Rak corría salvaje por el pequeño pueblo
de Gladior, hasta allí le habían llevado sus enormes pies. Y ahora se disponía
a saborear la libertad que aquellos dos muchachos le habían otorgado sin
saberlo, una libertad que le dejaba cierto regusto a sangre humana en la boca,
pues parte de esta liberación le había concedido el poder de devorar humanos,
algo que le resultaba de lo más agradable. Su sangre era dulce, con un cierto
regusto a hierro, que le enganchaba. La población corría atemorizada, de un lado
a otro, sin saber bien donde iban, pues el terror les nublaba las mentes,
impidiéndoles pensar de una forma clara. Rak observó cauteloso su alrededor,
una madre había dejado un pequeño bebe en el suelo por miedo a que la devorasen
a ella, más tarde se había intentado acercar, pero no lo había conseguido, el
miedo la consumía, entonces Rak se preguntó que tal sabría aquella diminuta
criatura, podría ser su postre.
Denis permanecía tumbado en la
habitación, mirando el techo, minutos antes había estado charlando con Bastian
sobre el estado de Rena, pero ahora este había partido a su habitación,
dejándole de nuevo solo y aburrido, tenía ganas de moverse de aquella
habitación e ir a buscar a Ali, hablar con ella, besarla, hacerla reír, pues
creía no haber visto nada más hermoso que la sonrisa de aquella muchacha, pero
ella ya le había dicho que necesitaba tiempo para pensar, espacio. Él le daría
ese espacio, pues la espera le valía la pena. Ali no era demasiado cariñosa, o al
menos no tanto como él, pero sin embargo, cuando realizaba el mínimo gesto de
afecto, este, por pequeño que fuera, era algo significativo para ella, algo
sincero y real, pues la muchacha de cabellos rizados y cortos cuando sentía,
sentía de verdad, aquello era una de las cosas que amaba de Ali, su sinceridad.
Unos ruidosos pasos le arrebataron su tranquilidad, eran los de Ali, que
acababa de abrir la puerta con un gran estruendo.
-
¡Rápido Denis! ¡Hay problemas en
Gladior! El ejército va para allá, pero tardaran horas en llegar, necesitamos la
ayuda de Agatha – fue lo que la joven dijo mientras salía disparada hacía la
puerta de la habitación de Rena y Bastian– Nos vemos en la habitación de Agatha
– gritó mientras se alejaba. Al llegar a la puerta de la semidiosa, la abrió de
golpe, sin el mínimo cuidado, encontrándose a una cariñosa Rena que acariciaba
los cabellos dorados del joven de ojos claros – Vamos chicos, tenemos que
partir a Gladior, os esperamos en la habitación de Agatha – estos asintieron
sin más y comenzaron a armarse y ponerse sus túnicas, como siempre, Bastian con
una negra y la muchacha de ojos oscuros con una roja. Ali ahora corría hacía la
habitación de Agatha, preguntándose por qué ella no podía ser como la
semidiosa, porque no era capaz de hacer feliz a Denis, aunque tan solo fuera
con una simple caricia en el pelo, pero ni de eso era capaz, se maldijo por
ello.
Al llegar al lugar donde descansaba
Agatha, se encontró con esta moviendo las manos de una forma extraña, tratando
de crear un portal que comunicase con Gladior. Enfrente de la anciana comenzaba
a formarse una especie de espejo de colores que se movía con la misma sutileza
que el agua, cuando la brisa la toca. Ali no pudo resistirse y dio unos pasos
al frente, mirando de cerca el portal, incluso dejando avanzar su dedo índice
para tocarlo, cuando lo hizo, de alrededor de su dedo surgieron pequeñas
hondas, similares a las que surgen en los charcos cuando la lluvia cae sobre
ellos. Aquel portal era precioso, y Agatha estaba realmente encantadora, con
los ojos cerrados, en su luminosa y colorida habitación con cortinas moradas,
diciendo cosas en bajito, como si fuesen para sí misma.
Pasados unos minutos sus compañeros
entraron por la puerta, ya preparados para partir. Denis llevaba una túnica
verde oscura, esa había sido su nueva prenda desde que se convirtió en Rey, su único cambio, pues seguía igual que siempre,
ni siquiera llevaba puesta nunca la corona, solo en reuniones oficiales.
-
Ya esta casi listo el portal –
dijo Agatha sin abrir los ojos al oír el ruido de las pisadas de sus ‘’niños’’,
impacientes por partir a Gladior.
-
Por cierto ¿Y cuál es el problema?
– preguntó Rena.
-
Un mago de la zona me advirtió
atreves de señales mágicas que un Rakshasas esta causando el caos en Gladior,
alguien lo ha invocado – explicó la bruja.
-
¿Y quién es tan tonto como para
invocar un Rakshasas y dejarlo libre? – Preguntó Bastian que parecía saber bien
que era aquel ser, al contrario que Rena y Denis que fruncían el ceño sin
entender que era aquello a lo que los aldeanos temían.
-
Alguien con poca práctica en el
mundo de las invocaciones – explicó la anciana, sin parar de agitar las manos
en ningún momento – habrá sido un accidente.
