajo la mirada entristecida, parecía que ella también
recordaba ese mundo del que hablaba Agatha, que Kit, Denis, Ali y Bastian no
habían tenido la suerte de disfrutarlo, no durante demasiado tiempo.
-
Yo
también lo recuerdo. Y más lo siento, pues desde entonces vivo escondida en mi
roble, como si no hubiese nada más ahí afuera, y lo que más me duele es que si
lo hay – Hizo una pausa, secándose los ojos, que ahora permanecían llorosos –
Pero bueno, al fin y al cabo esto ha sido culpa vuestra humanos, culpa de
vuestra avaricia, sobre todo culpa de la de Arsen, que quema nuestros bosques
para sembrar el terror y sacrifica a los vuestros por la misma razón, hasta que
ese ser no muera ninguna criatura del bosque podrá salir a la luz, por lo menos
no durante demasiado tiempo.
-
¿Y
tú? ¿Por qué te has atrevido a salir a la luz? – Preguntó Denis, intentando
cotillear lo máximo que pudiese. Era un hombre realmente curioso.
-
Ella
me ha dado fuerzas para salir – dijo señalando a Rena, que la miro con los ojos
como platos.
-
¿Yo?
-
Claro,
¿quién sino semidiosa? Tu energía sobrenatural se nota a Kilómetros. Quizás
para los humanos pase desapercibida, pero para los seres fantásticos no, somos
muy sensibles a ese tipo de cosas. Sabía que si estabas tú, nadie me haría
daño, al fin y al cabo se te envía para proteger a los débiles ¿no es así?
-
En
cierto modo.
-
De
acuerdo, entonces os acompañaré un pequeño tramo hacía el castillo de Arsen,
por si necesitáis mi ayuda. Además quiero aprovechar esta oportunidad para
caminar tranquilamente por el bosque – Bastian que había permanecido oculto
tras el enorme cuerpo de Denis se vio descubierto cuando este dio unos pasos al
frente, inclinándose hacía la Dríada para agradecerle lo que iba a hacer por
ellos. Entonces la mujer verdosa vio al caballero oscuro, sobresaltada.
-
¿Bastian?
– El joven la miro con ojos inexpresivos, como si nunca en la vida la hubiese
visto.
-
Si.
-
¡Valla!
Veo que te has cambiado de bando. Es un gusto verte lejos de Arsen – El
muchacho se limitó a asentir, sin decir nada al respecto, como si aquella
conversación apenas fuese con él.
-
¿De
qué os conocéis? – preguntó Rena enarcando una ceja mientras comenzaba a
caminar de nuevo, no podían quedarse ahí quietos todo el rato.
-
Digamos
que fuimos viejos amigos – La Dríada sonrió pícaramente, a la par que la cara
de Rena se enrojecía como un tomate.
-
La
salvé la vida una vez, eso es todo – concluyó el muchacho de ojos azules.
-
¿Te
parece poco? Te lo debo todo Bastian – Aquella conversación empezaba a molestar
a Rena, era evidente que la joven intentaba coquetear con él – Él era el líder
de los caballeros oscuros, los cuales me capturaron por disfrute, pretendían
hacerme cosas realmente horribles, entonces Bastian dijo que él se encargaría
de mí, pero sin embargo, me dejo huir – La joven no paraba de sonreír.
-
Preciosa
historia, en fin, continuemos caminando – Exclamó la semidiosa, mientras
Bastian enarcaba una ceja sonriente, Rena se había puesto celosa.
Anduvieron
durante unos 200 metros, situándose ya bastante cerca del Castillo, ya veían
enormes rocas a lo lejos formando murallas. Murallas que protegían a Arsen. Era
curioso, que un hombre como él, supuestamente tan fuerte y vanidoso tuviese que
esconderse tras ellas eternamente.
-
Aun
no nos has dicho tu verdadero nombre – Comentó Kit intentando romper el
silencio que les había envuelto al ver la muralla del castillo.
-
¡Qué
despiste el mío! Mi nombre es Epifanía, pero me podéis llamar Epi.
-
Mejor,
¡no creo que fuese capaz de recordar ese nombre! – Exclamó Denis, tan sincero
como siempre. La muchacha rompió a reír.
-
Lo
cierto es que no hace falta ni que recuerdes la abreviación, porque me voy ya. Cada
dríada pertenecemos a un roble del bosque. Nos hallamos unidas a él de por vida
y no podemos alejarnos más de 300 metros de éste o morimos lentamente. Así que
lo siento, pero no puedo alejarme más. Ha sido un gusto conoceros. – Los cinco
jóvenes y Agatha le sonrieron agradecidos por haberles deleitado con su
compañía. Sobre todo Agatha que había añorado durante tantos años charlar de la
manera que lo habían hecho con un ser como Epi.
La joven
comenzaba a alejarse cuando el trotar de unos caballos les sobresaltó.
-
Caballeros
oscuros – indicó Bastian, entonces Rena se giró en redondo buscando a la joven
verdosa, y atrayéndola hacía ellos. Denis cogió en brazos a Agatha para poder
avanzar rápido mientras corrían hacía el bosque, adentrándose en él.
-
Por
aquí – Dijo Epi mientras señalaba una vieja casita de madera que posiblemente
años atrás perteneciese a un leñador. Entraron en esta. La madera estaba húmeda
y podrida, y había un fuerte olor a moho en el ambiente, pero nadie dijo nada,
todos quedaron en silencio esperando que los caballeros oscuros no les
encontrasen. Pero entonces Rena miro hacía sus pies. Cayendo en la cuenta de
que el suelo de madera estaba lleno de bebidas alcohólicas.
-
Bastian,
¿veníais aquí para beber? – preguntó la semidiosa inquieta.
-
No,
o por lo menos yo no conocía este lugar.
-
Pues
ellos sí – Concluyo Ali mientras miraba por la pequeña ventana de la caseta.
Dos caballeros oscuros se acercaban entre risas a la cabaña.
-
¡Mierda!-
exclamó Rena intentando buscar alguna idea que les sacase de aquel apuro.
