viernes, 25 de julio de 2014

10. Camino al infierno


Aquella noche, a pesar del susto, todos durmieron a pierna suelta en la casa de la anciana de cabellos grisáceos, a excepción de Kit que seguía practicando en la cocina, esta vez solo. Estaba agotado, pero no podía parar, no quería.

<< Como no, una vez más, el monje se halla en problemas>> Era la voz de Bastian resonando en su cabeza lo que le forzaba a seguir en la cocina, concentrando energía como un loco, inundado por la cólera. Le había hecho sentir inútil, y eso no lo permitiría, lucharía todo lo que hiciese falta para no volver a tener que ser rescatado por nadie, nunca.

A penas le quedaba energía en el cuerpo de tanto proyectar y des proyectar su aura de un lado a otro, y según fueron pasando las horas, su cuerpo, ya agotado, cayó dormido al suelo, descansando sobre los fríos azulejos de la cocina.

Soñó con la guillotina, con su afilada cuchilla cayendo sobre su cuello, vio su sangre derramándose, formando una cascada oscura proveniente del orificio donde había descansado su cuello. La gente aplaudía, como si hubiese visto algo digno de admiración y elogios, como si se encontrasen en un viejo templo lleno de cuadros pintados por algún sacerdote digno de admirar. Sintió terror ante el horrible sabor que le dejaba aquello en la boca, una especie de sabor amargo, eso era lo que le producía sentir como la gente comenzaba a asilvestrarse. Supuso que era lo que sucedía cuando todo a tu alrededor es diabólico y desagradable, acabas haciéndote a ese hábitat hostil, convirtiéndote en una hiena más. Convirtiéndote en aquello que siempre odiaste. Es precisamente aquello lo que le había sucedido a la anciana de cabellos oscuros que les había intentado asesinar, había visto a su hijo morir en manos de alguien sanguinario, y por rencor, por no desasirse del sentimiento que esto le producía, había acabado siendo tan sanguinaria como el propio asesino de su hijo, siendo lo que odia, y odiando por dentro lo que es. Debía de ser una sensación espantosa, imaginó.

Sus pensamientos se interrumpieron cuando unos ojos aparecieron en su sueño, unos ojos muy familiares, azules como el cielo, furiosos como el mismísimo océano en un día de resaca, y profundos, como las profundidades de este. Sabía perfectamente de quien eran dueño, Bastian. Sintió como estos se acercaban más y más a él, como si pretendiesen tragarle, dejando que se ahogase en ellos. Kit corría por una colina, huyendo de estos, pero finalmente estos le atraparon, engulléndole como si fuesen dos serpientes pitones hambrientas.

Se despertó de golpe. Encontrándose de nuevo con los ojos de Bastian, pero esta vez no eran parte de su sueño. Se tocó la cara, la tenía encharcada de agua.

-         Te he arrojado un poco – Dijo el caballero oscuro señalando el líquido que había en el interior del vaso de cristal que sostenía en su mano – He bajado a echar un trago y te he visto tirado en el suelo, no parabas de gimotear, supuse que tenías una pesadilla – El muchacho de cabellos rubios le extendió una mano con la intención de levantarle, pero Kit la rechazó y Bastian sencillamente se encogió de hombros, como si no le importase en absoluto su gesto, seguramente no lo hiciese.

-         Hay otras formas de despertar a las personas, otras formas más civilizadas quiero decir – Kit se levantó adormilado del suelo y se tumbó en el viejo y corroído sofá del salón, estaba lleno de flores dibujadas con mal gusto.

-         Desconozco esas formas.

-         Entonces, ¿es así también como despiertas a Rena por las mañanas? – Bastian se giró enarcando una ceja, dio un último sorbo a su vaso de agua y dejándolo sobre la encimera de acero de la cocina se acercó a él.

-         Eso no es de tu incumbencia.