-
¿Ha habido heridos? – interrumpió
Denis, aquello era lo que a él realmente le importaba, que su población estuviera
en perfecto estado.
-
Si, una docena– indicó Agatha
terminando de formar el portal. El rostro de Denis palideció, no sabía que era
aquel tal Rakshasas, pero debía desaparecer, y cuanto antes, mejor.
-
¿Y el ejército? – Preguntó Rena,
que no había sido informada sobre él.
-
Están de camino, pero tardaran
muchas horas en llegar, solo estarán presentes en la reconstrucción de los
daños, nosotros seremos los primeros en poner los pies sobre Gladior. Podríamos
atravesar todos el portal, incluido el ejército… pero yo no tengo tanta energía
como para hacer eso, bastante que a mi edad soy capaz de transportarnos a
nosotros a través de esto- dijo abriendo los ojos y mirando el portal que
acababa de crear, como si fuese su bebé – Ya esta listo. Ahora tan solo debéis
de imaginar la plaza del pueblo de Gladior, y esta especie de cristal, al
atravesarlo os conducirá a él – los cuatro muchachos asintieron y sin más
dilación atravesaron el portal, la última en hacerlo fue Agatha.
Rak pudo apreciar como una especie de
espejo surgía de la nada, formándose en el aire como si la gravedad no
existiese y pudiese flotar. Lo miró curioso, sin entender de qué se trataba, en
su dimensión jamás había visto nada igual. Soltó el niño que sujetaba en su
mano, dejándole caer sobre su madre, que gritaba desesperada, y se acercó un
poco más a aquel elemento flotante, con cautela. De aquella especie de espejo
comenzaron a surgir humanos, cuatro jóvenes y una anciana, una vez cruzaron,
este, se cerró sin más. Iban armados hasta los dientes y le miraban asombrados,
pero ese gesto de asombro cambió rápidamente en sus rostros, pues comenzaron a
moverse por la plaza, rodeándole. Mientras los pueblerinos de aquel pequeño
pueblo miraban sorprendidos como el nuevo Rey de Teirak había aparecido como
por arte de magia, y nunca mejor dicho.
Ali trepaba la rugosa pared de una casa
tratando de llegar al techo de esta, para poder así disparar con su arco desde
las alturas si era necesario, Agatha ahora la seguía, buscando su protección,
mientras que Rena, Bastian y Denis formaban un circulo alrededor del Rakshasas.
Verles luchar juntos era espeluznante. Denis llevaba consigo una soga, debajo
de la túnica y se dispuso a sacarla mientras Rena y el antiguo caballero oscuro
distraían al feroz felino atrayéndole hacia ellos. Una vez Denis sacó la soga
lanzó uno de sus extremos a Rena, que comenzó a correr con ella en mano, dando
vueltas alrededor del demonio, mientras el gladiador la imitaba, pero en
sentido contrario.
-
¡Vamos ven aquí gatito! – Le
gritaba provocativo Bastian mientras trataba de alejar los pensamientos del Rak
de la soga que comenzaba a amarrar con fuerza sus enormes pies. La verdad era
que aquella especie de enorme humano con cabeza de tigre era un ser curioso. El
felino extendió una de sus zarpas al caer en que la semidiosa le estaba
apresando, arañando el dorso derecho de Rena, que logró esquivar un segundo
golpe sin parar de dar vueltas. Bastian miró la escena furioso, no soportaba
que nadie, ni nada dañase a aquella mujer de cabellos negros.
Rena dio una última vuelta alrededor del
demonio, haciendo que este perdiese el equilibrio y cállese al suelo provocando
un gran estruendo. Intentaba levantarse, pero la soga se lo impedía, y casi le
cortaba la circulación, por no hablar de las rozaduras. Bastian se acercó al
ser con su impasible mirada puesta en él, glacial, llevaba el cuchillo en la
mano y estaban claras sus intenciones, quería deshacerse del demonio.
-
¡Bastian no le mates! – gritó Rena
acercándose a él y posando su mano en el hombro del muchacho. Bastian respiró
hondo, y se alejó del animal. Era la primera vez en meses que sentía el impulso
de dañar a alguien o algo, desde que había conocido a Rena había tratado de
mantener la calma, de soportar cosas que antes no hubiera sido capaz de
soportar, y todo para que aquella mujer de cabellos negros no se alejase de él,
pues la quería. Dejó caer el cuchillo al suelo. Y se acercó a ayudar a Denis,
que estaba amarrando también las zarpas del ser demoniaco, que no paraba de
agitarse, enfurecido.
-
¿Quién te ha invocado? – habla, le
ordenó Denis. El animal no contestó y este volvió a formular la pregunta –
Vamos, ¿Quién te ha invocado? – el felino volvió a no contestar, molestando al
joven Denis, que trataba de averiguar cómo hacerle hablar, pero Bastian ya tenía
la solución, recogió el cuchillo del suelo y se acercó al pecho del Rak,
levantando el cuchillo con las manos en alto y luego bajando sus brazos con
violencia, dirigiendo el arma hacía el pecho de aquella especie de tigre, pero
entonces el demonio habló, aparentemente asustado.