Entonces recordó como había hecho tronar los cielos aquel día bajo la torre de
Trebus, y como había provocado la lluvia para apagar un fuego en Gladior, recordando
con esto la semidiosa que era y como ella tenía todo el poder en sus manos.
Cerró los puños con fuerza, haciendo tronar los cielos.
Los dos caballeros oscuros miraron el cielo sorprendidos, una enorme tormenta
se formaba sobre sus cabezas como si se tratase del ojo de un huracán.
-
Sera
mejor que cojamos las bebidas rápido- comentó uno de ellos acercándose a mayor
velocidad hacía la caseta, mientras Rena apretaba más y más sus puños, y cuando
ya no pudo apretarlos más, los levantó en alto, haciendo que varios rayos cayeran
muy cerca de los caballeros oscuros que había en el exterior, los cuales,
asustados corrieron hacía sus caballos para partir hacía el castillo y
esconderse de aquella supuesta tormenta.
Los cuatro muchachos y Agatha la miraban sorprendidos por
aquella increíble escena que les había regalado. Sorprendidos del terrible
poder de la semidiosa, menos Bastian que ya había visto a Rena en acción
aquella vez en el pozo del bosque de Gladior y sencillamente la sonreía con
ternura. Eres increíble, le hubiese gustado decirla, pero no podía, se veía
incapaz de decirle algo así delante de toda aquella gente.
Epi se giró hacia sus nuevos conocidos colocando una de sus
manos en el corazón, que le palpitaba más rápido de lo habitual por la
adrenalina.
-
Valla,
eso ha sido extraordinario – comentó mientras abría la puerta de la cabaña y
salía rauda por ella. Los demás la siguieron dispuestos a continuar su camino
hacía el castillo, pero entonces se dieron cuenta de que la muchacha verde se
había quedado parada tras ellos, y se dieron la vuelta – Es hora de la despedida,
de la verdadera despedida. Nada me haría más feliz que veros llegar a vuestro
destino, pero no puede ser. Espero de corazón que vuestro objetivo, sea cual
sea este, se lleve a cabo, de veras – La joven se acercó a Rena, abrazándola y
seguidamente besando su mejilla derecha – Suerte semidiosa.
Epi
desapareció entre los verdes arboles camuflándose, fundiéndose con ellos.
Tardaros
unos minutos en llegar a la entrada del castillo de Arsen. Era un lugar
grandioso, de piedra y mármol, con un tejado de roca caliza que se alzaba
frente a ellos como un gigante con deseos de aplastarles, las numerosas
cristaleras estaban coloreadas de verde azul y rosa, dando color al castillo.
Todo estaba perfecto, como si apenas llevase unos años en pie, como si el
tiempo no pasase en aquel lugar. Pero a pesar de ello, sintieron escalofríos. Pues
aquel era el hogar de Arsen. El villano que había creado de Teirak un infierno.
Denis lo
miraba de una forma distinta, parecía incluso sentir ternura hacía ese lugar,
cosa que era razonable, 15 años de su vida los había pasado bajo esos techos de
piedra, con su difunto padre, el rey de Teirak. Su mayor ídolo. Si la cosa
acababa bien, él ocuparía su lugar.
Se escondieron tras un árbol, para que los
guardias que había en las torres del castillo no les identificaran. Y
comenzaron a alzar a este a la joven Ali, y acto seguido a Agatha, que no
conseguía alcanzar ninguna rama donde amarrarse. Una vez la alcanzó, se situó
al lado de la muchacha de cabellos rubios, que sacaba una flecha de su portador
azul y la colocaba en el arco, tensando sus cuerdas. Llevaba años deseando
aquel momento, el momento de vengar a su hermana, de soltar toda la ira
acumulada en su corazón. Cuando Denis, Kit, Rena y Bastian llegaron a la
pequeña muralla del castillo, le hicieron un gesto con las manos, señalando que
se deshiciese de los arqueros de las torres para así poder trepar la muralla
tranquilamente. Ali así lo hizo, lanzó una de sus flechas atravesando el pecho
del primer guardián, seguidamente del segundo, tercero y cuarto. Era espeluznante
a la velocidad que disparaba sus flechas. Era toda una arquera.
Una vez se
deshizo de todos, Denis entrelazó sus manos, indicando a sus compañeros que
colocasen sus pies en ellas para así poder lanzarlos gracias a sus enormes
músculos hacía lo alto de la muralla, que era lo suficientemente baja como para
que esto no les resultase difícil. La primera en ser alzada fue Rena. Denis la
propulsó hacía arriba sin problemas y la semidiosa se amarró con sus manos al
borde de la muralla, mirando hacía abajo, visto desde allí aquella barrera de
piedra no era tan pequeña, tras ella subieron Kit y Bastian, que sacó de debajo
de su túnica la soga que horas antes la semidiosa les había pedido, tendiéndosela.
Rena la amarró a un saliente de la muralla, dejando que el resto de la cuerda
callera por esta hasta llegar a Denis, que trepó por ella.
El objetivo
estaba cada vez más cerca. En alguna de las torres de aquel hermoso castillo se
encontraba el hombre que sin ser visto en los últimos veinte años, era el más
temido en toda Teirak, y sin estar presente había intervenido en las vidas de
todos los allí presentes.
Había
asesinado a la hermana de Ali, al mentor de Kit… al padre de Denis. Había convertido
a Bastian en un asesino a sueldo y para Rena, él había sido la causa de su
aparición en la tierra. Todos menos ella, tenían grandes razones para matarle,
pero sin embargo, debía hacerlo ella. Y debía darse prisa, las agujas del reloj
corrían a la velocidad de la luz, dejando que pasase el tiempo y por lo tanto dejando
que se acercase la hora en la que Teirak quedase desierta de oxígeno.
miércoles, 23 de julio de 2014
9. Prejuicios
Kit y Agatha permanecían
en la cocina de la planta baja. El joven se había empeñado en comenzar ya con
su entrenamiento, quería ser una ficha imprescindible en la batalla.