-         Si lo es. Se trata de mi amiga, quiero saber con que clase de persona duerme por las noches – Kit le miraba con desconfianza y Bastian abrió los ojos como platos, incrédulo.

-         ¿Crees que la quiero hacer daño? ¿Qué todo forma parte de alguna especie de plan maléfico donde seduzco a semidiosas para saciar mis intereses ocultos? – avanzó hacía la pared, apoyando su espalda contra ella – Valla monje, eres realmente astuto, acabas de desmantelar mi plan – dijo sarcástico.

-         Quien sabe, tal vez no valla tan desencaminado – Los ojos de ambos se encontraron y cuando Kit apreció la mordaz expresión del muchacho deseó no a ver empezado nunca aquella conversación.

-         Valla, tienes una preciosa imagen de mí, ¿pero sabes qué? Tú a mí no me conoces, y por lo tanto no eres nadie para juzgarme de esa manera. Puede que no haya sido nunca un ejemplo de hombre, ni de hermano, tal vez ni siquiera de hijo o amante, pero lo único constante en esta vida es algo llamado cambio, dime, ¿acaso yo no tengo derecho a cambiar? ¿A rectificar mis errores?

-         Hay errores que no pueden rectificarse- sentenció el aprendiz - ¿o acaso puedes devolver las vidas que has quitado? – El bronceado rostro de Bastian palideció, incluso pareció que la mandíbula se le desencajaba. Jamás nadie se había atrevido a decirle algo así, y para su sorpresa le había resultado hiriente oír aquellas palabras. Pues claro que no podía devolver las vidas que había arrebatado, y hasta ahora no se había arrepentido de ninguna de ellas, tal vez porque había preferido no darle vueltas al asunto, para evitar así cualquier tipo de culpa que le quitase el sueño, pero después de aquello dudaba que pudiese descansar en semanas.

El mismo era el protagonista de sus pesadillas. Yo solito me quito el sueño, pensó, era triste, pero cierto. Sintió entonces una presión en el estómago, y unas impresionantes ganas de llorar. Llorar por aquellos 24 años de infelicidad que llevaba a sus espaldas, por todos los golpes que había recibido de crio, por todos los que había dado él, y por todas las veces que su espada había atravesado pecho ajeno, pero no lloró, encerró como pudo sus lágrimas, no dejando que ninguna escapase de sus ojos, deshizo el nudo de su estómago y volviendo a tener de nuevo la miraba impasible que le caracterizaba, cogió su espada, su túnica, y salió de la casa golpeando fuertemente la puerta ante los incrédulos ojos de Kit, que no podía creer lo que acababa de ver, había alcanzado la fibra sensible de aquel hombre.

 

Por una parte se sintió complacido al sentir que había salido victorioso en aquella batalla verbal, pero por otra parte se sentía culpable de haber sido el causante del dolor del muchacho de cabellos plateados. Indeciso subió las escaleras de la casa hasta llegar a la habitación de Rena, y se acercó a ella, despertándola, cuando esta abrió los ojos, ‘’Bastian se ha ido’’ fue todo lo que escuchó.

Kit vio salir corriendo a la semidiosa, corriendo hacía la salida de la casa, corriendo por el callejón, corriendo, corriendo como una loca en busca de la persona a la que amaba.

Bastian andaba con la mirada perdida en el horizonte hacía una explanada que había en Irsinia, una especie de parque lleno de árboles frondosos donde podías apoyarte y descansar. Tuvo que salir de la casa de Agatha para tomar el aire, traquilizarse. Tenía que hacerlo si no quería partirle la cara a Kit, porque eso es lo que deseaba, soltarle tal puñetazo que callera de culo al suelo. Y puede que tal vez el aprendiz llevase razón, probablemente así fuese, pero sus palabras habían sido demasiado hirientes, incluso para alguien como él.

