Y aquí comienza la segunda parte de la novela: Teirak, un mundo sin aire.
Kit andaba por los alrededores del
Coliseo de Gladior, había oído hablar a dos brujos por el camino de la
existencia de un mesón donde poder relajarse sin sentirse diferente. El joven
de ojos esmeraldas estaba pasando por una dura transición y lo hacía el solo,
sin la ayuda de aquellos a los que alguna vez había llamado amigos, aunque
sabía que ellos no eran los culpables de aquella soledad, pues había sido él
quien había mentido diciendo que Arsen no le había dañado demasiado aquel día,
que tan solo le golpeó lanzándole varios objetos. Sus amigos habían creído sus
palabras, tal y como él esperaba. Es lo mejor, no quiero que vean este
deterioro, pensó. Aunque en ocasiones se arrepentía de haberlo hecho, pero si
tenía que convertirse en un ser odioso como lo había sido Arsen prefería que
sus amigos no lo viesen y que el ultimo recuerdo que tuvieran de él, fuera el
de aquellos meses vividos con ellos, luchando codo con codo. Quería que se
quedasen con el recuerdo de aquel joven que sería capaz de dar la vida por cada
uno de ellos, un joven que ya a penas existía.
Se miró las manos consternado, estaban palideciendo,
y tal vez algún día fueran tan cadavéricas como lo habían sido las del difunto
Arsen al pensarlo, un escalofrió recorrió todo su cuerpo.
A lo lejos Kit vio una cueva, tapada con
una puerta de madera y un especie de sol tallado en ella. Ya había llegado, el
mesón donde se suponía que brujos y magos descansaban y tomaban algo. Se acercó
a la puerta y la abrió, entrando en un oscuro túnel plagado de escaleras de
madera que descendían hacía un habitáculo ligeramente iluminado por la luz de
los candiles. Aquello era justo lo que necesitaba, un lugar donde poder
esconderse sin que nadie cállese en la obscuridad de sus profundos ojos
esmeraldas ni en las extrañas ojeras que habían surgido bajo ellos. He aquí, el
deterioro, se dijo mirándolas cuando paso frente a un espejo de la taberna. Una
vez llego al habitáculo principal lo examinó curioso. En una esquina había una
barra de madera donde varios brujos consumían alcohol, todos ellos
encapuchados, tal y como él iba. El resto del bar estaba casi vacío, y las pocas
personas que había, permanecían solas, sin hablar, y puesto que los brujos no
eran en su gran mayoría personas a las que les gustase la compañía esto no le
pareció nada de otro mundo. En un pequeño apartado donde había un roído sillón
se encontraba tumbada una figura humana, también encapuchada. Haciendo ya caso
omiso de la gente del lugar se acercó a la barra, sentándose en una butaca de
madera, cansado. Una camarera rubia, con ojos verdes y una cicatriz recorriendo
todo su rostro se acercó a él con una dulce sonrisa.
-
¿Qué hace un chico como tú en un
lugar como este?
-
Supongo que lo mismo que todos los
presentes en la sala, beber, para olvidar penas.
-
Valla, valla, ¿Y qué penas quieres
olvidar tú? – preguntó la camarera tratando de fisgonear tanto como pudiera,
pero el joven no le contestó - ¿Mal de amores tal vez?
-
Tal vez – concluyó el joven
levantando la mirada, entonces la camarera pareció sobresaltarse, el muchacho
era tremendamente atractivo, con un rostro dulce, pero ligeramente demacrado
por unas ojeras y unos ojos esmeraldas que parecían querer gritarle mil y una
penas.
-
Que raro que un joven como tú
tenga mal de amores.
-
¿Raro por qué?
-
¿Te has mirado esa carita? Debes
volver locas a todas las mujeres – dijo la joven de melena rubia sonriéndole.
-
De muy poco me sirve esta
‘’carita’’- dijo Kit recordando como Rena se había decantado por el ovalado y
fiero rostro de Bastian, sus cabellos plateados y sus ojos cian, dedicándole a
él el dolor que provoca el rechazo del ser amado.
