Bastian les guiaba por el
interior del castillo, rápido y ágil. Se notaba que aquel era al fin y al cabo
su hogar. Rena estaba segura de que si todas las antorchas que había a lo largo
de los eternos pasillos de fría piedra se apagasen, él, a pesar de estar en una
completa penumbra, pues en aquel lugar no había apenas ventanas, se guiaría sin
problemas por los pasillos. El suelo era de piedra grisácea, al igual que el
techo y las paredes, parecía que estaban en el interior de una profunda cueva
aunque en esta, había alfombras rojas por el suelo, con un precioso encaje
dorado a los lados, y cada cierto tiempo había un baúl de madera. Rena los
miraba con curiosidad.
-
Son baúles de armamento
– indicó el caballero oscuro al ver la curiosidad en los ojos de Rena – Estan
repletos de armas, es más cómodo para los caballeros oscuros que transitan por
aquí, uno nunca sabe cuando debe ir armado, ni siquiera cuando esta en su
propia casa.
-
Pues no parecen
transitar muchos – comentó Kit. El lugar estaba vació, solo se oían sus propias
pisadas retumbando por los largos pasillos.
-
Este no es
nuestro lugar preferido, esto son los pasadizos, solo se utilizan en caso de
emergencia, para salir a las murallas y atacar, los caballeros oscuros suelen
estar en la parte alta, cerca del dormitorio de Arsen, que está en lo alto de
la torre o fuera del castillo - El robusto cuerpo de Denis golpeó entonces una
de las antorcha, haciendo que sus compañeros se girasen de golpe,
sobresaltados. Todos ellos tenían un nudo en el estómago, la adrenalina
recorría todo su cuerpo a la velocidad de la luz, haciendo que la vista se les
nublase, porque hasta ellos sentían miedo, al fin y al cabo eran humanos.
-
¡Ten cuidado! –
exclamó la semidiosa aparentemente nerviosa. El gladiador respiró hondo,
tratando de mantener la calma, de tener más cuidado, pero ahí dentro estaba el
asesino de su padre y aquello le producía hasta nauseas.
Siguieron andando durante
unos minutos, para aquellos que no conocían el castillo, les fueron eternos,
era como pasar una y otra vez por el mismo lugar. Y tal vez fuera así, porque
todos los pasillos parecían iguales. Bastian no paraba de girar a la derecha,
que si luego a la izquierda, derecha, izquierda, derecha, que si luego todo
recto, así hasta que dieron con una enorme puerta de madera, con plomos de
plata, era la salida de aquella madriguera.
-
Buen trabajo –
dijo Denis dándole una fuerte palmada en la espalda al caballero, haciendo que
este se encorvase.
-
No ha sido
difícil – El joven de cabello dorado posó su mano en el plomo, y apoyó su oreja
sobre la puerta, tratando de oír si había alguien al otro lado, pero no oyó
nada. Abrió la puerta con cuidado, saliendo a lo que parecía la planta baja de
la torre central. Era un lugar enorme de piedra, esta vez había enormes
ventanas alumbrando el lugar, haciendo parecer gracias a sus bonitos colores
que el arcoíris se había colado al interior de la sala, que era redonda como
una moneda de plata teirakense, y a la vez enorme. También había muebles de
madera oscura, donde había toda clase de libros y candiles de un metal similar
al oro, aquel lugar no parecía nada hostil. En el centro había una columna
enorme y en ella una puerta.
-
Por ahí se sube a
la segunda planta – dijo Bastian señalándola– en la tercera esta la habitación
de Arsen – concluyó. Se dispuso a acercarse a ella e imitó su acción anterior,
apoyando la oreja, pero esta vez oyó voces acercándose al lugar donde se
encontraban. Con un gesto indicó a sus compañeros que se escondiesen, señalando
a uno de los pasillos que había en la planta, sus compañeros le obedecieron.
-
Siguiendo el pasillo
la primera puerta a la derecha – fueron las últimas palabras que oyeron del
joven de cabellos dorados – yo les entretendré.