Respiro una y otra vez profundamente, intentando hacer desaparecer la ansiedad que le había provocado lo sucedido, sin éxito. Se apoyó en uno de los árboles y seguidamente se sentó en el suelo. En la vida se había sentido así, y esperaba no tener que volver a hacerlo en mucho tiempo.

A su alrededor solo se escuchaban grillos, y algún otro animal que se encontraba de caza y a esas horas de la noche el cielo estaba plagado de estrellas. Entonces recordó algo que una noche su madre le había dicho: las estrellas años atrás fueron personas como tú y yo Bastian, personas cuya aura al morir subió al cielo, para iluminar nuestra Teirak en la noche, tal y como lo hacían en vida, porque allí cariño – dijo señalando al cielo – solo están aquellas personas que fueron buenas en vida. Las demás están bajo tierra y las pisamos con los pies cada día.

El caballero oscuro se estremeció al recordar aquello, ¿su alma acabaría siendo pisada por la población teirakense?

Entonces a lo lejos apreció una figura humana, le era familiar, pero a pesar de eso cogió su espada con disimulo, prefería ser precavido. Cuando la figura estaba lo suficientemente cerca como para poder reconocer su rostro, depósito de nuevo la espada en el suelo, era Rena.

-         ¿Cómo me has encontrado?

-         Este es el único sitio verde de Irsina, y tú siempre solías transitar por lugares así – La semidiosa se sentó en el césped, justo enfrente de él, para poder ver su rostro - ¿Por qué te fuiste?

-          Digamos que tuve una amistosa charla con tu amigo el aprendiz – se silenció unos instantes antes de sincerarse con la muchacha de ojos negros- me dejó hecho polvo –Rena acercó su mano a su rostro, acariciándole, él comenzaba ya a habituarse a ese tipo de mimos.

-         Últimamente Kit está un poco cascarrabias, no te preocupes, se le pasará –concluyó la semidiosa.

-         No es eso lo que me preocupa, lo que me preocupa es que tú pienses igual que él – Bastian apoyaba su cabeza contra el tronco del árbol, mirando al cielo.

-         ¿Y que es eso que Kit piensa?

-         Pues piensa que yo, soy algo así como una especie de monstruo que viene a joderte la vida – Rena le miró con los ojos como platos, no podía creer que Kit hubiese dicho algo así.

-         Sabes que yo no tengo esos pensamientos en mi cabeza. Confió en ti.

-         Hasta que dejes de hacerlo.

-         Solo dejaré de hacerlo si tú me das razones para ello – reprochó la semidiosa, mirándole con curiosidad. Bastian parecía muy preocupado, nunca le había visto con esa expresión, como de lastima, lastima de sí mismo.

-         También me reprochó las vidas que arrebaté, tiene derecho a hacerlo, pero es tan solo…

-         ¿Tan solo qué?

-         Tan solo que nunca he caído en ellas, sencillamente prefería no pararme a pensar en ello, pero hoy, después de ese reproche no he podido evitar pararme a pensar en todas ellas. Tonterías mías, supongo – dijo el Joven tumbándose de espaldas en el césped, Rena le imitó, colocándose a su lado.

-         No son tonterías, es lo que pasa cuando te paras a pensar en tus errores, a veces te arrepientes, otras te enorgulleces, y otras sencillamente ni te acuerdas de cuales fueron. Tú hoy te has acordado, y como persona que eres no has podido evitar sentir culpabilidad, eso tan solo demuestra una vez más que no eres un monstruo.

-         Supongo que llevas razón – dijo el muchacho pasando su brazo por debajo del cuello de la semidiosa para que esta se apoyara en él, mientras se quedaban tumbados mirando las estrellas.