-
Veamos, cuéntame, ¿Quién te rompió
el corazón? – preguntó la joven, que parecía poder leer los pensamientos de Kit
mientras se apoyaba en la barra, esperando oír una larga historia- vamos no me
hagas esperar.
-
Se llamaba Rena.
-
¿Se llamaba? ¿Murió?
-
No, pero como si lo hubiera hecho,
no creo que la vuelva a ver en mucho tiempo, hui de ella, bueno de ella y de
aquellos a los que consideré mi familia, digamos que yo antes no tenía este
aspecto – La joven enarcó una de sus finas cejas.
-
No comprendo, ¿Antes eras feo? – bromeó
la muchacha, haciendo que el joven de ojos esmeraldas la dedicase una sonrisa.
-
Ahora soy feo, pero por dentro,
por eso hui de ellos, no quería que conociesen mi nuevo yo – Se quedó en
silencio, recordando como por el camino se había comportado de forma agresiva
con varios mercaderes que pretendían venderle ropas, había volcado sus
carretas, les había destrozado sus puestos, se arrepintió de ello al finalizar
el destrozo, pero no era él, esos impulsos tan sanguinarios procedían del nuevo
Kit, que según pasaba el tiempo devoraba al antiguo, dejando que este saliese a
la luz en muy pocas ocasiones. Era como si la persona que antes había sido
permaneciese en una jaula en su interior, custodiado por la oscuridad de su
nueva aura, corroída. Volvió a mirar a la joven, que acababa de servirle una
copa, que al joven le supo a rayos.
-
A mí me gusta tu nuevo yo –
confesó la camarera dedicándole una sonrisa pícara que pareció disgustar a un
hombre que se encontraba sentado en una silla cercana. Era un hombre anciano,
de enormes dimensiones y barba blanca.
-
¡Lesticia! No hables con ese
joven, es un desconocido – La gruñó, aparentemente molesto.
-
No estábamos charlando padre –
mintió esta.
-
¿Y si lo hacíamos qué? – preguntó
Kit tentándole.
-
He visto como la mirabas, atrévete
a tocarla y te partiré en dos – aquellas palabras resonaron es su cabeza,
dejando salir a flote la obscuridad de su aura, que a diferencia de la antigua,
le encantaba la violencia y la tentación. Kit alargó la mano, acariciando
suavemente uno de los brazos de la joven y mirando de forma provocativa al que
parecía ser su padre.
-
¿Y ahora qué? – preguntó este,
causando la furia del hombre de barba blanquecina que trató de abalanzarse
sobre él, pero Kit desapareció dejando tras él una neblina grisácea y apareciendo
en la otra punta del bar, autotransporte, explicó. En aquellas semanas había
descubierto una gran cantidad de hechizos que podía llevar a cabo. El padre de
Lesticia volvió a correr hacía él, con el puño en alto, pero cuando llegaba al
sitio donde el joven de ojos esmeraldas le esperaba apaciguadamente, este ya no
estaba. Kit jugó con el hombre unas cuantas veces, hasta que este pareció hartarse
y ordenó a un par de brujos de la barra que se ocupasen del irritante muchacho,
cosa que a Kit le pareció de lo más divertida. Los magos se levantaron de sus
asientos, acercándose a él, con una navaja en cada mano. Unas navajas que Kit
hizo desaparecer de estas, atrayéndolas hacía él, levitando y acto seguido
lanzándolas hacia ellos, que consiguieron esquivarlas. Aquello le recordó a Kit
la batalla contra el enfermizo Arsen, él también había usado conjuros así.
Palideció, parecerse a aquel ser era lo último a lo que hubiese querido
parecerse su antiguo yo, sin embargo ahora, aquel poder le parecía excitante.
Los brujos volvieron a intentar
acercarse a él, pero este desapareció entre una oscura bruma, posicionándose
detrás de ellos, posando sus manos en la barra del mesón, y sujetándose en esta
mientras levantaba sus piernas, dejándolas flotar en el aire mientras
propiciaba una patada con cada una en la espalda de los brujos, los cuales
cayeron al suelo, y parecieron rendirse, pues no se levantaron de este, tal vez
esto fuera efecto de la bebida además de las patadas de Kit. El padre de
Lesticia parecía irritado, pero al ver el poder del joven, prefirió dejarlo
pasar, alejándose por uno de los pasillos mientras se llevaba a Lesticia con
él, dejando la barra desatendida.