Owen y Noé, líder y
sublíder bajaban las escaleras de la segunda planta directos a la zona donde se
encontraban los alimentos junto a 5 compañeros más, todos aparentemente muy
hambrientos, venían de saquear un pueblo cercano, algo que les había resultado
de lo más cansado. El resto del ejército continuaba allí.
Cuando llegaron a la
puerta que daba a la primera planta, la abrieron confiados, encontrándose
enfrente un par de ojos difíciles de olvidar, nadie más podía tener aquella
mirada.
-
¿Bastian?-
preguntó Owen, era una pregunta absurda, pero fue lo único que se le ocurrió
decir en aquel momento – Creíamos que estabas muerto – El joven de ojos azules
enarcó una ceja.
-
Jamás lo estuve,
bicho malo nunca muere – concluyó. Sus compañeros le miraban extraños como si
no creyeran lo que sus ojos veían.
-
¿Y dónde se
supone que has estado durante todo este tiempo? – preguntó el sublíder Noé.
-
Secuestrado, pero
por lo que veo vosotros no me habéis echado en falta.
-
Íbamos a ir a
buscarte, pero las cosas se complicaron – mintió.
-
Ya – los siete
caballeros se quedaron en silencio esperando que su antiguo líder dijese algo
más - ¿Y Arsen? ¿no preguntó por mí?
-
Claro que lo
hizo. Eras su mejor caballero, pero te sustituyó sin problemas, ya sabes como
van las cosas por aquí…- comentó uno de los jóvenes – ¿Otis está contigo? –
Imágenes pasaron fugaces por la mente de Bastian, en concreto aquellas donde él
aparecía asesinando a su compañero.
-
Lo estuvo, pero
los secuestradores lo asesinaron, solo yo escapé de aquel infierno – mintió, no
tenía problema para hacerlo, el mismo parecía estar creyéndose sus propias
palabras.
-
Diría que es una
lástima su perdida, que era un gran guerrero… pero no lo era – comentó Owen con
los ojos entrecerrados, examinándole, como si él fuese el único que no creía en
sus palabras – Y dime, ¿vienes a reclamar tu puesto de líder? – Bastian le miró
fijamente, intentando comprender porque le examinaba con tanta cautela,
sintiéndose desnudo posó uno de sus brazos en su hombro herido, de forma
inconsciente, como si así se sintiese más seguro. Owen se dio cuenta de ello.
-
He traído algo
para vosotros.
-
¿El qué? –
pregunto el nuevo líder del ejército.
-
Un regalo. He traído
a los rebeldes, incluido al gladiador.
-
No creo que ese
regalo tenga ya valor, Arsen pareció dejar correr el asunto – Dijo Owen
complacido de haber desvalorizado el trabajo de su antiguo líder. Bastian
entrecerró los ojos, no comprendía lo que estaba pasando ¿Arsen dejando correr
un asunto? Aquello sonaba a imposible, ¿Qué estaría pasando por la cabeza de
aquel hombre?
-
Bueno, eso ya lo
veremos.
-
¿Dónde los
tienes? – preguntó el nuevo líder, intentando fingir la máxima indiferencia
hacia el muchacho de ojos azules.
-
Por aquel pasillo
– dijo señalando el lugar por donde el grupo había salido huyendo unos minutos atrás
– la primera puerta a la derecha.
-
¿Vienen presos?
-
No, solo
engañados – Una sonrisa malévola cruzó el rostro del muchacho.
-
Bien – dijo el
líder del ejercito dirigiéndose a sus compañeros– ir a comprobar que es cierto,
yo notificaré al mago que Bastian está aquí, para que se lo haga llegar a Arsen
a través del hechizo de voz, como siempre.