 

Eran ya las diez y media de la mañana y aun todos en aquella casa de piedra permanecían dormidos, incluidos Rena y Bastian que habían regresado pasada la media noche. Kit seguía tumbado en el sillón del salón, mirando al techo e intentando no hacer ruido para no molestar a sus compañeros. Cada vez quedaba menos para partir, quizá esa misma mañana lo hacían, y para su sorpresa no temía alejarse de Irsinia, de echo estaba deseando llegar al castillo de Arsen, luchar por la supervivencia y esperar a que alguien arrebatase la vida a aquel malvado ser, Arsen. Simplemente por el hecho de quitarse la tirita de la herida de un golpe, ver desaparecer la ansiedad que le provocaba que se acercase el momento, para poder volver a respirar profundo.

Oyó pasos de la planta de arriba, la madera crujía cada vez que alguien andaba, y parecía como si el techo fuese a desplomarse. Por las escaleras apareció Rena, la primera en despertarse después de él. Esta le saludó con un seco: buenos días mientras cortaba un poco de pan y cogía un vaso de leche.

Él la había dedicado también una sonrisa, la cual no fue devuelta, la semidiosa parecía estar enfadada por algo, mejor dicho, con alguien, y Kit no tardó en averiguarlo.

-         Fueron preciosas las palabras que le dedicaste ayer a Bastian ¿no crees? – preguntó mientras se sentaba en una silla de madera a beber su espumosa leche. Kit palideció, se avecinaba bronca, en concreto bronca con Rena, cosa que no era de su agrado, odiaba enfurecer a la muchacha.

-         Tal vez me pasé – respondió posando sus tiernos ojos esmeralda en ella.

-         No es que te pasases, es que aquella conversación no venía a cuento. Y si él me conviene o no es cosa mía.

-         Lo cierto es que los Dioses me encargaron que te cuidase y te alejase de las malas compañías, y eso es lo que intento hacer- Rena le dedicó entonces una mirada asesina.

-         Lo cierto es que se me cuidar solita y Bastian no es mala compañía, es mejor de lo que vosotros imagináis.

-         Disculpa que me cueste creerte – Miro hacía la ventana, no porque allí hubiese algo, sino porque no podía soportar la iracunda mirada de Rena durante tanto tiempo.

-         No sé qué es lo que te ocurre Kit… nunca has sido así, es como si intentases protegerme de cualquier persona que se me acercase. Eso no es algo malo, o amenos no lo sería si no considerases que todas las personas son nocivas para mí. No soy frágil, no sé qué es lo que tanto temes que suceda – Que te alejes de mí para siempre, que te vallas con Bastian y no vuelva a verte, que jamás tenga la posibilidad de estar contigo, pensó el joven de cabello castaño planteándose hablar de sus sentimientos con ella, liberarse de una vez por todas. Y tras un silencio, se decidió a hacerlo.

-         Lo cierto es… - El sonido de unas pisadas bajando la escalera le interrumpió, eran Denis, Agatha y Ali, que bajaban provocando un gran estruendo, Bastian unos pasos más atrás bajaba silencioso y tranquilo.

 

Rena intentó poner una cara alegre, a pesar de no estarlo. Hoy era el gran día, emprenderían camino hacía el castillo de Arsen. Debían de ser silenciosos y pasar desapercibidos si no querían ser descubiertos por los caballeros oscuros, porque en ese caso, serían eliminados inmediatamente, pues por allí no transitaba ningún pueblerino, lo que les haría parecer sospechosos.

-         A llegado el día – comentó la semidiosa, los demás asintieron con las cabezas sin decir nada al respecto, menos Agatha que sí que tenía algo decir.

-         He decidido que yo también iré con vosotros, sé que soy una anciana, pero podría utilizar algún que otro conjuro para ayudaros si es necesario – Rena le miraba perpleja, estaba arriesgando su aura por ellos.

-         Me parece peligroso llevarte allí Agatha. Correrías peligro – dijo la semidiosa.

-         Más peligro corrí ayer, cuando casi muero decapitada, y aquí sigo, todos visteis lo que soy capaz de hacer, iré – Rena y sus compañeros suspiraron, Agatha era una mujer realmente testadura.