-
¡Fueron dos jóvenes! – exclamó
nervioso, haciendo que Bastian se retirase satisfecho al haber hecho que el Rak
se creyese su falsa – en un mesón cercano al coliseo de Gladior – Denis al oír la
palabra ‘’coliseo’’ sintió un fuerte escalofrió – allí en el bosque hay una
especie de cueva, en la puerta hay tallado un sol, es ahí donde me invocaron.
-
¿Cómo eran tus invocadores? –
preguntó la semidiosa.
-
Uno de ellos era una mujer de unos
veintidós años, con los cabellos castaños rapados y dos grandes estrellas como
pendientes, el chico también tenía el pelo castaño, pero no recuerdo ninguna
característica más de ellos, la obscuridad del lugar no me permitía ver
demasiado.
-
Con eso será suficiente – indicó
Rena mientras se alejaba del Rak e indicaba a Agatha y Ali que descendieran del
tejado donde se encontraban.
-
Y ahora, ¿Qué hacemos con este
demonio? – preguntó Bastian.
-
Yo me encargaría de él, mandándole
de nuevo a su dimensión, pero eso significaría usar la magia negra y ya sabéis
que prefiero no usarla.
-
¿No conoces a ningún brujo que
pueda hacerlo? – Preguntó Denis, intentando pensar que podían hacer con aquel
demonio. Agatha frunció el ceño tratando de buscar un candidato que pudiese
ayudarles.
-
Si, si lo hay – concluyó ella – y
vive aquí cerca, fue el brujo que me avisó de la presencia del Rak. Le diré que
venga y le mande a su dimensión– Agatha se alejó un momento del demonio,
entrando en una pequeña casa y saliendo al rato con un hombre que parecía ser
un simple pueblerino con barba grisácea y rizada – Es un amigo, él se encargará
del demonio– dijo la anciana, dedicándoles una sonrisa tranquilizadora. El Rak
se movía nervioso, no parecía querer partir de aquel lugar, debía de haberle
cogido el gusto a la libertad, pero no podía quedarse allí. El hombre de barba
grisácea tardó apenas unos minutos en crear un orificio en la dimensión del
demonio y mandarle allí, sin ningún tipo de problemas, debía de ser un brujo
con mucha experiencia en invocaciones y demonios.
-
Ya está – indicó el anciano,
sonriendo a Agatha cariñosamente.
-
Gracias Ted- le dijo esta con una
sonrisa pícara mientras enredaba su dedo en uno de sus blanquecinos mechones de
pelo. Rena la miró divertida, aquella mujer era toda una ligona, y no se
cortaba ni un pelo a la hora de coquetear con sus pretendientes en público – Es
un antiguo novio – explicó esta, sonrojada. Los jóvenes se quedaron en
silencio, observando la escena, Agatha no paraba de sonreír al hombre, que era
ligeramente más joven que ella. Denis le dio un toque con el codo, divertido,
haciendo que Agatha cállese en la cuenta de que todos la observaban sonrientes
- ¡Vámonos! – exclamó al ver tanto cachondeo en los ojos de los jóvenes –
debemos irnos Ted- dijo la anciana despidiéndose del hombre. Era la primera vez
que los jóvenes escuchaban aquel nombre. El anciano se despidió sonriente y
entró de nuevo en su casa. Él también parecía divertido.
-
¿Qué ha sido eso? – preguntó Rena
rompiendo a reír.
-
Una despedida – Contestó la
anciana fingiendo no saber a que se refería.
-
No, no, me refiero a ese coqueteo
– dijo la muchacha sonriente mientras caminaban hacía el coliseo de Gladior,
pues desde allí debía de verse el mesón.
-
¿A caso no tengo derecho a
coquetear?
-
No te enfades mujer, era una broma
– dijo Denis golpeándola con el codo como minutos antes había hecho.
-
Sigue golpeándome así gladiador y
tendrás que llevarme arrastras – El muchacho ignoró el comentario. Y continuó
andando alegremente.
-
Por cierto, ¿exactamente para que
buscamos a los invocadores? no comprendo bien el por qué vamos tras ellos –
preguntó Ali con las cejas enarcadas.
-
Será mejor que alguien les dé un
aviso – explicó Bastian – no pueden ir por ahí invocando demonios, y menos sin
saber, luego pasan cosas como estas, los demonios son liberados y siembran el
caos – Ali asintió con la cabeza, pareciendo comprender las palabras del
antiguo caballero oscuro.
A lo lejos podían ver ya el coliseo de
Gladior, se veía tan pequeño como una mota polvo. Ver aquel lugar le trajo
muchos recuerdos a Denis, y ninguno de ellos buenos. Recordó las luchas cuerpo
a cuerpo, las muertes, la sangre derramándose por el suelo, los gritos, y
aullidos de la gente que veía el espectáculo, disfrutando de muertes que en su
mayoría no eran merecidas, y eran arrebatadas esperando que causasen algún tipo
de diversión al público, un público que no debía comprender que aquello que
estaban viendo era un asesinato, de esos que ellos luego tanto temían. Odiaba
el coliseo, antes tal vez lo viera como su hogar, pero ahora que había conocido
la vida más allá de él, odiaba cada minuto vivido dentro de este, pero a la vez
agradecía haber logrado sobrevivir, pues si no lo hubiera hecho jamás hubiera
conocido a la muchacha de cabellos rubios que en ese momento evadía su mirada.