Rena, Kit y Denis se
encontraban en una enorme habitación donde las estanterías de madera no dejaban
ver más allá de ellas, estaban llenas de tarros de cristal con líquidos en su
interior de distintos colores y texturas, en cada tarro había una palabra
puesta: Bálsamo, reconstituyente, Paliativo… todas ellas parecían tener un fin
curativo o aliviante, y en el medio una enorme mesa de mármol donde habían
numerosos tarros pero en estos se encontraba la palabra: Prueba. Aquel parecía
un lugar donde sanar, y hallar nuevas formas para hacerlo, tal vez estas
posibles medicinas o mejunjes iban destinados a aquellos caballeros oscuros que
saliesen lisiados de la batalla, o tal vez lo fueran para el mismísimo Arsen. Rena
se acercó hacía uno de los frascos de la mesa, al apreciar que en él había dos
iniciales: BT, todos los frascos la llevaban.
-
¿Qué significará
BT? – preguntó.
-
No sé, pero será
mejor que no te acerques a ese frasco – dijo Kit al apreciar que de él salían
burbujas.
-
Bueno, ni a ese
ni a ninguno de esta mesa – comentó el gladiador entrecerrando los ojos. Todas
las sustancias de aquella mesa parecían estar a prueba. Rena las observaba
detenidamente, una de ellas era un líquido purpura, con pétalos de flores en su
interior. Aquel lugar era realmente curioso.
-
Mirad esto – dijo
Kit examinando una pared llena de jaulas con pequeños ratones en su interior,
uno de ellos era rojo y verde, alguna reacción a los mejunjes supuso el
muchacho – pobres animalillos.
-
Mira Kit, ¡corre!
– gritó el gladiador señalando eufórico una de las jaulas. El muchacho de ojos
esmeraldas corrió hacia donde se encontraba su compañero y miró irritado la
jaula, en su interior había un ratón amarronado de ojos verdes y saltones,
también fruto de alguna reacción a alguno de los medicamentos – se parece a ti
– concluyó el gladiador señalando al roedor, que tenía un aspecto de lo más
desagradable. Rena se tapó la boca intentando aguantarse la risa, pero no pudo.
Kit miraba al mamífero con el ceño fruncido, pero no pudo evitar una sonreír –
y este, este es clavadito a ti Rena – La joven se asomó, esperando ver un
bonito roedor, pero se encontró con un bicho peludo de color oscuro y ojos
negros, terriblemente saltones. Esta vez fue Kit el que rio.
-
Pues yo no veo el
parecido- comentó la joven de ojos negros, cruzando sus brazos ofendida.
-
Yo sí, fíjate es
casi tan peluda como ella – dijo el gladiador mirando sus piernas, intentando
chincharla.
-
¡Venga ya! Yo no
tengo pelo en las piernas – Kit carraspeó.
-
Rena, ¿recuerdas
aquel día en el que dormimos juntos? En el bosque de Trebus – La semidiosa
enarcó las cejas, como si así pudiese averiguar sus pensamientos. ¿A qué
vendría eso ahora?
-
Pues aquel día no
me desperté porque me diese el sol en la cara.
-
¿Por qué lo
hiciste pues?
-
Porque pinchabas
– la joven se enrojeció de golpe, parecía que su cabeza iba a estallar, sabía
que no era cierto lo que decían, pero aun así no podía evitar enfurecerse.
Mientras tanto sus dos compañeros no paraban de reír.
-
Verdaderamente
creo que este no es momento para risas- comentó, pero fue ignorada. Hasta que
la puerta del habitáculo se abrió de golpe dejándoles al descubierto. Por un
momento sus corazones dejaron de latir, habían estado relajados creyendo que
Bastian se ocuparía de todo, y que vendría a buscarles, y así lo había hecho,
pero no solo venía él. Bastian Iba acompañado de siete caballeros oscuros. Un
cierto regusto a traición apareció en sus bocas. El muchacho de ojos claros les
miraba como si no les conociese, como si no compartiese nada con ellos, cuando
si lo había hecho, incluso miraba con indiferencia a Rena, que permanecía con
el rostro pálido y desencajado. A duras penas podía respirar, le había dado su
apoyo, su amor, su confianza y él tan solo se había provechado de ella para
poder servirles así fácilmente a Arsen, en bandeja. Como podía haber sido tan
ingenua, fiarse así de un desconocido, creer las falsas palabras de amor de un
caballero oscuro… debía de haber hecho caso a Kit, se repetía para sí, él
llevaba razón, se lamentó por ello.