Soñaba con ser el Rey en
aquella partida de ajedrez, para poder salvar así a su Reina de cualquier
alfil, caballo o torre que se le acercará.
Permanecía centrado en
estos pensamientos que le ayudaban a superarse, cuando Agatha tan poco delicada
como lo había sido siempre, le golpeó fuertemente la cabeza con la palma de la
mano, dejándole el doble de atontado de lo que anteriormente lo había estado.
-
¡Agatha! Me has
hecho daño – gruñó.
-
¿Daño? Daño te
van a hacer en el castillo de Arsen si te empanas así en la batalla – Agatha
parecía tener siempre una respuesta para todas las réplicas del muchacho, cosa
que enfurecía a Kit.
-
Venga vamos,
sigamos intentando fortalecer mis barreras – dijo el aprendiz a monje, ahora
aprendiz a mago, intentando cambiar de tema y alejando los pensamientos
negativos de su cabeza – Arrójame algo un poco más duro– La anciana le había
estado enseñando como centrar más energía fuera de él y ahora se disponía a
lanzarle cosas pesadas, intentado imitar el peso que sentiría si una espada
colisionaba contra su barrera. Para esto Agatha había utilizado sartenes y
cacerolas de todos los tipos y pesos, sorprendiendo al muchacho de ojos
esmeraldas, ¿cómo aquella mujer aparentemente tan enfermiza podía levantar esos
instrumentos?
Esta pregunta permanecía
en su cabeza cuando una cacerola voló por los aires, acercándosele cada vez
más. Kit puso sus manos delante de su cuerpo, localizó la energía de su aura
blanquecina y la transportó hasta sus manos para luego expulsarla y parar el
instrumento de metal justo antes de que le golpeara.
-
¡Toma ya! – Gritó
eufórico dando saltitos sobre el duro suelo de la casa – ser monje al parecer
no era lo mío, ¿pero esto? ¡lo estoy calando! – por primera vez en su vida
sentía que estaba haciendo algo para lo que realmente había nacido, y su vida,
comenzaba a adquirir todo el significado que había faltado hasta ahora. Me
llamaré Kit el fantástico, pensó. Debería de ponerse alguna especie de mote fácil
de recordar si quería ser reconocido por sus increíbles acciones, en las que
salvaría a niños y ancianas como Agatha, mejor dicho, ancianas a secas, pues no
creía que Agatha tuviera nunca que ser salvada de nada. Estaba seguro de que
aquella vieja, sabía como escapar de todo tipo de enredos.
Inserto de nuevo en estos
pensamientos, no vio volar hacía él una pequeña sartén que iba directamente a
su cara, y que finalmente le golpeó.
-
Podías haberme
avisado – gimoteó mientras se acariciaba uno de sus mofletes, dolorido.
-
El enemigo nunca
avisa, y hoy yo soy tu enemigo – dijo la anciana sonriendo de forma picarona –
aunque preferiría ser otra clase de cosas cuando se trata de jóvenes apuesto –
rio descontroladamente, terminando su carcajada en una tos seca. Y haciendo que
Kit instintivamente se alejase de su nueva mentora, por miedo a que le
contagiase algo.
-
¿Apuestos? –
preguntó irónicamente Kit mientras rompía a reír – Yo soy de todo menos apuesto
– dijo desvalorizándose, tal y como siempre lo había hecho. Tal vez ese era su
gran problema, nunca se valoraba lo suficiente, siempre se creía peor en todo,
que aquellos que le rodeaban. Era por eso por lo que no había sido capaz de
aferrar con fuerza a Rena, intentar algo con ella. Tal vez esa era la causa de
su fracaso, y la consecuencia era el saber, que mientras él se encontraba en la
planta baja, practicando sus poderes con aquella anciana, Bastian, su odiado Bastian,
era el centro de atención de la semidiosa, que posiblemente permaneciera
acurrucada en su cama.
-
Eres más apuesto
de lo que crees – dijo Agatha tiernamente, acariciándole el rostro, como si
hubiera adivinado sus pensamientos y tratase de alejarlos de su mente – mírate
– dijo examinándole de arriba ha abajo – tienes unos ojos increíblemente
bonitos, tiernos, y dulces, tu rostro es anguloso, y tú en sí, eres un libro
abierto, con un corazón enorme- hizo una pausa mientras le sonreía
cariñosamente – no es difícil saber en qué piensas, saber que ella ocupa todos
tus pensamientos, también he visto como le miras a él. No le odies Kit, no le
des ese gusto – se alejó de él un instante, dejándole pensar en sus palabras
sin que nada le golpease el rostro.
Denis y Ali permanecían
mientras tanto en el callejón de la casa, que no era nada transitado. Habían
puesto una liana para que la joven pudiese practicar con su arco, y el
gladiador practicaba algunos movimientos con la espada no muy lejos de ella.
-
¿Sabes? – preguntó Ali mientras se giraba en
redondo con su arco, haciendo que este apuntase hacía el muchacho pelirrojo.
Este se sobresaltó al ver como el arma le apuntaba.
-
Tranquila, baja
el arma, te daré todo lo que tengo – dijo mientras ponía las manos en alto, haciendo
reír a la joven teirakense.
-
No seas estúpido
– espetó – no tienes nada que sea de mi interés.
-
Así que… ¿eres
una ladrona? – indagó Denis mientras cogía de nuevo su espada y se disponía a
moverla, con una mortal agilidad. Sus movimientos parecían casi parte de un
baile aterrador.
-
¿Cómo lo has
sabido? – preguntó la joven de ojos claros, sonriendo voluptuosamente.
-
Muy fácil – se
acercó en un movimiento casi fugaz, que Ali no pudo predecir, introduciendo una
de sus grandes manos en uno de los bolsillos del pantalón de la muchacha,
sacando de este algo brillante y plateado. Era un cuchillo, en concreto el
cuchillo de Kit, aparentemente nuevo y de planta, Rena se lo había comprado en
el mercado de Trebus, y Denis había visto al aprendiz mirándolo con cariño en
varias ocasiones, al igual que había visto aquella mañana curiosear a la
muchacha revolucionaria en su mochila, robándolo. Una vez lo tuvo en su mano se
alejó mostrándoselo – creo que esto no es tuyo – sentenció.