A Rena el coliseo también la traía
recuerdos, pero todos ellos con Kit, le recordó en las gradas, esperando que
salvase a Denis, con sus ojos esmeraldas posados en ella, amándola desde la
distancia y ella ignorándole sin saberlo. Bastian la miró con los ojos
entrecerrados, intentando averiguar que pasaba por la cabeza de la joven.
Aunque se lo imaginaba, muchas veces había tenido quebraderos de cabeza,
pensando en ella… y en Kit… había leído la nota que este la dejo, ella misma se
la había enseñado, había visto la pena en sus ojos, la ira, la angustia por
haber perdido a su amigo, todo aquello le hizo pensar en más de alguna ocasión,
que Rena sentía algo más que amistad por Kit, y aquello le molestaba, y a la
vez le enfurecía. Aunque esta había desmentido esto, diciéndole que él era al
único al que amaba, y que por ello Kit ya no estaba. En aquella frase Bastian
pudo ver su sentimiento de culpa, le hubiera gustado saber como calmar ese
sentimiento, pero no sabía como hacerlo, no era muy bueno aconsejando ni
ayudando a la gente, aunque con ella lo intentaba en numerosas ocasiones.
Alargó su mano acariciándola el moflete con cariño, mientras esta elevaba la
mirada hacía él, eternamente agradecida. Tal vez no lo hiciese tan mal.
Denis observaba la escena. En aquellos
meses había descubierto mucho acerca del mundo interior de Bastian, un mundo
que al principio parecía inexistente, pero que ahí estaba, y poco a poco se iba
dejando ver más y más, cada vez más evidente. El gladiador sabía que el joven
de cabellos claros estaba preocupado por la semidiosa, había tratado de hablar
con él, como lo había hecho tantas veces con Kit, quería ser su apoyo, su
amigo, aunque le preocupaba que él no quisiera lo mismo que él, pues a pesar de
todo, aquel muchacho se mantenía en el grupo por la semidiosa. Por ella había
traicionado a Arsen y a los suyos, por ella había asaltado su propio hogar, por
nadie más. Continuaron andando unos minutos, viendo como poco a poco el coliseo
parecía agrandarse, pasando de mota de polvo a montaña. Cerca del camino
pudieron oír un riachuelo y Agatha no dudó en romper el silencio para hacer
notar que quería descansar en él.
-
Necesito descansar, y beber,
incluso una siestecita no me vendría mal – sentenció fingiendo estar realmente
cansada.
-
Ya apenas queda media hora Agatha,
¿No puedes aguantar? – preguntó Denis.
-
¿Tú que crees? ¡No tengo veinte
años jovencito! Y aunque odie tener que decirlo, ¡si lo necesito! – exclamó la
anciana que parecía estar de mal humor, posiblemente por las bromas que la
habían gastado en el camino sobre ella y su antiguo amor, Ted.
-
De acuerdo, paremos cerca del
riachuelo – Indicó el gladiador, acercándose a este y sentándose en las rocas
que rodeaban la orilla.
La anciana de cabellos blanquecinos,
bebió del riachuelo, y seguidamente se descalzó metiendo sus pies en el agua,
que estaba increíblemente fría, pero que le venía perfecta, pues se sentía
acalorada. Miró a su alrededor, los cuatro jóvenes estaban sentados en el
suelo, sin apenas una sola muestra de cansancio.
Bastian miraba como el agua avanzaba
veloz, provocando un ruido de lo más agradable al pasar por los obstáculos que
se creaban a lo largo del riachuelo. Ali y Rena conversaban divertidas, al
principio trató de enterarse de qué, pero dejó de intentarlo, pues en realidad
tampoco era algo que le importase. Miró hacía su izquierda, tratando de ver el
paisaje, pero el enorme armario que Denis era se lo impedía. Él nunca se había
considerado un hombre pequeño, media 1,84, tenía unos grandes hombros, pero
nada fuera de lo normal, sin embargo Denis, podría destrozarles a todos si él
quería. Cayó entonces en que el joven gladiador no paraba de mirarle,
fijamente, y por un momento se sintió incómodo.
-
¿Qué miras? – preguntó, más borde
de lo que hubiera querido sonar. El joven de pelo rojizo apartó la miraba,
levantándose seguidamente del suelo, haciendo que todos los músculos de Bastian
se contrajesen, preparándose para el ataque, aunque aquello no era necesario.
-
Bastian y yo vamos a dar una
vuelta – dijo el gladiador, indicándole con un gesto al joven que se levantase
y le siguiese, este lo hizo. Ali, Rena y Agatha asintieron, sin entender que
pretendían, pero seguidamente la semidiosa se encogió de hombros, continuando
con la charla.
Denis y Bastian
se alejaron apenas unos cincuenta metros de las muchachas y se sentaron en el
suelo apoyándose contra un árbol.
-
¿Por qué me traes aquí? – preguntó
Bastian enarcando una de sus cejas, un gesto que podría parecer terriblemente
sexy ante los ojos de cualquier mujer – Sé que soy guapo, pero he de advertirte
que solo tengo ojos para Rena ahora mismo- comentó divertido, mirando allí
donde estaban aún las jóvenes charlando. Denis rio.