El joven de ojos esmeraldas miró
aburrido la escena, la acción había terminado demasiado pronto para su gusto.
Posó de nuevo los codos sobre la barra y meció su rostro entre las manos.
Cuando se aburrió de la posición dio un trago a su bebida y se dispuso a
desaparecer del lugar. Estaba a punto de subir las escaleras cuando el joven
que permanecía en el sillón roído se incorporó llamándole con un leve silbido.
Kit le miró curioso y sin dudarlo se acercó.
El joven que le había llamado se
retiró la capucha, dejando ver su pelo castaño, rapado, pero cuando este elevó
su rostro hacía él, Kit descubrió que se trataba de una mujer y no de un hombre,
de unos veintidós años. Tenía los ojos grises y los labios rosas, muy carnosos,
y de ambas orejas colgaban dos pendientes en forma de pequeñas estrellas
plateadas. La joven le indicó que se sentara a su lado y este obedeció.
-
Eso ha sido increíble – comentó la
chiquilla señalando a los borrachos que descansaban en el suelo – debes de ser
un joven poderoso.
-
No ha sido para tanto – mintió.
-
Me encantaría saber hacer cosas
así, poseo magia, pero no tan poderosa como la tuya, debes de poseer mucha
energía.
-
Así es – Kit la miraba curioso,
aquella joven trataba de formular una pregunta que no era capaz de pronunciar
en alto.
-
¿Sabes? Se mucho sobre brujería,
muchísimo, me he leído la mayoría de libros de la biblioteca de Tritonia –
afirmó esta mientras miraba ausente hacía la barra – es una pena que la poca
energía mágica que poseo no me deje realizar ninguno de ellos.
-
¿Qué tratas de insinuarme con
esto? – preguntó Kit, enarcando una de sus cejas.
-
Préstame tu energía – Kit pareció
sobresaltado, sin entender que quería decir aquella muchacha, que vista de
cerca, era extrañamente hermosa – No me mires así, no es nada de otro mundo, te
estoy pidiendo que realices una invocación por mí.
-
¿Qué es lo que se supone que quieres
invocar y por qué? – preguntó el joven de ojos esmeraldas, comenzando a
interesarse por el asunto.
-
Un rakshasas, son criaturas
demoníacas que habitan bajo la forma de un felino humanoide. Con la cabeza de
un depredador, generalmente un tigre, y el cuerpo de un musculoso humano, los
rakshasas son toda una manifestación del mal y la crueldad más salvaje. ¿No te
suena tentado? A mí me suena realmente divertido – dijo la joven mientras se
sentaba sobre las piernas de Kit, tomándose demasiadas confianzas, a aquella
mujer parecía gustarle la acción, y no se cortaba a la hora de hacérselo saber.
-
Suena interesante.
-
Y más que te sonará, solo de
pensarlo brota la adrenalina por todo mi cuerpo – Comentó mordiéndose una de
sus largas uñas rosadas.
-
Llévame a un sitio tranquilo, tú
serás mi cabeza y yo tu energía – la joven sonrió plácidamente, y Kit respondió
sin problemas a su sonrisa, dejando que la muchacha de pelo rapado amarrase su
mano y le llevase, por uno de los pasillos del mesón, hasta llegar a una enorme
habitación vacía.
Rena permanecía tirada en la cama,
llevaba así dos semanas desde la marcha de Kit, apenas comía ni dormía, aquella
carta de despedida la había hecho pedazos y a pesar de que sus amigos negaban
que la culpa fuese de ella, la joven así lo sentía. ¿Qué otra razón podría
tener Kit para alejarse de su nueva familia?