-         De acuerdo, pero tú vigilaras la entrada con Ali, por si necesita ayuda – La anciana puso los ojos en blanco, pero aceptó.

-         Y respecto a cómo iremos, ¿cogemos los caballos? – Preguntó Denis.

-         No, demasiado ruidoso, iremos andando – El joven asintió con la cabeza sin añadir nada al respecto – Y coged una soga, la necesitaremos – El gladiador volvió a asentir.

Denis, Ali y Agatha, parecían ser flores marchitas en una pradera donde nunca las toca el sol. Probablemente no era miedo, sino presión porque se iba acercando el momento. Y no podían dar ni un solo paso en falso.

Terminaron de desayunar y seguidamente cogieron sus armas y sus túnicas para salir de Irsinia y caminar hacía Arsen. Se sentían como ratones yendo hacía una enorme ratonera donde nadie sale vivo.

Una vez salieron de los límites de Irsinia entraron en un enorme bosque, de árboles repletos de flores blancas en sus cimas, como si fueran nieve en el pico de una montaña, eran algo realmente bello. Ali cogió una de sus flechas y la lanzó contra la cima con la intención de que callera alguna de las flores, pero ante su sorpresa estas salieron volando como si fueran mariposas por el cielo, como si tuvieran vida propia. Denis sonrió melancólico.

-         Teirak estaba plagado de ellas antes de la llegada al trono de Arsen – dijo señalando las preciosas flores voladoras, que bajaban de nuevo para volverse a depositar en su árbol madre.

El camino que conducía al castillo de Arsen era de Arena y grava, y no parecía ser muy transitado por nadie. Unas pisadas provenientes del bosque que rodeaba el camino hicieron que el grupo tomase posición de batalla. Cubriéndose las espaldas unos a los otros, como siempre hacían. Las pisadas se oían cada vez más cerca. Alterándoles. Entonces de unos arbustos apareció una mujer, con aspecto humano, su tono de piel era verde, y sus ojos morados, sus cabellos formaban pequeñas ramitas plagadas de hojas verdes oliva que caían sobre sus hombros esbeltos. Era una mujer de belleza extraña, pero muy atrayente. Se quedó quieta en medio del camino, examinándoles.

-         Será mejor que os deis la vuelta – aconsejó - este lugar es peligroso, estáis demasiado cerca del castillo de Arsen.

-         Lo sabemos, pero es allí a donde nos dirigimos – Contestó Rena intentando averiguar qué clase de ser fantástico era, hasta ahora no había visto ninguno tan cerca, pues desde que Teirak se había vuelto tan sangrienta ninguno ser se había atrevido a acercarse a los pueblos donde se encontraban los humanos. Era triste que los seres fantásticos, además de los magos y brujos tuvieses que esconderse, cuando eran lo más bello que poseía Teirak. No aguantó más, tenía que preguntarle que se suponía que era – ¿Se puede saber que eres? – La mujer verdosa la miró con curiosidad, y seguidamente la sonrió con sus diminutos dientes.

-         Adivinar. Soy un ser que Físicamente tienen unos rasgos muy delicados, parecidos a los de las doncellas elfas. Puedo tener los ojos violeta o verde oscuro y mi cabello y piel cambian de color según la estación. De esta forma puedo camuflarme en el bosque sin que se me vea – La joven parecía divertida, como si hiciese hace mucho tiempo que no le hacían aquella pregunta y tuviese que aprovechar el momento. Agatha no tardó ni dos segundos en decir que ser era.

-         Eres una Dríada.

-         Exacto – Dijo la muchacha sonriéndola plácidamente.

-         Tal vez ellos no te reconozcan porque han vivido la mayor parte de su vida en el reinado de Arsen, pero yo ya soy muy vieja, y recuerdo como era todo cuando Alexander estaba en el trono, recuerdo como erais todos y cada uno de los seres mágicos. Era bello caminar por el bosque y poder veros y charlas con vosotros, como si todos fuésemos iguales, como si todos fuéramos sencillamente teirakenses, independientemente del tipo de magia que utilizásemos – La muchacha verdosa bajo la mirada entristecida, parecía que ella también recordaba ese mundo del que hablaba Agatha, que Kit, Denis, Ali y Bastian no habían tenido la suerte de disfrutarlo, no durante demasiado tiempo.