-
Por los dioses, tendría que estar
muy borracho para fijarme en ti - contratacó el gladiador divertido, ante la
mirada asesina de Bastian, que no parecía estar de acuerdo.
-
Que golpe tan bajo – comentó el
joven, con la mirada perdida en el infinito de nuevo. Bastian podía ser
ingenioso y divertido si se lo proponía, pero pocas veces lo hacía, aún estaba
desintoxicándose de aquello que le había robado la sonrisa durante años, Arsen.
-
No te he traído aquí para charlar
sobre esto, te he traído aquí para darte la oportunidad de hablar sobre lo que
sientes – Bastian frunció el ceño, y luego dejó escapar una pequeña risa, casi
sin querer.
-
¿Qué es esto? ¿Una especie de
broma?
-
Sé que estas más preocupado por
Rena de lo que nos haces ver, he visto como la has mirado antes… - Bastian
apoyo la cabeza en el árbol, dejando que esta cállese ligeramente hacía atrás,
permitiéndole mirar hacia el cielo.
-
Es normal que este preocupado, lo
raro seria que no lo estuviera – explicó el joven evitando la mirada de su
compañero – hace unas semanas, ni siquiera sonreía, al menos ahora parece
recuperada.
-
¿Te preocupaba su salud? ¿O que
ella estuviese así por sentir más que una amistad hacia Kit? – El joven de
cabellos dorados le miró sobresaltado, sintiendo una enorme presión en el
corazón. Aquella duda le asaltaba incluso en sus sueños, convirtiéndolos en su
peor pesadilla.
-
¿A qué viene esa pregunta?
-
No es nada malo Bastian – dijo
Denis, tratando de relajar al muchacho, haciendo que este se sincerase con él.
-
Me preocupaba su salud, aunque
según avanzaron los día no pude evitar preguntarme si realmente aquellas
lagrimas eran derramadas por la pérdida de un amigo, o por la pérdida de algo
más… - Denis le miró satisfecho, había conseguido que Bastian hablase sobre sus
sentimientos. Sabía que aquello lo estaba haciendo para tratar de tapar el vacío
que Kit, su mejor amigo, le había dejado, y se sorprendió al ver que el fondo
de Bastian no tenía nada que envidiar al del joven de ojos esmeraldas, los tres
podían haber sido buenos amigos si la envidia no se hubiese interpuesto entre
ellos.
-
Rena jamás sintió nada por Kit –
aseguró este para tranquilizar al caballero.
-
Lo sé, eso creemos, pero ¿y si la
perdida ha avivado algo en su interior? A veces no nos damos cuenta de lo que
tenemos hasta que lo perdemos – comentó el joven. Denis se quedó callado las
palabras de Bastian podían tener sentido.
-
¿Qué harías si eso fuera cierto?
-
Irme, lejos, Rena es lo único que
me mantiene aquí, es aquella que me aleja del mal, da sentido a mi vida, si
ella me falta, lo único para lo que sirvo es para eso, para sembrar el dolor
sobre estos suelos Teirakenses, es lo que soy. Un asesino que trata de enterrar
su peor faceta por el amor de una mujer.
-
Tú no eres ningún asesino Bastian
– el joven de cabellos dorados puso los ojos en blanco.
-
¿En serio lo crees? – preguntó con
una leve sonrisa maléfica.
-
Vale, tal vez si hallas sido un
asesino, pero ya no lo eres, eso no puedes negármelo.
-
Hay quien dice que las personas
nunca cambian, tan solo fingen hacerlo y más tarde vuelven a su verdadero ser.
-
Pues yo creo que esas personas se
equivocan, al fin y al cabo tú cambiaste – afirmó el joven gladiador, y nuevo
Rey de Teirak.
-
Eso creo –contestó risueño. En
realidad no estaba seguro de ello, no sabía si verdaderamente había cambiado o
tan solo era un lobo disfrazado de oveja –Pero en realidad poco importa, hoy en
día estoy aquí con vosotros, no sé lo que me deparará el futuro, pero lo que si
sé es que hoy por hoy estoy de vuestra parte – Denis le sonrió.
-
No dudes de ti mismo, has tenido
múltiples ocasiones de vendernos, nunca lo hiciste Bastian, vales mucho más de
lo que crees, no dudes de estas palabras –El joven de ojos glaciales le
agradeció aquellas palabras con una leve palmada en la espalda, mientras se
levantaba, con la ayuda del árbol.
-
¿Así era como hablabas a Kit? –
Denis, que en aquel momento se encontraba mirando al joven fijamente a los
ojos, apartó la mirada.
-
Si, así era como lo hacía, y así
es como hablo a aquellos que considero mis amigos – Bastian le extendió la mano
al gladiador, ayudándole a levantarse. El jamás había hallado en Kit un apoyo,
ni un amigo, en ocasiones incluso se habían despreciado, pero ahora entendía el
por qué. Kit le envidiaba, por eso le dedicaba aquellas miradas asesinas. Tal
vez por ellas, Bastian, no tuviera ni el mínimo aprecio a aquel muchacho de
ojos verdes, sencillamente su desaparición no hubiera tenido importancia para
él si no fuera porque para Rena, si la había tenido, y al parecer para Denis
también. ¿Qué tenía aquel muchacho para que todos los allí presentes le
aguardasen tanto cariño?