Kit miraba a Rena con
tristeza, deseaba que ellos dos se distanciasen, pero no de aquella manera, no
con traiciones. Acercó su mano a la de su amiga tomándola con suavidad, y una
vez notó que esta le correspondía, con fuerza. Intentando darle todo su apoyo,
a pesar de lo distanciados que habían estado aquella semana, eran amigos, y si
aquella mujer de ojos negros necesitaba el calor de su mano, él se la ofrecería.
Sus miradas se cruzaron fugazmente, y Kit notó agradecimiento en ella. Todo
bajo la supervisión de Bastian, que les examinaba cautelosamente.
Denis por su parte, estaba
enfurecido, las venas de su cuello parecían al borde de una explosión.
-
Maldito gusano –
dijo mirando al caballero de ojos glaciales –confiábamos en ti.
-
Yo no os pedí que
lo hicieseis – contestó este, frío, muy frío, como aquella tarde bajo la torre
de Trebus, cuando amenazó a Rena.
-
No hacía falta
que lo hicieses, nosotros lo hicimos porque tus acciones nos invitaban a ello –
contratacó el gladiador – creíamos que eras uno de los nuestros.
-
No pensabas así
cuando me estampaste contra la pared de una de las habitaciones de la casa de
vuestra amiga la bruja.
-
Aquello fue un
ataque de ira – contesto Denis intentando calmarse – Pero el resto del tiempo…
lo hice, pobre de mí por hacerlo.
-
Que se puede
esperar de un caballero oscuro – interrumpió Kit, el bosque que eran sus ojos
parecía arder. Bastian enarcó una ceja, era increíble como aquel muchacho se
había ido fortaleciendo con el tiempo, se había hecho fuerte. El Kit que
conoció en la torre de Trebus jamás se hubiese enfrentado a nadie, ni siquiera
a una mosca.
-
Tú desde luego,
nada, de echo, creo que esto era justo lo que esperabas, no pareces sorprendido
– Bastian parecía ahora dolido, aunque esa sensación desapareció rápidamente de
la mente de Rena, que permanecía callada, mirando sus pies, confundida.
Intentando asimilar aquello, intentando digerir el sentimiento que le provocaba
haber sido cruelmente utilizada.
-
Eso es cierto, yo
jamás confié en ti, por lo que no siento la desilusión que ellos sienten- Rena,
que comenzaba a sentir como su herido corazón se calmaba, elevó los ojos hacía
Bastian, encontrándose con su gélida mirada.
-
Jamás me amaste –
fue todo lo que dijo, tenía la voz quebrada y parecía estar a punto de romper a
llorar. Kit sintió una puñalada en el corazón. Nadie, nadie, dañaría a aquella
mujer de ojos negros mientras él estuviera presente. El resto de caballeros
oscuros miraban indiferentes la escena, no parecía ser de su interés, hasta que
Kit dijo algo indebido, que hizo hervir
la sangre de alguno de ellos.
-
Todos los
caballeros oscuros sois unos hijos de p… – Sus palabras hicieron que uno de
ellos, en concreto el sublíder Noé, se abalanzase sobre él y le asentase un
puñetazo en el estómago provocándole ganas de devolver. El caballero oscuro
levantó de nuevo su puño dispuesto a asentarle un segundo golpe, pero este no
alcanzó el cuerpo de Kit, pues colisionó con una de sus barreras, haciendo que
Noé callera al suelo dolorido, amarándose su mano. Había sido como golpear una
pared de acero. Rena entonces al ver la escena, volvió a si misma dirigiéndose
a los caballeros oscuros.