-
Muy astuto – dijo
girándose de nuevo hacía la liana y disparando contra ella una de sus flechas,
haciendo que esta quedase justamente en el centro, en un diminuto punto rojo.
Denis se acercó de nuevo hacía ella, haciendo que su cuerpo girase en redondo y
empotrándola contra la pared del callejón. Ali por un momento temió a aquel
enorme muchacho. Ella en comparación con él era un diminuto grano de arena.
Denis la amarró de los hombros haciéndola gritar.
-
¡SUELTAME GANDUL!
-
Te soltaré cuando
me digas que quieres de nosotros – Denis no la haría nada, era un trozo de pan,
pero debía de indagar y averiguar qué es lo que movía a aquella mujer. No
quería traidores en el grupo.
-
No quiero nada,
lo juro, me uní a vosotros desinteresadamente, mi único deseo es ver a Arsen
muerto, no tengo segundas intenciones – Denis la soltó alejándose de ella.
-
¿Entonces por qué
nos robas?
-
Joder, vale, lo
siento, cometí un error – las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos claros,
creando dos diminutas cascadas de agua salada – Supongo que fue mi instinto,
así era como nos manteníamos mi hermana y yo, si no lo hubiéramos hecho así,
ambas hubiéramos muerto de hambre… - un escalofrío pareció recorrer todo su
cuerpo y su rostro se tornó dolorido, como si le hubiesen abofeteado – aunque
finalmente lo único que hice es alargar nuestro sufrimiento, pues ella ya no
está aquí.
-
Lo siento – dijo
finalmente el gladiador, retirando una de sus flechas de la liana y
devolviéndosela – pero si de verdad quieres formar parte de nuestro grupo, será
mejor que actúes como una compañera, y no como una sabandija que roba.
-
No lo sientas, yo
soy la única culpable de mis errores – tras un silencio alzó la mirada de nuevo
al muchacho, suplicante - ¿Se lo comentarás a los demás?
-
No – concluyó el
joven que ahora permanecía apoyado en una de las paredes rugosas del callejón -
¿Sabes por qué? – la revolucionaria negó con la cabeza – Porque ahora eres
parte de nuestro grupo, y a pesar de que la verdad deba ir siempre por delante
entre amigos, yo protegeré tu secreto.
Ali se sintió conmovida,
aquel hombre tenía un corazón inmenso, era todo un compañero, y ella no quería
volver a defraudarle. Soltando su arco, se puso de puntillas, rodeando el
cuello del gladiador, para poder alzarse aún más y fundirse con él en un
abrazo. Sentía sus enormes brazos rodeándola, haciéndola sentir segura, su
respiración en su oreja le hacía pequeñas cosquillas, se sentía a gusto.
Realmente a gusto.
Pero entonces Denis la
alejó de él, bruscamente, sobresaltándola. Miraba hacía la entrada del
callejón, donde se comenzaban a escuchar voces nerviosas. El joven fue hacia la
allí y al llegar, palideció.
Una multitud de jóvenes se
acumulaban en una de las ventanas que daban a la cocina de Agatha, corriendo
las cortinas disimuladamente, y comentando, aparentemente frenéticos y
asustados. Una anciana se acercó también a la ventana, apartando a los
muchachos. Ponía cara de asco, como si hubiese visto algo realmente repugnante.
-
Maldita bruja –
dijo casi en medio de una arcada – ya no es solo que practique la brujería
dentro de nuestro precioso pueblo, sino que ahora encima recluta jóvenes y les
enseña a utilizar sus hechizos. Merece la muerte – sentenció. Otro hombre se
acercó a la ventana de la casa de Agatha, al oír las palabras de aquella
anciana de pelo negro.
-
No puedo creer lo
que ven mis ojos, ¡brujos! – exclamó.
Denis reaccionó y se
acercó también a la ventana, como si fuese uno más de esos mirones, pero no vio
nada repulsivo, solo a Agatha y a Kit entrenando para mejorar sus barreras. Más
bien le parecía algo bonito.
Pero la gente no lo veía
para nada bello, no después de la plaga de violentos magos negros que había habido
mientras reinaba su padre. Estos no eran ahora muy queridos, por miedo a que la
plaga se repitiera. De echo, eran odiados y repudiados de los pueblos, sobre
todo de aquellos donde había más dinero. Como Irsinia. Corrió las cortinas
violentamente, girándose hacía aquellos que habían estado mirando por la
ventana.
-
Aquí no hay nada
que ver – sentenció.
-
Y será mejor que
desaparezcan de mi vista – recomendó Ali mientras apuntaba hacía los mirones
con el arco, que inmediatamente se echaron a correr hacía sus casas. Una vez se
quedaron solos, el gladiador chocó la mano de su compañera mientras
desaparecían en la oscuridad del callejón. Para más tarde entrar en la pequeña
casa de Agatha y alertar de lo sucedido.
-
Estúpidos
teirakenses, ¡me ponen enferma! – exclamó la anciana entre toses, preguntándose
porque la gente era tan rencorosa – mas les vale no volverse ha acercar por
esta zona si no quieren acabar convertidos en sapos.
-
¿puedes hacer
eso?- preguntó curioso Kit que se encontraba sentado en una de las sillas del
salón, junto a sus demás compañeros, incluida Rena, que había dejado a Bastian
descansando solo en su cuarto, y había bajado para poder charlas con sus
compañeros. Ya era hora, pensó Kit, que había notado a la semidiosa distante
desde la aparición del caballero oscuro. No le quitaba los ojos de encima y eso
le cabreaba demasiado.
-
Claro que puedo,
y lo haría encantada, si eso no supusiese pudrir mi alma – El joven de ojos
esmeraldas la miró sorprendido, era increíble como aquella mujer, con un don
tan poderoso, evitaba utilizarlo por miedo a pudrirse por dentro al utilizar su
magia negra. Rechazar un don innato debía de ser difícil, pensó.