-         Yo también lo recuerdo. Y más lo siento, pues desde entonces vivo escondida en mi roble, como si no hubiese nada más ahí afuera, y lo que más me duele es que si lo hay – Hizo una pausa, secándose los ojos, que ahora permanecían llorosos – Pero bueno, al fin y al cabo esto ha sido culpa vuestra humanos, culpa de vuestra avaricia, sobre todo culpa de la de Arsen, que quema nuestros bosques para sembrar el terror y sacrifica a los vuestros por la misma razón, hasta que ese ser no muera ninguna criatura del bosque podrá salir a la luz, por lo menos no durante demasiado tiempo.

-         ¿Y tú? ¿Por qué te has atrevido a salir a la luz? – Preguntó Denis, intentando cotillear lo máximo que pudiese. Era un hombre realmente curioso.

-         Ella me ha dado fuerzas para salir – dijo señalando a Rena, que la miro con los ojos como platos.

-         ¿Yo?

-         Claro, ¿quién sino semidiosa? Tu energía sobrenatural se nota a Kilómetros. Quizás para los humanos pase desapercibida, pero para los seres fantásticos no, somos muy sensibles a ese tipo de cosas. Sabía que si estabas tú, nadie me haría daño, al fin y al cabo se te envía para proteger a los débiles ¿no es así?

-         En cierto modo.

-         De acuerdo, entonces os acompañaré un pequeño tramo hacía el castillo de Arsen, por si necesitáis mi ayuda. Además quiero aprovechar esta oportunidad para caminar tranquilamente por el bosque – Bastian que había permanecido oculto tras el enorme cuerpo de Denis se vio descubierto cuando este dio unos pasos al frente, inclinándose hacía la Dríada para agradecerle lo que iba a hacer por ellos. Entonces la mujer verdosa vio al caballero oscuro, sobresaltada.

-         ¿Bastian? – El joven la miro con ojos inexpresivos, como si nunca en la vida la hubiese visto.

-         Si.

-         ¡Valla! Veo que te has cambiado de bando. Es un gusto verte lejos de Arsen – El muchacho se limitó a asentir, sin decir nada al respecto, como si aquella conversación apenas fuese con él.

-         ¿De qué os conocéis? – preguntó Rena enarcando una ceja mientras comenzaba a caminar de nuevo, no podían quedarse ahí quietos todo el rato.

-         Digamos que fuimos viejos amigos – La Dríada sonrió pícaramente, a la par que la cara de Rena se enrojecía como un tomate.

-         La salvé la vida una vez, eso es todo – concluyó el muchacho de ojos azules.

-         ¿Te parece poco? Te lo debo todo Bastian – Aquella conversación empezaba a molestar a Rena, era evidente que la joven intentaba coquetear con él – Él era el líder de los caballeros oscuros, los cuales me capturaron por disfrute, pretendían hacerme cosas realmente horribles, entonces Bastian dijo que él se encargaría de mí, pero sin embargo, me dejo huir – La joven no paraba de sonreír.

-         Preciosa historia, en fin, continuemos caminando – Exclamó la semidiosa, mientras Bastian enarcaba una ceja sonriente, Rena se había puesto celosa.

Anduvieron durante unos 200 metros, situándose ya bastante cerca del Castillo, ya veían enormes rocas a lo lejos formando murallas. Murallas que protegían a Arsen. Era curioso, que un hombre como él, supuestamente tan fuerte y vanidoso tuviese que esconderse tras ellas eternamente.

-         Aun no nos has dicho tu verdadero nombre – Comentó Kit intentando romper el silencio que les había envuelto al ver la muralla del castillo.