-
Siento que halláis perdido a Kit.
-
No mientas, no lo sientes. Tú y él
jamás tuvisteis ningún tipo de unión.
-
Eso es cierto, no la tuve, Kit me
importaba una mierda, pero al parecer a vosotros no, y veros sufrir, sobre todo
a Rena… Créeme, no es agradable – dijo sincerándose.
-
He ahí el buen fondo de Bastian –
dijo propiciándole una fuerte palmada en la espalda mientras le dedicaba una
enorme sonrisa –Hubo veces que dudé de él, pero ahí esta – comentó de nuevo
entre risas.
-
Ni que lo digas, valla si dudaste,
¿Cuántos puñetazos me propiciaste por esa duda? – preguntó Bastian, sin el
mínimo rencor.
-
Bueno, tampoco fueron tantos –
respondió mientras se acercaban a Rena, Ali y Agatha, que ya estaban en pie,
preparadas para partir hacia el coliseo.
La anciana acaba de ponerse sus
zapatillas, y parecía volver a estar fresca y descansada, con un gesto de
agradecimiento por la parada, les señaló el camino de arena, invitándoles a
partir, y así lo hicieron. En apenas media hora llegaron al gran edificio de
roca grisácea, el coliseo, aquel lugar que meses atrás había sido la cárcel de
Denis, miraron a su alrededor, buscando alguna cueva que pudiese ser el mesón
que buscaban, y a lo lejos la vieron, tapada por una puerta de madera, en ella
tallada un sol, era el lugar donde se había invocado a Rak, y ahora su objetivo
era una joven de pelo rapado y un muchacho de pelo castaño. Se acercaron a
aquel mesón decididos a encontrarlos.
Abrieron la puerta con dificultad.
Entrando en una especie de túnel, repleto de escaleras y alguna que otra
antorcha que impedía que cayeran rodando por estas.
Aquel precisamente no era un lugar donde
ellos tomarían un par de copas, era demasiado hostil, demasiado tenebroso.
Había algún que otro destrozo, posiblemente provocado por el Rak, al intentar
huir del mesón-cueva. A penas había gente en el lugar y los pocos que había
bebían en soledad, ocultando sus rostros encapuchados, impidiendo que nadie
pudiese ver con claridad sus facciones. En la barra había una camarera con una
enorme cicatriz recorriéndole la cara. Rena no pudo evitar preguntarse que
sería lo que le había ocurrido a aquella mujer. La muchacha al notar que sus
ojos estaban posados en ella, sonrió tiernamente, con una boca aparentemente
torcida, estaba claro que aquella muchacha estaba repleta de heridas de guerra.
Se acercaron a ella, tratando de pasar
desapercibidos, sentándose en las butacas, como lo hubiera hecho cualquier
brujo del lugar.
-
¿Qué desean? – preguntó la
camarera, sonriente.
-
Nos vale con un par de vasos de
agua – respondió Rena. La mujer enarcó una de sus tupidas cejas, nadie solía ir
a aquel mesón solo para beber agua.
-
Y ahora dime ¿Qué deseáis
realmente? – Rena le dedicó una media sonrisa, aquella camarera no se andaba
con rodeos.
-
Deseamos que nos indiques donde
podemos encontrar a una mujer de pelo rapado con dos estrellas como pendientes,
iba acompañada de otro joven, pero de él no tenemos tantas características.
-
Abadía jamás va acompañada de
ningún joven, es una chica muy solitaria, o al menos eso parece, viene todos
los días al bar se tumba en aquel sofá – dijo señalando uno de lo más roñoso -
y bebe, sola, como todos los aquí presentes – Rena miró a su alrededor, aquel
lugar era deprimente, estaba lleno de gente solitaria que no encontraban
sentido a su vida y bebía creyendo que así podría olvidar sus penas, pero no
era así, y por ello regresaban cada mañana, dejando pasar sus segundos, minutos
y horas en aquel mugriento lugar, sin nadie que les esperase en casa. Porque si
es que alguna vez lo habían tenido, ellos mismos se habían encargado de
perderlos. No la gustaría estar en el puesto de ninguno de los brujos presentes
en la sala.
-
¿Y se puede saber dónde se
encuentra hoy Abadía? – Preguntó la semidiosa, que comenzaba a hartarse de
estar en aquel horrible lugar.
-
Nunca se sabe donde esta Abadía,
va y viene, es una joven inquieta.
-
Ya… ¿pretendes que me crea que no sabes si quiera
por donde suele transitar?- preguntó Rena, amenazadora, aquella conversación
comenzaba a irritarla, estaba claro que aquella camarera tenía cierto apego a la
muchacha que buscaban y por ello no quería delatar donde se encontraba.
-
De acuerdo… prueba en Tritonia, no
esta muy lejos de aquí – Los cuatro muchachos y Agatha asintieron complacidos,
saliendo por fin de aquel espantoso lugar, dejando de nuevo que el sol
broncease sus pieles. Un sol que desde la muerte de Arsen parecía brillar con
mayor intensidad.