Bastian había estado aquellas semanas
tratando de animarla, pero el joven a duras penas lo conseguía, o al menos los
primeros días. Estaba deprimida, y aunque según pasaba el tiempo parecía
empezar a olvidar el asunto, cuando menos lo esperaba, los recuerdos con el
joven de ojos esmeraldas volvían. Él la amaba y ella ni siquiera se había dado
cuenta de aquello. Había ignorado su amor, pero que podía hacer si su corazón
lo mantenía ocupado aquel hombre de ojos azules y rostro terriblemente
angelical. Bastian no parecía formar parte de este mundo, tal vez fuese un
ángel caído del cielo, pues era demasiado perfecto para ser sencillamente un
ser mortal, demasiado guapo, demasiado sexy, demasiado bueno… Aunque Kit
tampoco era mucho peor que él, pensó recordando sus ojos, su dulzura, sus finos
labios… él también era demasiado bueno, pero para ella, que no había sabido
apreciar su cariño. Ojalá pudiese amar a ambos sin causarles daño, pero no podía,
pues aquello sería una tortura para los dos muchachos, una tortura no merecida.
Y tampoco quería forzarse a sentir atracción por Kit, aquello debía de salir de
dentro, y ella nunca le había aflorado ese sentimiento. Intentó dejar la mente
en blanco, estaba harta de pensar en Kit.
Pero no pudo, comenzó a recordar el día
en el que Kit desapareció, se había vuelto loca, había roto varios jarrones del
castillo, furiosa, pues Denis, Ali y Agatha consideraban que era mejor que Kit
estuviera solo por un tiempo, que sus sentimientos hacía ella se habían
transformado en una obsesión que no le permitía vivir en paz, y que tal vez
aquel descanso, lejos de ella, fuera lo mejor para ambos. Rena no lo creía así,
lo quería con ella, quería protegerle de todo mal que pudiese haber en el
exterior de aquel castillo, pero ya no podía. Denis había obligado a Bastian a
vigilarla, aunque no hacía falta que le obligase, pues este siempre lo hacía.
El ruido que provocaba la puerta al
abrirse hizo que Rena regresase al mundo real, era Bastian, que venía de darse
un baño y llevaba la cintura enrollada en una toalla blanca y el torso desnudo.
La semidiosa le examinó curiosa, tenía la piel dorada y los músculos marcados.
-
¿Qué miras? – preguntó este burlón
mientras se vestía.
-
Nada, nada – mintió esta también
burlona, o tratando de parecerlo, en ocasiones trataba de aparentar estar más
feliz de lo que aquellos días estaba, y la verdad es que con Bastian comenzaba
a conseguirlo.
-
Mentirosa – sentenció este
acercándose a la cama y besándola los labios, en aquellos momentos todos los
pensamientos de Rena parecían desaparecer momentáneamente - Estas realmente
preciosa por las mañanas – dijo el muchacho sentándose en la cama, sin parar de
mirarla, como si esta le tuviera hechizado. La joven se levantó levemente de la
cama mirándose en uno de los espejos de la habitación, tenía su pelo negro
revuelto, los ojos hinchados, pues acababa de despertarse y sus gruesos labios
parecían estar entumecidos.
-
Parezco un búho, creo que debes de
mirar cual es el verdadero significado de precioso. Tal vez debamos pasarnos
por la biblioteca de Tritonia – Bastian rompió a reír, quizás ese no fuese su
mejor momento, pero para él ella siempre estaba sencillamente radiante.
-
Es verdad he confundido la palabra
preciosa con espantosa, que fallo el mío. Déjame que vuelva a intentarlo – El
joven la miró fijamente a los ojos y con un tono dulce sentenció - Estas
realmente espantosa por las mañanas ¿Así mejor?- Rena rompió a reír, hacía
tiempo que no reía de aquella manera, quien la diría que aquel muchacho
aparentemente tan insensible podría llegar a ser tan maravilloso. Las
apariencias engañan, pensó.
Ali estaba en el cuarto de Denis,
vistiéndose rápidamente, y con los cabellos rubios ligeramente revueltos. El
joven gladiador la miraba curioso, llevaba acostándose con aquella muchacha
semanas y sin embargo, ella siempre acababa huyendo del lugar por la mañana, y
el joven de pelos rojizos comenzaba a estar molesto, ¿ acaso se estaba
aprovechando de él? Se levantó de la cama envolviendo su cuerpo entre las
sabanas y se acercó a la puerta lo más rápido que pudo, posando su enorme mano
en esta, evitando que la muchacha de ojos azules huyera una vez más.