-
Decirme, estos
frascos son algo importante ¿verdad? – preguntó con mirada asesina – Tal vez
incluso delicado – cogió uno de los frascos con los dedos de su mano y lo miró
con cuidado, para después encogerse de hombros – Vamos a comprobarlo – dijo
dejando caer el frasco sobre la mesa de mármol, haciéndolo mil pedazos, de él
surgió un extraño humo negro – me pregunto que sucederá si los junto todos –
Los caballeros la miraban temerosos, aquellas sustancias debían tener más valor
del que ella creía. Desenvainando su espada, rauda, la pasó horizontal por la
mesa haciendo que todos los frascos que había en ella saliesen volando por los
aire hacia los caballeros que había en la puerta, colisionando unos con los
otros, mezclando sustancias, haciendo que el ambiente se llenase de humo de
colores, pequeñas llamaradas de fuego e incluso pequeñas chispas doradas que
parecían arder entre la colorida neblina, simulando una falsa galaxia. Bastian
se cubrió su cuerpo con la túnica, evitando que el humo le tocase, y sacando un
cuchillo del interior de esta, agredió a dos de sus compañeros, caballeros
oscuros, haciéndoles caer al suelo de rodillas, luego se dirigió a otro de
ellos, realizando el mismo gesto, ya solo quedaban dos, y no sería difícil
hacerlo, pues con la neblina estaban desprotegidos, él incluido. Entonces vio
un enorme cuerpo dirigirse a él, amarrándole por el cuello, era Denis.
-
Vas a pagar el
dolor que has causado a mi amiga.
-
Mira – fue todo
lo que el caballero oscuro dijo, señalaba a los tres caballeros que había
herido. Denis miró los cuerpos sorprendido, ellos no se habían movido del lugar
por miedo al humo, pero al parecer Bastian si lo había hecho.
-
¿A qué juegas? –
preguntó el gladiador sin comprender al muchacho de ojos azules mientras el
humo se esfumaba, esclareciendo su visión.
-
No os he
defraudado – Respondió, Rena permanecía con los ojos como platos. Los
caballeros oscuros heridos gimoteaban en el suelo susurrando la palabra:
Traidor – les defraude a ellos- dijo señalando los cuerpos – desde el primer
momento que les vi fingí estar de su parte, no quería que fuésemos
descubiertos, y de mí no sospecharían, así que les lleve hasta esta sala, que está
siempre despoblada, espere a que reaccionaseis y les ataqué. Soy un traidor,
pero los traicionados no sois vosotros- Bastian parecía mirar los cuerpos
heridos de sus compañeros con cierta pena. La semidiosa que había permanecido
escuchado sus palabras, se abalanzó sobre el joven, besándole los labios.
-
Entonces, ¿me
quieres? – le susurró al oído.
-
Siempre -
respondió este. Kit miraba sorprendido, aquello era precisamente lo que no
esperaba que sucediera, Bastian estaba realmente de su parte, luchando codo con
codo con ellos. Entrecerró sus ojos. Traspasó su carne. Vio su aura, era
blanquecina, ¿era posible que aquel hombre estuviese esclareciendo su aura? Tal
vez era un efecto secundario del amor de Rena. Si eso es lo que provocaba su
amor ¿Qué provocará el desamor? Se preguntó el joven de ojos verdes, temiendo
por su corazón.
-
Cada vez me
sorprendes más muchacho – dijo Denis dándole una de sus fuertes palmadas en la
espalda y para su sorpresa este gesto fue recompensado, Bastian posó su mano
sobre su hombro, con una sonrisa.
-
¿No te he
defraudado gladiador?
-
No – concluyo
este, satisfecho.
Ali no paraba de dar
toquecitos con las uñas sobre el árbol, estaba nerviosa, no sabía nada respecto
como estaba Denis… ni ningún miembro más del grupo, y aquello le resultaba
inquietante. Deseaba estar dentro poder luchar, de verdad. Enfrentarse a Arsen,
matarle, verle morir ante sus ojos. Sabía que aquello sonaba sanguinario, pero
no le importaba. Aquel deseo le hacía perder la cabeza. Vengar la muerte de su
hermana era lo que le provocaba aquella procesión que llevaba por dentro. No aguantó
más, se bajó del árbol.
-
¿A dónde crees
que vas jovencita? – preguntó Agatha, aun desde el árbol.
-
Al castillo –
respondió esta sin mirar atrás. Agatha bajo a toda prisa el árbol, cayendo de
culo sobre el césped y cojeando hacía la joven de cabello platino.