Tritonia no estaba demasiado lejos, pero
aun así tendrían que dedicar varias horas en el camino. Agatha comenzaba a
estar Agotada de andar durante tanto tiempo, y Denis no dudo en llevarla en
brazos. Comparados los tamaños, el joven gladiador parecía un padre llevando a su
hijo. Estaba bien que él mismo se encargase de determinados deberes fuera
de su nuevo hogar, pero sabía que no podía estar demasiado tiempo lejos del
castillo, alguien podría recurrir su ayuda en cualquier momento. Al caer la
noche, regresarían a este.
Kit caminaba por las grandes calles de
Tritonia, el lugar más fantástico de toda Teirak, pues en él estaba la
biblioteca más antigua de todos los tiempo, en ella se hallaban todo tipo de
libros de magia que años atrás habían sido leídos por múltiples aldeanos, para
más tarde ser abandonados durante el reinado de Arsen, por miedo a ser acusados
por ejercer la brujería, como si por el simple echo de leer sobre ella se les
otorgase ese don. Kit suspiró lastimoso. Era un lugar realmente bello, rodeado
de árboles, pequeñas casitas de roca, con techos construidos con piedra pizarra,
y el suelo de las amplias calles, rojizo, formado principalmente por piedras
Jade, que le hacían relucir, pues el sol se veía reflejado en ellas. No muy
lejos de la calle principal de Tritonia, había un cementerio, reservado
principalmente para aquellos que hubieran vivido allí, que no eran pocos, pues
por las calles paseaban numerosos aldeanos y algún que otro ser mágico. Aquel
era un lugar donde descansar. Miró hacia el final de la calle, allí se
encontraba la biblioteca, imponente frente a él. Había sido construida con roca
obsidiana, de un bonito color morado oscuro, que a la noche posiblemente podía
parecer negro. Las ventanas estaban tapiadas con troncos y según se iba
acercando apreciaba una enorme puerta de madera, de un tono muy claro, que
resaltaba ante la oscura obsidiana de las paredes. Era un edificio, llamativo y
muy original.
Una vez hubo llegado, se dirigió a la
parte trasera de la biblioteca donde tan solo había césped, y a lo lejos, un
bosque y un pequeño río. Miró el edificio con curiosidad, buscando una entrada,
y en una ventana, no demasiado alta, la encontró. Miró el tronco que la tapaba,
concentrando su aura, y una vez lo hizo, lo golpeó con ella, partiéndolo en dos
y haciéndole caer al suelo. Observó el tronco satisfecho y seguidamente cogió
impulso, saltando a su interior, sin ningún problema. Una vez cruzó la ventana
se encontró en un lugar que para sorpresa suya, a pesar de tener tapiadas todas
sus ventanas y puertas, estaba bañado de luz. Miró al cielo, y para su sorpresa
pudo verlo, azul, sin a penar cubrir por ninguna nube, el techo era de cristal.
Y el interior un lugar precioso, ahora comprendía porque Abadía hablaba tanto
de aquel lugar. Todo el interior estaba plagado de estanterías, repletas de
libros, tanto por las paredes como por el centro de la sala, creando numerosos
pasillos. También había alguna que otra mesa, con un candil apagado en el
centro, que gracias al techo de cristal no sería necesario, y un gran número de
cuadros enmarcados en madera. Aquello era increíble. Se fijó en el beis de las
paredes, hacia que el lugar pareciese aún más amplio de lo que era, se tiraría
allí el resto de sus días si pudiera. El cálido contacto de una mano sobre su
espalda le sobresaltó, haciéndole girar en redondo, amarrar la mano de aquel
que le estaba tocando y retorcerla hacia uno de los lados, haciendo gritar a
aquel que le había seguido, que paso a ser aquella, pues cuando Kit, le tumbo
en el suelo, pudo apreciar el bonito rostro de Abadía, levantándola y dejándola
que se acariciase su brazo dolorida.
-
Debiste avisarme antes de ponerme
la mano encima.
-
Jamás pensé que fueras capaz de
retorcerme de esa manera, al parecer me
equivocaba, esa cara tan dulce engaña, debí de darme cuenta esta mañana en el
bar – comentó la joven, examinándole, mientras él no paraba de mirar a su
alrededor, alucinado por la belleza de aquel lugar.
-
Últimamente mi dulce cara no va a
juego conmigo…
-
¿No vas a pedirme perdón?
-
No, debiste avisarme – la joven de
ojos grisáceos le miró sorprendida, Kit no era precisamente una persona
agradable, o al menos no en ese momento. Se preguntó si alguna vez lo había
sido – ¿Sabes algo sobre el Rakshasas que liberamos?
-
Yo te iba a preguntar lo mismo,
fuiste tú el que salió del mesón con el demonio comiéndole los talones –
contestó la joven, sentándose sobre la mesa de la biblioteca.
-
No le presté demasiada atención,
sencillamente me dediqué a esconderme y seguidamente me fui.
-
Ya… a mí tampoco me dedicaste
demasiada atención, ni siquiera volviste para despedirte… aunque al parecer
careces de modales.
-
¿Por qué debía de volver? –
preguntó este prestándole escasa atención, mientras cogía de una de las
estanterías un libro de hechicería y comenzaba a leerlo.