-
Vienes a mi cama todas las noches
desde hace semanas, dormimos juntos y sin embargo todas las mañanas, te
levantas temprano para así poder huir de mi durante todo el día, ¿A qué juegas
Ali? No me das ni los buenos días – comentó el joven, realmente dolido.
-
Buenos días – contesto esta
intentando evadir el resto de palabras del gladiador.
-
NO. Ya no vale. Y contesta a mi
pregunta Ali, no te comportes como una cría, ya tenemos una edad, no tengo
tiempo para tonterías – sentenció el joven de ojos almendrados.
-
Por los Dioses Denis, no juego a
nada, déjame irme – dijo esta posando sus ojos claros en él, rogándole que la
dejase pasar, pero este hizo caso omiso de ellos, por muy difícil que aquello
se le hiciera.
-
¿Entonces por qué huyes? ¿Te
arrepientes de lo que estamos teniendo estas semanas? Porque si es así Ali…
-
¡NO! – le interrumpió esta – no es
eso.
-
¿Entonces que es? – preguntó Denis,
sin llegar a comprender el comportamiento de la joven.
-
No sé si estoy preparada para
tener una relación seria contigo y te veo tan decidido, el primer día ya me
dijiste que me querías por la mañana y…
-
¿Qué tiene eso de malo? – El joven
gladiador no comprendía como un te quiero, podía ser una molestia para Ali,
pues para él aquella era una palabra que merecía la pena pronunciar al menos
una vez en la vida.
-
No es malo Denis, tan solo creo
que quieres algo más que nos divirtamos por las noches y eso me asusta, por eso
huyo por las mañanas, sé que quieres hablar conmigo del tema, y prefiero
evitarlo, o al menos hasta que tenga las cosas claras – el joven se quedó en
silencio, apartando la mirada de la muchacha de cabellos rubios. Evitando que
viese sus ojos humedecidos.
-
¿No te gusto? – preguntó.
-
¡NO! ¡NO!
-
¿¡NO!? – preguntó este sin dejarla
terminar la frase.
-
¡QUE NO! Que no es eso, claro que
me gustas Denis, tan solo no estoy acostumbrada a tanto cariño como el que me
das tú, he estado la mayor parte de mi vida sola con mi hermana, no he sentido
el cariño que te dan unos padres desde hace años y no he tenido tiempo para
amar a chicos, pues tenía que cuidar de Jane, déjame tiempo, no te decepcionaré
– dijo Ali, acariciándole el rostro al nuevo Rey, y poniéndose de cuclillas,
besándole con cariño. Denis asintió con la cabeza, dedicándola una leve sonrisa,
forzada.
-
Vale, no te preocupes, esperaré lo
que haga falta – Ali le sonrió cariñosamente saliendo de la habitación mientras
él se tumbaba de nuevo en la cama.
La joven respiró hondo, cerrando los ojos.
Ella quería a Denis, o al menos sentía cierta atracción hacia el joven, pero
aquello no parecía ser suficiente para el joven de ojos almendrados, él quería
amor, siempre lo había querido. Denis deseaba la típica historia de chico
conoce a chica, chica conoce a chico, donde las chispas saltan, y los jóvenes dan
rienda suelta a su amor. Él quería que su relación con ella fuera similar a la
que tenían Rena y Bastian, pero ella no era Rena, no tenía la cualidad que la
semidiosa poseía para dar amor, esa forma de mostrar su ilimitado cariño hacía
sus amigos con abrazos e infinitos besos. Ella sin embargo evitaba los abrazos,
era menos apasionada, aunque tenía que confesar que los de Denis le resultaban
de lo más cálidos. Disfrutaba pasando las noches con él, durmiendo a su lado,
era un chico increíblemente cariñoso y estaba agradecida por poder tenerlo a su
vera.
Kit y la joven de cabello rapado
permanecían en uno de los habitáculos del mesón, la joven hasta allí le había
guiado y ahora se disponía a buscar lo que a Kit le parecieron pequeñas velas.