-
Por suerte Ali y
yo los hemos espantado, tendríais que haberles visto correr – comentó el
gladiador entre risas – por cierto Rena, ¿Bastian está mejor?
-
Eso creo, ha decidido
participar con nosotros en la batalla, es bueno con la espada, así que nos será
de gran ayuda – Rena no paraba de sonreír, como si el simple echo de hablar de
aquel muchacho ya la hiciese feliz. Un escalofrió recorrió el cuerpo de Kit.
-
Pero, está herido,
no podrá luchar como antes – indicó Ali.
-
Le subestimáis,
lo hará bien, estoy segura de ello – se silenció un instante para luego posar
sus ojos negros sobre Kit- pero por si las moscas, será mejor que le vigiles de
cerca Kit, por si necesita en algún momento una barrera, Denis y yo estaremos
al cien por cien, asi que posiblemente necesitemos menos tu ayuda que él – El
rostro del joven se ensombreció, como si una nube de tormenta hubiese pasado
justo por encima de su cabeza. Había pasado de ser el protector de Denis y
Rena, a ser el guardían de Bastian, el hombre que había robado el corazón de su
amor platónico. Las cosas no son como esperaba, pensó.
-
Como quieras.
-
Fantástico, me
encanta tenerte conmigo Kit – dijo expresando su amor hacía su amigo mientras
se inclinaba de su silla para besar el moflete de este, justo el que horas
antes había sido golpeado por la sartén de Agatha. Denis palideció, aquellas
inútiles esperanzas que le daba Rena, eran tan solo pequeñas chispas de fuego
que el joven intentaba utilizar para prender una hogera, una hogera en medio de
la nada, pues la leña la tenía otro.
Agatha
también calló en la cuenta, y cogiendo del brazo a su aprendiz, le guío hacía
la puerta de salida. Este pareció negarse a salir de la casa al principio. Tenía
la mirada perdida en la bonita sonrisa que Rena le dedicaba. Embobado.
-
Vamos, demos un
paseo, he de hablar contigo – indicó la anciana mientras conseguía sacar al
joven de la casa.
Fuera de ella estaba
anocheciendo, y la gente paseaba aún tranquila, aprovechando los últimos rayos
de luz, mientras encendían antorchas de madera, para no dejar a Irsinia en una
total oscuridad. Iban en dirección a la plaza, el lugar donde la anciana tenía
su puestecillo, que no debía de ser muy querido, al igual que ella.
Se sentaron en la fuente
de la plaza, mientras la anciana metía sus alargados y arrugados dedos en el
agua, haciendo que alrededor de ellos surgieran ondas.
-
¿Recuerdas la
charla que tuvimos durante el entrenamiento?– preguntó. Kit se limitó a asentir
con la cabeza sin mirarla a los ojos – Te dije que no odiases a Bastian, sigues
haciéndolo, cosa que ahora todos saben. Tenías que haber visto tu cara cuando
Rena dijo que le protegieras.
-
No lo odio, y en
el caso de hacerlo, es algo difícil de superar.
-
Por no hablar de
la cara de lelo que se te quedó cuando la semidiosa besó tu mejilla – comentó
Agatha.
-
¿Me has traído
aquí para reírte de lo tonto que soy o algo parecido?
-
No, desde luego
que no. Te he traído aquí para decirte que Rena está enamorada de Bastian, y no
hay nada que tú puedas hacer para cambiarlo – Kit sintió como si le hubiesen
dado un puñetazo en las entrañas.
-
Gracias, creo que
ahora me siento un poco mejor – dijo irónicamente.
-
No lo hago para
hacerte daño, lo hago para que te des cuenta de ello. Porque a pesar de
saberlo, parece que no quieres verlo…
-
Claro que no
quiero verlo- le interrumpió- ¡No puedo verlo! ¿sabes lo doloroso que es amar a
alguien y no ser correspondido?
-
Claro que lo sé –
contestó la anciana – yo misma estuve enamorada durante años de un hombre que jamás
me quiso como yo lo hacía. Se llamaba Ismael, era un mago, y por lo tanto
utilizaba la magia blanca, al contrario que yo, por lo que no estaba bien visto
que ambos nos viésemos. Una bruja con un mago, era algo impensable en aquella
época. Yo ilusa, le amaba con locura, nos veíamos a escondidas en el bosque
hablábamos de todo aquello de lo que se podía hablar, e incluso de lo que no se
podía.
Él
parecía admirarme, creía que era algo increíble que yo me resistiese a utilizar
mi magia por el echo de que esta fuese algo oscuro. Hubo un momento en aquellos
años en el que incluso pensé que podríamos tener algo, que yo sería suya y él
sería mío, pero me equivocaba, una noche en el bosque me dijo que era mejor que
nos dejásemos de ver.
<<
- ¿Por qué? Dame una explicación Ismael – le exigí.
El
muchacho de cabellos dorados se giró para mirarla con sus profundos ojos
pardos. Era realmente bello. Será mejor para ambos, contestó >>
Él creía que era mejor no seguir avivando mi
amor si no podía corresponderme, tal vez lo hacía para conservar su honor, pues
era hijo de un hombre adinerado, y no estaba bien que un muchacho como él se
viera con alguien como yo, o tal vez sencillamente no me amaba como yo lo hacía.
Yo me decanto por la segunda opción- concluyó Agatha - ¿Pero sabes qué? Mejor
para mí, pues más tarde conocí a mi marido, que los Dioses le guarden en su
gloria- susurró – me hizo feliz a rabiar durante 30 años, lo hubiera hecho
durante muchos más si yo hubiese alzado la mirada de los ojos de Ismael y
hubiera caído en aquel joven que me miraba a lo lejos en el campo, pues él era
agricultor. Pasaba por las tierras de su padre todos los días que quedaba con
Ismael, cruzándolas corriendo ante su perpleja miraba, que me sonreía en
silencio, hasta aquel día en el que Ismael me dejó. Pase de nuevo por sus
tierras como solía hacer casi todos los días, pero esta vez llorando. Él me
paró, me ofreció un vaso de agua, y cuando me quise dar cuenta le estaba
contando todo lo que había sucedido, como si nos conociésemos de toda la vida.