-         ¡Qué despiste el mío! Mi nombre es Epifanía, pero me podéis llamar Epi.

-         Mejor, ¡no creo que fuese capaz de recordar ese nombre! – Exclamó Denis, tan sincero como siempre. La muchacha rompió a reír.

-         Lo cierto es que no hace falta ni que recuerdes la abreviación, porque me voy ya. Cada dríada pertenecemos a un roble del bosque. Nos hallamos unidas a él de por vida y no podemos alejarnos más de 300 metros de éste o morimos lentamente. Así que lo siento, pero no puedo alejarme más. Ha sido un gusto conoceros. – Los cinco jóvenes y Agatha le sonrieron agradecidos por haberles deleitado con su compañía. Sobre todo Agatha que había añorado durante tantos años charlar de la manera que lo habían hecho con un ser como Epi.

La joven comenzaba a alejarse cuando el trotar de unos caballos les sobresaltó.

-         Caballeros oscuros – indicó Bastian, entonces Rena se giró en redondo buscando a la joven verdosa, y atrayéndola hacía ellos. Denis cogió en brazos a Agatha para poder avanzar rápido mientras corrían hacía el bosque, adentrándose en él.

-         Por aquí – Dijo Epi mientras señalaba una vieja casita de madera que posiblemente años atrás perteneciese a un leñador. Entraron en esta. La madera estaba húmeda y podrida, y había un fuerte olor a moho en el ambiente, pero nadie dijo nada, todos quedaron en silencio esperando que los caballeros oscuros no les encontrasen. Pero entonces Rena miro hacía sus pies. Cayendo en la cuenta de que el suelo de madera estaba lleno de bebidas alcohólicas.

-         Bastian, ¿veníais aquí para beber? – preguntó la semidiosa inquieta.

-         No, o por lo menos yo no conocía este lugar.

-         Pues ellos sí – Concluyo Ali mientras miraba por la pequeña ventana de la caseta. Dos caballeros oscuros se acercaban entre risas a la cabaña.

-         ¡Mierda!- exclamó Rena intentando buscar alguna idea que les sacase de aquel apuro. Entonces recordó como había hecho tronar los cielos aquel día bajo la torre de Trebus, y como había provocado la lluvia para apagar un fuego en Gladior, recordando con esto la semidiosa que era y como ella tenía todo el poder en sus manos. Cerró los puños con fuerza, haciendo tronar los cielos.

 

Los dos caballeros oscuros miraron el cielo sorprendidos, una enorme tormenta se formaba sobre sus cabezas como si se tratase del ojo de un huracán.

-         Sera mejor que cojamos las bebidas rápido- comentó uno de ellos acercándose a mayor velocidad hacía la caseta, mientras Rena apretaba más y más sus puños, y cuando ya no pudo apretarlos más, los levantó en alto, haciendo que varios rayos cayeran muy cerca de los caballeros oscuros que había en el exterior, los cuales, asustados corrieron hacía sus caballos para partir hacía el castillo y esconderse de aquella supuesta tormenta.

Los cuatro muchachos y Agatha la miraban sorprendidos por aquella increíble escena que les había regalado. Sorprendidos del terrible poder de la semidiosa, menos Bastian que ya había visto a Rena en acción aquella vez en el pozo del bosque de Gladior y sencillamente la sonreía con ternura. Eres increíble, le hubiese gustado decirla, pero no podía, se veía incapaz de decirle algo así delante de toda aquella gente.

Epi se giró hacia sus nuevos conocidos colocando una de sus manos en el corazón, que le palpitaba más rápido de lo habitual por la adrenalina.