- Lesticia siempre las guarda por aquí, no
sé porque me faltan – dijo mientras hurgaba en los cajones de la habitación,
encontrando finalmente en uno de ellos las velas que buscaba, eran pequeñas y
de un color negruzco.
- Si que te conoces bien este bar, debes
frecuentar mucho por aquí – comentó el joven mientras observaba las negras
paredes del lugar, que solo estaban cubiertas por algún que otro armario, por
lo demás el lugar estaba desprovisto de cualquier objeto.
- Así es, es en el único lugar donde me
siento tranquila, bueno, aquí y en la biblioteca de Tritonia – explicó mientras
comenzaba a poner las pequeñas velas en el suelo, formando lo que a Kit le
pareció un circulo – Por cierto, no nos hemos presentado, me llamo Abadía.
- Yo Kit, debe de gustarte mucho esa
biblioteca de Tritonia, ya me la has nombrado en varias ocasiones.
- Así es, es un lugar tranquilo donde
descansar, suele estar deshabitado.
- Tal vez me pase por allí cuando me
valla de este mesón – dijo este mientras miraba atento cada movimiento de la
joven. Esta no contestó. Y una vez terminó de formar el círculo se salió de
este y se acercó al joven de ojos esmeraldas.
-
el invocador debe de estar ubicado en el centro del círculo, y se debe
sumergir en una profunda meditación suplicando a rakshasas que huya de su
dimensión para hacer acto de presencia en la nuestra.
- De acuerdo – Kit se introduzco en el
centro del círculo, esperando más indicaciones mientras que Abadía con un
simple chasquido de dedos hacía arder las velas por arte de magia.
- Debes de estar meditando y hasta
llorando, hay que pedir, clamar, y rogar, la súplica ha de ser terrible si
quieres que rakshasas se materialice aquí, también has de contener mucha
energía – explicó la joven, apoyándose contra la pared, mientras que Kit
comenzaba a obedecerla. El joven se sumergió en una profunda meditación, en la
que imaginaba el rostro del felino con cuerpo de humano apareciendo en el
centro del círculo, obedeciéndole, aquel pensamiento le resultaba de lo más
agradable. Kit suplicó una y otra vez su invocación, tratando incluso de llorar,
pero aquello no lo conseguía. El joven susurraba palabras que los oídos de
Abadía no llegaban a oír.
Aquello resultaba divertido a la joven,
que se mordía las uñas nerviosa esperando ver en cualquier momento aparecer al demonio
felino en la sala. Aquel muchacho concentraba una gran cantidad de energía, era
poderoso, y no hacia falta ser muy listo para darse cuenta, ella se había fijado
a la primera, nada más verle deslizarse ágil por el bar, apareciendo y
desapareciendo, además, era un muchacho sumamente atractivo. Le observó con
curiosidad, lagrimas descendían por sus mofletes, lo estaba consiguiendo.
Abadía se mordió aún más sus largas uñas rosadas.
Una especie de nube de humo comenzó a
aparecer en el interior del círculo, y sin salir de él comenzó a elevarse,
dando vueltas sobre Kit, como si fuese un tornado. Era la primera vez que veía
una invocación, pues ella jamás había sido capaz de llevar a cabo ninguna, y
estaba realmente emocionada.
-
Vamos Kit, vamos – susurró, sin
que el joven la oyera.
La nube se alzaba cada vez más alto,
hasta tocar el techo, y una vez lo hizo se turbo oscura, casi negra,
impidiéndola ver al muchacho que se hallaba en su interior. Increíble, pensó.
Cuando la nube comenzó a descender, y a esclarecerse la joven de ojos grisáceos
vio la figura de un ser enorme, con el rostro de un tigre blanco, terriblemente
aterrador, el cuerpo estaba musculado, y parecía el de un humano bien formado y
de gran estatura. Abadía se frotó las manos nerviosas, Kit había logrado
invocar a rakshasas y ahora permanecía enfrente de él, sonriente. Le encantó su
sonrisa.
-
Aquí esta Rakshasas, Abadía, ahora
es todo nuestro – El felino enarcó las cejas parecía furioso – arrodíllate ante
tus amos Rak – ordenó este abreviando su nombre, que le resultaba difícil de
pronunciar. El demonio se arrodilló ante él, haciéndole sentir realmente
poderoso.