-
Eso no es lo que
hemos acordado – le gruñó la anciana.
-
Lo sé, pero ya no
aguanto más – concluyó la joven, había llegado a la muralla y ahora trataba de
escalarla torpemente, cuando lo logró, y llegó a lo alto de esta, vio a la
anciana justo a su derecha.
-
¿Cómo has llegado
tan rápido?
-
Autotransporté
mis partículas por el aire – dijo la anciana como si aquello fuese de lo más
normal – Que incultos sois hoy en día los jóvenes, cuando en Teirak se daban
clases de hechicería básica nadie hacía esa clase de preguntas – concluyó
mientras ambas se sumergían en uno de los pasillos del castillo.
Rena,
Denis y Kit iban a salir por la puerta del habitáculo cuando Bastian interpuso
su mano entre la puerta y ellos.
-
Aun no, Owen, un
caballero oscuro, ha ido a notificar que estoy en el castillo, será mejor que
salga yo primero, para asegurarme de que no viene con compañía. No queremos
llamar aún más la atención – dijo señalando los cuerpos de sus excompañeros
heridos en el suelo, atados con cuerdas y con tela en la boca, para evitar
algún posible grito de auxilio.
-
De acuerdo – dijo
la semidiosa – cuando te asegures de que la zona esta despejada da un toque en
la puerta – el caballero oscuro asintió, saliendo por esta. Sigiloso como un
gato nocturno.
Bastian andó a lo largo
del pasillo, esperando encontrarse a Owen en cualquier momento. En el caso de
hacerlo le distraería, haría que se fuese, o en caso extremo, le agrediría,
como había hecho con los anteriores. Al llegar a la sala principal de la
primera planta vio a Owen, que acababa de bajar las escaleras de la segunda
planta.
-
Ya está todo
notificado, vamos a ver a esos rebeldes.
-
Ya lo hemos hecho – interrumpió el joven de ojos
azules – Y han sido trasladados a los calabozos.
-
Estupendo –
concluyó el caballero oscuro, mirando con curiosidad a Bastian – Te noto
cambiado.
-
No sé por qué, no
he cambiado nada.
-
Tal vez no
exteriormente, pero si interior. Antes utilizabas las palabras de una manera
más feroz – indicó este – ahora ladras como un caniche enfadado.
-
Aun no me has
visto ladrar, tal vez te lleves una sorpresa- comentó el joven, posando su
mirada fijamente sobre la suya, iracunda.
-
Entonces ladra –
Bastian enarcó una ceja, sin comprender que era aquello que Owen pretendía. No
respondió – muy bien, entonces yo te haré ladrar. ¿En el grupo de rebeldes
había una mujer realmente bella no es así?
-
Así es –
respondió Bastian, tragando saliva, intentando no sobresaltarse.
-
Muy bien, esta
noche será mía Bastian, estoy seguro que una vez fue tuya también. Todos saben
que la salvaste del mesón, no somos idiotas, Noé te vio aquel día, la llevabas
con sumo cuidado. Ya no mereces ser el líder Bastian.
-
¿Quién dijo que
quiera volver a serlo?
-
No te hagas el
ingenuo. Llegas con un regalo para Arsen, único superviviente de un secuestro, ya
desde el primer momento haciendo alago de tus hazañas como siempre, ¿pero sabes
qué?
-
¿Qué? – preguntó
este llevando su mano derecha hacía el cuchillo, la cosa se les estaba yendo de
las manos, pero antes que pudiese amarrarlo, Owen se abalanzó sobre él,
hincando su dedo gordo fuertemente en la herida de su hombro, haciéndole gemir
de dolor. Apretó fuertemente los dientes. Aquello era una tortura.