A veces solo hay que mirar a tu alrededor y darte cuenta de las cosas bonitas
que nos regala la vida y nos perdemos mientras malgastamos el tiempo, caminando
caminos que no conducen a nada.
-
Esa es una bonita
historia- comentó Kit, con una tímida sonrisa.
-
Tú también
podrías tener una si dejas de pensar todo el rato en la semidiosa y miras más
allá de ella – indicó la anciana tomando la barbilla del muchacho y alzando su
rostro hacía el frente, en concreto hacía una mujer de cabellos rojizos, y
rostro plagado de pecas, extrañamente hermosa que no paraba de sonreírle – Ves,
eso es lo que pasa cuando dejas a un lado tu obsesión por Rena– Kit devolvió la
sonrisa a la joven pecosa, pero no pudo evitar imaginar que aquella mujer que
le miraba era la semidiosa.
Una anciana de pelo negro
charlaba distraídamente con un hombre en la plaza, cuando vio a Agatha, la bruja
que horas antes había visto enseñando como ejercer la magia, y a su alumno. Con
cara de asco se giró de nuevo hacía el hombre que se encontraba con ella, para
indicarle donde se encontraban los dos supuestos brujos. Ha llegado la hora fue
todo lo que este contestó mientras se acercaba hacía la fuente y enganchaba a
la bruja del brazo balanceándola. Agatha parecía asustada y frágil en las manos
de aquel hombre de cabello oscuro.
Kit reaccionó a tiempo,
empujando al varón hacia atrás al ver a su amiga en peligro, pero este
rápidamente recuperó el equilibrio y le asentó un puñetazo en la cara, haciendo
que el joven de ojos esmeraldas callera de espaldas al suelo, golpeándose con
una piedra la cabeza, quedando inconsciente.
Cuando Kit abrió los ojos
se encontraba en una guillotina de madera, y su cabeza justo debajo de la
cuchilla que los Teirakense parecían querer ver caer sobre su cabeza. Junto a
él, Agatha, en otra guillotina. Al menos no estoy solo, pensó, pero luego
retiró sus palabras al darse cuenta que eran egoístas e insensibles.
Frente a él, un montón de
pueblerinos que con sus antorchas en alto gritaban una palabra ya poco
significativa para él, al mismo son, decían: muerte.
Todo el pueblo parecía
desear ver sus cabezas rodas y todo ¿por qué? Por ser diferentes al resto, por
no haber nacido igual que ellos. ¿Pero acaso Agatha o él tenían la culpa de ser
especiales?
No pudo evitar pensar lo
aburrida que sería Teirak si fueran todos iguales. Agatha giró la cabeza como
pudo dentro del orificio de la guillotina, para mirar al muchacho de ojos esmeraldas.
-
Lo siento Kit, lo
siento – musitó.
-
Esto no es culpa
tuya, es culpa de ellos – dijo mientras señalaba con el dedo a un hombre y una
mujer de cabellos oscuros que miraban complacidos la escena para luego,
terminar por señalar a todos aquellos que les apoyaban.
-
Todo tiene un por
qué en esta vida, su odio hacia los brujos nace de una muerte, la muerte de uno
de sus hijos en manos de uno de ellos.
-
Eso no justifica
lo que nos esta haciendo.
Agatha no contestó, tan
solo agachó la cabeza, cansada.
Rena miró inquieta un
antiguo reloj que se encontraba en la habitación donde dormían Bastian y ella.
Había pasado una hora desde que Kit y Agatha se habían ido a pasear, estaba
cayendo la noche y aún no habían vuelto.
-
Voy a salir a
buscarles – dijo mientras se ponía su túnica rojo oscuro.
-
No seas impaciente,
solo están paseando – dijo Bastian con mirada impasible. A él, lo que les
pasara o no a la vieja y al muchacho no le importaba, a excepción de que lo que
les estuviera pasando, causase dolor a la joven de ojos negros.
-
Algo me dice que
no es eso lo que hacen. Deberían haber vuelto ya – sentenció la semidiosa,
aparentemente tensa, saliendo rápidamente por la puerta de la habitación y
desapareciendo escalera abajo.
Al llegar a la planta baja
se encontró con los ojos de Denis y Ali, que parecían muy cariñosos uno con el
otro.
-
¿A dónde vas?-
preguntó el gladiador.
-
A buscar a Kit.
Los tres jóvenes cogieron
sus armas y desaparecieron del lugar en busca del joven de ojos esmeraldas y la
mujer de cabellos grises.
Llegaron a la plaza, una
plaza plagada de gente que no paraba de berrear la palabra muerte mientras que
una mujer de cabellos negros les echaba un sermón sobre como los brujos no
merecían la vida. Contando como estos le habían arrebatado a uno de sus hijos una
noche.
Los tres jóvenes miraban
anonadados de un lugar a otro, ¿Qué es lo que se suponía que estaba pasando?
Aquella mujer era la viva
imagen del rencor. Entonces Rena miró más allá de ella, y pudo apreciar a un
joven de cabellos castaños en una guillotina que se encontraba justamente
encima de un altar de madera. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo, era Kit.
Por una de las escaleras de dicho altar subía
un hombre, también de cabellos castaños, que parecía estar preparándose para
cortar las cuerdas que sujetaban la afilada cuchilla de la guillotina.
Aparentaba estar dispuesto a arrebatar las vidas de Kit y Agatha, deshaciéndose
de las sogas de las cuales dependían sus vidas.
La semidiosa se dispuso a
gritar de terror al pensar en la posibilidad de perder a su amigo, pero Denis y
Ali lo impidieron tapándola la boca.
Una vez pareció
tranquilizarse, y recuperar el control, se deshizo de las manos de sus
compañeros, desenvainando su espada y caminando torpemente entre el mogollón de
población que a duras penas le dejaba avanzar. Odiaba las aglomeraciones.