-
Bueno… realizamos una invocación
juntos… charlamos… creía que te interesaba- dijo la muchacha mirando hacia el
techo con pena, había ido hasta aquel lugar a posta, en su busca, pues sabía
que allí era donde el muchacho iría después de la invocación, y él a penas la
prestaba atención. Una vez más era ignorada, tal y como lo había sido toda su
vida. Había sido catalogada de rara desde los diez años, cuando comenzó a
realizar algún que otro hechizo, torpemente, pues no poseía demasiada energía.
Los niños huían de ella, como si fuese una especie de monstruo, y a causa de
ello hoy en día era fría y desconfiada, pero aun así no podía evitar buscar
cariño, y al ver a Kit, se había sentido tan identificada… no pudo deshacerse
de sus ganas de buscarle, y charlar con él de nuevo.
-
¿Has venido hasta aquí a posta
para verme? – preguntó el muchacho de ojos esmeraldas, haciendo que el corazón
de la joven diese un vuelco, sin ni siquiera mirarla.
-
Así es – Kit se quedó en silencio,
mirando las hojas de aquel libro de brujería, sin leerlas. Notó como los ojos
se le humedecían, pero gracias al libro la muchacha no pudo apreciarlo. Aquel
que lloraba era el Kit encarcelado, aliviado al notar que aún le importaba a
alguien, que aun con el alma podrida aquella muchacha había visto algo de luz
en él. Aunque sabía perfectamente que Abadía no buscaba luz, era más dada a la
más tupida oscuridad. Apartó ligeramente el libro de él y entrecerró sus ojos,
pudiendo ver así su aura, grisácea, Abadía no debía ser precisamente una mujer
ejemplar.
-
Gracias – contestó finalmente. La
joven le miró boquiabierta, al parecer Kit también buscaba cariño al fin y al
cabo, tal y como lo hacia ella. No eran muy diferentes.
-
Puedes dormir aquí conmigo si
quieres.
-
¿Es aquí donde duermes cada
noche?- preguntó Kit. Abadía sencillamente asintió, mientras se alejaba por uno
de los pasillos formado por estanterías. El joven la siguió, sin saber a donde
se dirigía, al llegar al final del pasillo Kit vio un cuadro, enmarcado en
madera, en él, se apreciaba un bosque repleto de árboles y flores, era un
paisaje armonioso. Bajo él había un baúl, en el que Abadía se subió sin el
mínimo miramiento, movió el cuadro con cuidado y el joven entonces pudo ver que
era lo que la muchacha quería mostrarle. Tras él había una puerta de madera, la
cual también abrió, mostrándole un pasillo repleto de antorchas, por el que a
gatas, Abadía entro sin problemas y el tras ella. Al final de este había una
sala, sin ninguna ventana, y el techo ya no era de cristal sino de piedra. El
lugar era grande, y parecía estar unos metros bajo tierra, pues había notado
como el pasadizo que habían recorrido se iba inclinando cada vez más según
avanzaban. Abadía había decorado la sala con un pequeño sofá estampado de
flores roídas, un espejo apoyado en una pared, alguna que otra lámpara que les
permitía ver…. También había una bonita mesa de roble y en una de las viejas paredes,
Kit pudo ver una puerta, que Abadía abrió, aquella parecía ser su habitación,
pues en el centro había una cama, por lo demás el habitáculo estaba vacío.
-
¿Cómo descubriste este lugar? –
preguntó sorprendido. Aquel escondite era perfecto para él, necesitaba un lugar
donde descansar, y no tenía dinero para ello. Podría volver al templo, pero
tampoco quería que Bárbara viese como su alma se podría sin remedio.
-
Bueno, desde pequeña solía venir
aquí. Examinaba esta biblioteca de punta a punta cada día. No tenía mejor cosa
que hacer, era una niña abandonada sin lugar donde ir, así que aquí encontré mi
entretenimiento. Un día examiné que había detrás de los cuadros, siempre fui muy
curiosa, tras este, encontré este lugar. Por lo visto hace unos años cuando
Arsen hizo que la magia estuviera mal vista, el encargado de esta biblioteca,
se encerró aquí, para impedir que prendieran fuego al lugar, lo consiguió, pues
era un hombre influyente y Arsen no quería arriesgarse a matarlo, creó aquí su
hogar, construyendo este escondite, y al parecer con los años murió de viejo,
pues yo me encontré su cadáver justo ahí – dijo la muchacha señalando la cama
donde dormía. Kit sintió como su piel se ponía de gallina, no le resultaba
agradable descansar en el mismo lugar donde años atrás había fallecido alguien.
-
Tuviste suerte al encontrar este
escondite.
-
Y tú tienes suerte de haberme
encontrado a mí, porque ahora esto, también es tuyo – indicó la muchacha con
una gran sonrisa – Y ahora si me lo permites voy a comprar comida para
celebrarlo.
Kit vio alejarse de nuevo a Abadía, más
feliz que nunca, por el pasadizo por el que acababan de entrar minutos antes,
dejándole solo, en aquel extraño lugar, pero a pesar de ello, el joven de ojos
esmeraldas sintió el confort que se siente cuando estás en tu hogar.