-
Como puedes ver
aprecié que estabas herido- dijo el nuevo líder sonriendo plenamente – he
avistado tu debilidad y ahora me aprovecho de ella, tal y como tú nos
enseñaste, es gracioso como tus enseñanzas se vuelven en tu contra- comentó
irónico. Bastian quería responder, pero el dolor no se lo permitía, no era muy
agradable que te abriesen una cicatriz con los dedos. Comenzó a sangrar a
borbotones, perdiendo la fuerza en todo su cuerpo. Intentó golpear al nuevo
líder con el brazo que tenía ileso, pero este se lo amarró detrás de la espalda
– dime Bastian, ¿vienes a quitarme mi nuevo puesto? – La cara del caballero oscuro
palideció, ahora todo cobraba sentido, por eso Owen había estado tan frío con
él, por eso no se había alegrado lo más mínimo de su llegada. Owen era el nuevo
líder y no permitiría que nadie le quitase su puesto, o eso sería por encima de
su cadáver. Avaricia, pensó Bastian, la avaricia todo lo puede.
-
Ese no es mi
propósito – consiguió decir, mientras que Owen se alejaba de él, dejando de
presionar su herida, tenía toda la mano llena de sangre, por lo que Bastian prefirió
no mirar el estado de su hombro.
-
¿Cuál es entonces
Bastian? – Este no contestó, provocando la furia de su compañero que le alejó
de la pared y le estampó de espaldas contra el suelo. Sintió el dolor
recorriendo toda su columna vertebral. Esperaba que no le hubiese roto ninguna
costilla. Bastian continuó sin contestar, no diría nada al respecto, no
defraudaría a Rena. Owen volvió a golpearle esta vez con su pie en los riñones.
Hacía años que no recibía una paliza así. Se dio la vuelta sobre sí mismo,
gateando por el suelo, intentando alejarse de él, pero no pudo, debía estar
perdiendo mucha sangre, por lo que se quedó quieto en el suelo, inmóvil, sin
resistencia. Que sea lo que tenga que ser, si la muerte es mi destino… que así
sea, pensó, me la tengo más que ganada.
Owen le miraba con mirada
sanguinaria, sin piedad. Sacó un cuchillo de uno de sus bolsillos con el deseo
de matar a Bastian, como si fuese una especie de cordero en el matadero, se
arrodilló ante él.
-
¿Unas últimas
palabras?- le susurró.
-
Rena – Si tenía
que elegir su última palabra esa era. La última persona a la que había besado y
a la única que había querido. Dejó que su cuerpo se relajase durante un
instante, soñando una última vez con ella. Si tenía que morir en algún sitio
quería que fuera en sus brazos, y si no estaba en ellos los soñaría. Sentía que
la boca le sabía a sangre, intentó olvidarse de ello y continuar con su sueño.
Rena se encontraba en la explanada de Irsinia, y sobre sus piernas permanecía
apoyada su cabeza, mientras le acariciaba sus cabellos dorados, apartándoselos
de la cara, como tantas veces había hecho.
Owen
levantó en alto su cuchillo, pero cuando el filo de este estaba a punto de
tocar el cuerpo del caballero oscuro, notó como si algo le atravesase, miró
hacía uno de sus costados, la punta de una flecha sobresalía de él. Se miró
horrorizado, intentando girarse para ver quien había sido el que le había
atacado, y cuando lo hizo se encontró con unos ojos azules y una melena repleta
de rizos claros, una arquera, acompañada de una anciana. Curiosa pareja, pensó.
-
¿Qué me has
hecho? Cuando Arsen se entere te echará de su ejército – dijo dolorido.
-
Creo que la
respuesta a esa pregunta es clara, y respecto a lo de Arsen… no pertenezco a su
ejército – contestó la muchacha guiñándole un ojo – de echo odio a su ejército.
-
¿Qué tienes en mi
contra? – preguntó Owen con las pocas fuerzas que le quedaban después de haber
sido herido por la flecha de aquella muchacha, que tenía un rostro de lo más
familiar, era como si ya la hubiese visto antes.
-
¿Te suena el
nombre de Jane Moree? – El caballero oscuro se quedó en silencio, ahora
comprendía el por qué de esa familiaridad. Jane Moree había sido la única
persona en veinte años que había visto a Arsen, y por ello este, hizo que su
ejército fuera a asesinarla. Desde entonces Owen siempre había tenido
curiosidad respecto a cómo era la apariencia de Arsen, pero nunca lo averiguó.
-
Si.