Tras ella iba Denis,
también con su arma desenvainada.
Mientras tanto el hombre
de cabellos oscuros se acercaba a la cuerda que mantenía con vida a Agatha,
sacando el cuchillo con el que la cortaría, pero justo cuando estaba a punto de
cometer el asesinato, una flecha atravesó el brazo con el que sostenía el
cuchillo, haciéndole caer de la plataforma, gritando de dolor. La flecha
provenía del arco de Ali, que ahora corría por una de las callejuelas del pueblo
con la intención de librarse de una pequeña parte de la población que la seguía
molesta por haber interrumpido la ejecución.
Una pequeña punzada de
angustia atravesó el corazón de Denis que miraba descompuesto la calle por la
que acababa de huir Ali, deseando que nada malo la pasase.
-
Ya podían
perseguir así a los caballeros oscuros – musitó, mientras continuaban
intentando avanzar entre la frenética población.
Bastian oyó como la puerta
de la calle se abría y se cerraba rápidamente, con un gran estruendo, parecido
al sonido que produce un trueno en medio de una tormenta eléctrica. También
escuchaba a gente gritando muy cerca de él.
Sobresaltado por la
posibilidad de que alguien hubiese entrado en la casa para robar, se levantó de
la cama colocándose su túnica, escondiendo su hombro herido bajo esta y
armándose hasta los dientes. Bajo las escaleras veloz, con espada en mano,
preparado para hacer frente al ladrón, pero en la casa solo estaba la joven
Ali, con sus cabellos rubios chorreando sudor, parecía a ver ido corriendo
hasta allí.
-
¿Qué ha pasado? –
preguntó, pero la joven no podía hablar, estaba demasiado cansada para ello.
Bastian pareció impacientarse – Rena, ¿Rena está bien?
-
Si, o al menos lo
estaba cuando yo la deje en la plaza – dijo la joven recuperando un poco de
aire para continuar, pero ya era demasiado tarde, Bastian, encapuchado, había
salido como una exhalación de la casa de Agatha en busca de la semidiosa.
La herida del hombre de
cabellos castaños había mantenido durante aquellos minutos distraída a la
población, que parecía ligeramente asustada. Sobre todo a su madre, la aparente
promotora de aquel circo, que permanecía curándole el brazo, mientras Rena y
Denis se acercaban cada vez más a la tarima, ya apenas les quedaban unos metros
para llegar. Atravesar la plaza era un infierno, parecía que toda Irsinia se
había acumulado en ella, y a duras penas se podía avanzar.
Iban lo suficientemente
lentos como para que a la mujer de cabellos negros le diese tiempo a terminar
de curar el brazo de su progenitor, subirse a la tarima y amarrar una de las
cuerdas, en concreto la cuerda de la guillotina de Agatha.
-
¡Esto va por ti!,
¡hijo! – exclamó apuntando con su dedo índice a los cielos, mientras cortaba la
soga que mantenía con vida a la anciana de cabellos grises. Haciendo que la
cuchilla cállese veloz como la luz de un rayo que aparece y desaparece raudo en
medio de la oscuridad de una tormenta sobre el cuello de Agatha, asesinándola,
llevándose su vida por delante. Y todo por venganza, una venganza atroz y bien
fría, que fue acompañada por varios gritos de desagrado y de horror, pues por
muy deseada que sea una muerte, verla con tus propios ojos no puede generar
otra cosa. Uno de los gritos salía de la boca de Rena, este iba acompañado de
lágrimas, mitad causa de la rabia, mitad causa del horror y la tristeza, de ver
como la mujer que les había dado todo lo que tenía, moría de una forma tan
desagradable. Nadie merece esto, pensó, nadie. Kit también había contemplado la
escena, tenía el rostro rojo y encharcado en lágrimas. Y el corazón le dio un
vuelco cuando la asesina de su mentora se acercó a él. Susurrándole unas
palabras al oído.
-
Púdrete en el
infierno, brujo – Yo ni siquiera soy un brujo, pensó inundado por la rabia. Él
era un mago, un mago blanco, y a pesar de ello su aura no era más brillante que
la de la difunta Agatha. Al recordar su pureza las lágrimas nacieron con más
fuerza.
-
Te veré allí –
exclamó el joven de llorosos ojos esmeraldas – pero tú ya vendrás podrida – El
rostro de la mujer se enrojeció violentamente, y seguidamente amarró con sus
manos la segunda soga, dispuesta a llevarse por delante otra vida, pero
entonces Rena y Denis subieron a la tarima.
La semidiosa disparó su
pierda diestra hacía el pecho de la mujer con tal fuerza, que está, salió proyectada
del lugar, cayendo al suelo de bruces. Rena no pudo evitar sentir una enorme
satisfacción al verla volar por los aires.
El cuello de Kit estaba
encarcelado entre dos tablas de gruesa y corroída madera, entre las cuales
había un candado de acero, que le mantenía aún más preso. Rena se quedó
observando el candando, preguntándose quien tendría la llave que abría aquel
trozo de metal, pensó en la mujer y el hijo de cabellos oscuros, pero estos ya
se habían levantado del suelo y habían partido a sus casas. Antes de que
pudiese preguntar a Denis si tenía alguna idea que les sacase de aquel aprieto,
este ya se disponía a pegar espadazos contra la cerradura, haciendo saltar
chispas a su alrededor.
Todo el pueblo les miraba
atónitos, preguntándose quienes eran, y que hacían allí, interrumpiendo aquella
esperada ejecución. Empezaron a murmurar, tal vez incluso tramando subir a la
tarima y atacarles con las antorchas por lo que acababan de hacer a sus dos líderes.
Bastian, escondido tras una columna de piedra de la plaza, escuchó estas
intenciones. Denis y Rena eran fuertes pero no lo suficiente como para
enfrentarse sin ninguna estrategia a medio pueblo de la enorme Irsinia. Se llevó
las manos al rostro, desesperado. Podía ver a Denis golpeando el candado como
una bestia y a Rena protegiendo con su túnica la cara de Kit, para evitar que
las chispas le quemasen, mientras pedía al gladiador que se tranquilizase. Aquello
era un desastre, y si no quería ver dañada a Rena debía intervenir, por muy
poco que le gustase, por mucho que quisiera pasar desapercibido, ahora su deber
era ese.