-         Valla, eso ha sido extraordinario – comentó mientras abría la puerta de la cabaña y salía rauda por ella. Los demás la siguieron dispuestos a continuar su camino hacía el castillo, pero entonces se dieron cuenta de que la muchacha verde se había quedado parada tras ellos, y se dieron la vuelta – Es hora de la despedida, de la verdadera despedida. Nada me haría más feliz que veros llegar a vuestro destino, pero no puede ser. Espero de corazón que vuestro objetivo, sea cual sea este, se lleve a cabo, de veras – La joven se acercó a Rena, abrazándola y seguidamente besando su mejilla derecha – Suerte semidiosa.

Epi desapareció entre los verdes arboles camuflándose, fundiéndose con ellos.

Tardaros unos minutos en llegar a la entrada del castillo de Arsen. Era un lugar grandioso, de piedra y mármol, con un tejado de roca caliza que se alzaba frente a ellos como un gigante con deseos de aplastarles, las numerosas cristaleras estaban coloreadas de verde azul y rosa, dando color al castillo. Todo estaba perfecto, como si apenas llevase unos años en pie, como si el tiempo no pasase en aquel lugar. Pero a pesar de ello, sintieron escalofríos. Pues aquel era el hogar de Arsen. El villano que había creado de Teirak un infierno.

Denis lo miraba de una forma distinta, parecía incluso sentir ternura hacía ese lugar, cosa que era razonable, 15 años de su vida los había pasado bajo esos techos de piedra, con su difunto padre, el rey de Teirak. Su mayor ídolo. Si la cosa acababa bien, él ocuparía su lugar.

 Se escondieron tras un árbol, para que los guardias que había en las torres del castillo no les identificaran. Y comenzaron a alzar a este a la joven Ali, y acto seguido a Agatha, que no conseguía alcanzar ninguna rama donde amarrarse. Una vez la alcanzó, se situó al lado de la muchacha de cabellos rubios, que sacaba una flecha de su portador azul y la colocaba en el arco, tensando sus cuerdas. Llevaba años deseando aquel momento, el momento de vengar a su hermana, de soltar toda la ira acumulada en su corazón. Cuando Denis, Kit, Rena y Bastian llegaron a la pequeña muralla del castillo, le hicieron un gesto con las manos, señalando que se deshiciese de los arqueros de las torres para así poder trepar la muralla tranquilamente. Ali así lo hizo, lanzó una de sus flechas atravesando el pecho del primer guardián, seguidamente del segundo, tercero y cuarto. Era espeluznante a la velocidad que disparaba sus flechas. Era toda una arquera.

Una vez se deshizo de todos, Denis entrelazó sus manos, indicando a sus compañeros que colocasen sus pies en ellas para así poder lanzarlos gracias a sus enormes músculos hacía lo alto de la muralla, que era lo suficientemente baja como para que esto no les resultase difícil. La primera en ser alzada fue Rena. Denis la propulsó hacía arriba sin problemas y la semidiosa se amarró con sus manos al borde de la muralla, mirando hacía abajo, visto desde allí aquella barrera de piedra no era tan pequeña, tras ella subieron Kit y Bastian, que sacó de debajo de su túnica la soga que horas antes la semidiosa les había pedido, tendiéndosela. Rena la amarró a un saliente de la muralla, dejando que el resto de la cuerda callera por esta hasta llegar a Denis, que trepó por ella.

El objetivo estaba cada vez más cerca. En alguna de las torres de aquel hermoso castillo se encontraba el hombre que sin ser visto en los últimos veinte años, era el más temido en toda Teirak, y sin estar presente había intervenido en las vidas de todos los allí presentes.

Había asesinado a la hermana de Ali, al mentor de Kit… al padre de Denis. Había convertido a Bastian en un asesino a sueldo y para Rena, él había sido la causa de su aparición en la tierra. Todos menos ella, tenían grandes razones para matarle, pero sin embargo, debía hacerlo ella. Y debía darse prisa, las agujas del reloj corrían a la velocidad de la luz, dejando que pasase el tiempo y por lo tanto dejando que se acercase la hora en la que Teirak quedase desierta de oxígeno.