-
Ahora levántate Rak – ordenó
Abadía divertida, pero el felino la ignoró, al parecer Kit era al único al que obedecía
– ¡Como te atreves a incumplir mis órdenes¡ - Gritó la joven, furiosa.
-
Solo obedezco a mi invocador –
explicó el demonio, con una voz similar a la de cualquier ser humano, pero más
grave.
-
Estúpido felino – insultó Abadía.
Rak pareció enfurecerse aún más. Y Kit instintivamente dio unos pasos hacia
atrás. El demonio comenzó entonces a Levantarse, y dio varios pasos al frente,
unos pasos que Kit no había ordenado en ningún momento.
-
¿Qué se supone que estás haciendo?
No puedes desobedecer a tu amo.
-
Lo sé – contestó este, debo de
obedecerte, al menos mientras el circulo siga manteniendo su forma, pero ya no
es así – dijo señalando el circulo de velas. Kit al dar los pasos hacía tras,
había movido una de ellas, deshaciendo el circulo – Me has liberado – El joven
corrió a colocar la vela en su sitio, pero al parecer aquello ya no era de ninguna utilidad – Por fin libre -
sentenció Rak, dando un nuevo paso al frente y rugiendo fuertemente. Abadía
permanecía aun apoyada en la pared, pero esta vez con la boca abierta de par en
par, asustada.
-
¡Vámonos Kit debemos de irnos! –
exclamó nerviosa.
-
Tal vez aun pueda solucionarlo –
dijo el joven mientras trataba de hacer una barrera contra aquel ser, pero no
lo conseguía, el felino atravesaba las barreras sin ninguna dificultad,
acercándose más y más a ellos.
Abadía amarró la mano de su nuevo
compañero, sacándolo de la habitación y cerrando la puerta, una puerta que
salió volando por los aires mientras que estos corrían por los pasillos
buscando la salida. La joven que parecía conocerse bien el bar se escondió en
una de las habitaciones dejando solo a Kit, corriendo hacía la sala principal,
cuando pasó por allí todos los brujos presentes en la sala parecieron
sobresaltarse. El felino lo estaba destrozando todo. Ahora el joven de ojos
esmeraldas corría por la escalera, hacía la salida, tras él aún estaba Rak, que
tenía cara de pocos amigos.
Una vez salieron al exterior del mesón
Kit utilizo su hechizo de autotransporte para subir a la cima de un frondoso
árbol, escondiéndose del demonio, que ahora corría eufórico en dirección a
Gladior, parecía estar saboreando la libertad. Una libertad que Kit sin
quererlo le había regalado, pero sin embargo, sin la mínima culpabilidad, el
joven, comenzó a andar por uno de los arenosos caminos del bosque en dirección
a su nuevo destino, dejando a Abadía atrás, como si nada hubiera pasado.
Bravo Abie! en cada capítulo me sorprendes más. Vas creciendo rápido cómo escritora. Me ha encantado la incorporación de un ser fantástico en la historia que me da la impresión que traerá algunos problemas de los que Kit después sentirá remordimiento. Kit es un personaje muy interesante, va cambiando, pero sigue siendo el mismo, va y viene. Cada personaje muestra su lado más humano en este capítulo, ya no solo son los afectos que nacieron en las batallas, sino los que siempre los han acompañado y afloran en el silencio o en la confesión de cada uno.
ResponderEliminarEspero aun más de Teirak. Sigo contigo en esta aventura Abie. Sigue creciendo cómo vas ;)
Muchas gracias! El verdadero Kit sigue estando ahí, pero es prisionero de su nuevo yo, que es el resultado de la poción que Arsen le hizo ingerir, que va pudriendo su aura, pero aun así la luz del alma del muchacho reluce en ocasiones. Kit a partir de ahora tiene dos personalidades, espero desarrollarlas bien!
EliminarAsí es, en este capitulo, han aflorado muchos sentimientos que se han mantenido parcialmente ocultos en la primera novela.
Gracias de todo corazón Pierre, me animan mucho tus comentarios. Un abrazo!