Bastian sabía que era
aquello que atormentaba las mentes de los ciudadanos de Teirak por las noches,
sabía quienes eran los monstruos que protagonizaban sus peores pesadillas, los
cuales les quitaban el sueño. Sabía perfectamente que era aquello que les hacía
temblar, correr de terror. Él era el monstruo de sus pesadillas, él era quien
les robaba el sueño por las noches, él y cualquier hombre camuflado bajo una
túnica negra, él y cualquier caballero oscuro.
Comenzó a pasar entre la
gente encapuchado, con cara de pocos amigos, mientras la población que hasta
ahora había tenido los ojos puestos en los dos revolucionarios de la tarima los
posaban ahora en el aterrador muchacho, alejándose de él atemorizados por lo
que les pudiera pasar.
-
Un caballero
oscuro nunca viene solo – decían entre gritos de terror. Aquello comenzaba a
parecerle incluso divertido a Bastian, que sonrío maléficamente a la población.
Las pieles de aquellos que habían captado su sonrisa se estremeció.
Una vez que el caballero
llegó a la tarima, sencillamente se limitó a mirarles fijamente, examinarles
uno a uno, viendo como poco a poco la gente iba saliendo de la plaza,
desapareciendo por las oscuras calles de Irsinia y escondiéndose en sus casas
por miedo a que el ejército de Arsen apareciese en cualquier momento y les
saquease a todos. Cuando la plaza quedó vacía, el caballero oscuro respiro
profundamente, satisfecho por su trabajo, ante la mirada incrédula de Rena y
Denis que seguían tratando de liberar a Kit.
-
Hay que ver lo
absurdo que es el miedo – señaló el joven de cabellos plateados mirando ahora
hacía la guillotina con su mirada glacial – No temen a dos revolucionarios
armados, e incluso se plantean plantarles cara, pero si me temen a mí, por el
simple hecho de llevar una túnica negra, porque eso significa que formo parte
de algo más grande. Significa que formo parte de Arsen. Y ellos le temen más
que a nada.
-
Una jugada muy
inteligente – comentó Denis parando de golpear el candado como el hombre bruto
que era – Ahora si eres tan amable podrías ayudarnos a liberar a Kit – concluyó
el gladiado agachándose para acariciar la frente de su amigo.
-
Como no, una vez
más, el monje se halla en problemas – Kit sintió una punzada de rabia que le
oprimió el estómago, él no tenía la culpa de haber sido encarcelado de aquella
manera.
-
No es momento
para ese tipo de comentarios – gritó furioso, seguía llorando, no había parado
desde que vio rodar la cabeza de Agatha por los suelos – Ni de eso ni de bromas
de mal gusto, acaso no te has dado cuenta – dijo señalando el charco de sangre
donde antes se había encontrado Agatha. Entonces el corazón le dio un vuelco,
el cuerpo de la anciana no se encontraba allí. Y poco a poco apreció como el
charco de sangre que acababa de señalar hace un momento desaparecía, evaporandose
violentamente, como si se tratase de agua. Bastian también había admirado la
escena, y permanecía con los ojos entre cerrados y una de las cejas enarcadas.
-
Brujería –
concluyó.
-
Exacto – Una voz
madura le hablaba cerca, muy cerca, Bastian giró su cuerpo en redondo, aun sin
perder su expresión de curiosidad, encontrándose con un rostro envejecido por
los años que llevaba a sus espaldas. La mujer les sonrió picara y Denis dio un
brincó.
-
No entiendo nada,
¿eres el fantasma de Agatha o algo así? ¿Vienes de otra dimensión para decirnos
que color nos favorece más? – Rena tampoco podía creer lo que estaba viendo.
Había imaginado que aquella mujer era poderosa, pero no tanto como para burlar
a la muerte de esa manera.
-
Si, también nos
aconsejara sobre nuestro corte de cabello – dijo irónicamente el caballero
oscuro poniendo sus ojos en blanco. Agatha se echó a reír como hacía siempre.
-
Ingenuos, una
cosa es que prefiera evitar la magia negra y otra es que sea tonta, porque eso
es lo que sería si no hubiera echo ese hechizo de sustitución que realice antes
de llegar a la guillotina.
-
Hechizo de… ¿Qué?
– preguntó Denis aun sin entender nada de lo que había pasado. Recordaba
perfectamente como la cuchilla de la guillotina caía sobre el cuello de Agatha
y sin embargo ahí estaba. Era algo difícil de asimilar.
-
Hechizo de
sustitución, trata de crear un tú formado por partículas de agua embrujadas,
estas partículas crean una perfecta ilusión, como habéis podido ver, incluso
creísteis ver mi sangre – Kit no podía creer lo que oía, permanecía en silencio
con los ojos como platos, parecía estar en sock.
-
Me alegro de que
estés aquí Agatha – dijo Rena dedicándola una dulce sonrisa – nosé que
hubiéramos hecho sin ti – Denis asintió con la cabeza también sonriente,
apoyando las palabras de su amiga, ahora que lo había entendido todo parecía
más relajado.
- Probablemente
nada – sentenció, ‘’humildemente’’ – Y Kit hubiese permanecido aquí hasta el
día del juicio final por la tarde, porque golpeando hierro contra acero poco
hacéis – la anciana se acercó silenciosa como una gacela al candado y con un
chasquido de dedos este se abrió, como si se tratase de un fiel esclavo – y
ahora vámonos, ya hemos pasado lo suficientemente desapercibidos por hoy
–comentó irónicamente mientras bajaba por las escaleras de la tarima hacía su
hogar, su dulce hogar, como si nada hubiese pasado, como si se tratase de una estatua
a la que el frío y el calor, ni afecta ni toca. Parecía una mujer tallada en
roca. Sencillamente invencible, pensó la semidiosa.
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