-
Era mi hermana.
-
Lo sé – concluyó
el muchacho, que lo había averiguado gracias al parecido que tenían – participe
en su busca, yo fui quien la encontró – Los ojos de Ali se humedecieron
brutalmente, sentía unas terribles ganas de llorar, de abofetearle la cara a
aquel muchacho, por haber sido el hombre que descubrió el lugar de donde
provenía Jane – Y lo siento… no estoy orgulloso de todo lo que hago- comentó
mirando hacía el cuerpo de Bastian, que estaba totalmente inmóvil, parecía
estar soñando. Ali se sorprendió de haber escuchado aquellas palabras. Respiró
hondo.
-
Yo perdono, pero
no olvido… lárgate y extráete la flecha, está en una zona no vital… sobrevivirás.
Si te das prisa…
-
Gracias, gracias
– dijo el joven mientras se alejaba cojeando por uno de los pasillos. Ali había
aprendido a perdonar con el tiempo o eso intentaba, se repetía una y otra vez
que nadie tenía la culpa de la muerte de su hermana, nadie más que Arsen. No
tenía derecho a saciar sus deseos de venganza con todo aquel que solo
obedeciese sus palabras. Se acercó al cuerpo de Bastian, que permanecía en el
suelo, parecía casi inerte. Se arrodilló a su lado, y puso la oreja en su
pecho. Respiraba. El muchacho abrió un instante sus ojos y en un suspiro dijo
algo así como: Siguiendo el pasillo, primera puerta a la derecha. Ali asintió y
cogiendo sus brazos con la ayuda de Agatha le arrastraron por las bonitas
alfombras rojas hasta la puerta susurrada y entraron de golpe, encontrándose
frente a ellos a Rena, Kit y Denis, que las miraban incrédulos.
-
¿Qué hacéis aquí?
– preguntó Denis – Deberíais estar vigilando.
-
No aguante más,
deseaba estar aquí dentro, y menos mal que entré a tiempo – dijo señalando el
cuerpo ensangrentado de Bastian. Rena soltó un gemido de horror. Mientras Denis
y Kit subían al caballero a la mesa donde minutos antes habían estado los
frascos.
-
¿QUÉ LE HA
PASADO? - Preguntó la semidiosa alterada.
-
Un caballero
oscuro le atacó- indicó la arquera. Rena mientras tanto daba pequeños toques al
rostro del muchacho herido, intentando que abriese los ojos que le dijese algo.
-
Vamos Bastian, reacciona,
¿Dónde hay algo con lo que curarte?
-
Quizás podamos
utilizar alguno de los frascos - comentó Denis acercándose a uno donde ponía:
regeneración. Rena enarcó la ceja, no se fiaba de aquellas sustancias, pero no
había otra opción, abrió la boca del muchacho de ojos azules y la vertió.
Kit
permanecía quieto en una esquina de la habitación. Se sentía raro, muy raro.
Tenía los oídos taponados y la vista se le nublaba. Además de unas terribles
ganas de salir del habitáculo y dirigirse a la tercera planta. Encontrarse con
Arsen.
Intentaba
controlarse, no dejarse llevar por aquel impulso, pero era algo poderoso lo que
le llamaba, un ardiente deseo, provocado por algo o alguien. Cerró los puños
con fuerza e intentó deshacerse del molesto pitido que ahora oía en su cabeza,
para ello se puso las manos en los oídos, como un niño asustado que no quiere escuchar
la bronca de sus papas.
El
pitido se volvió un siseó, como el de una serpiente, una serpiente hablante.
-
Ven, déjate
llevar amigo – sonó en su cabeza.
-
No soy tu amigo,
no sé quién eres – pensó.
-
Pronto lo sabrás,
tan solo déjate llevar – Kit notó como sus piernas se movían involuntariamente,
saliendo de la habitación en silencio, sin ser visto, pues todos estaban
pendientes de Bastian y de como él reaccionaría a la sustancia del frasco. Daba
paso tras paso, sin ser casi consciente de ello, como si fuese algo así como
respirar, o pestañear. Con la diferencia de que él, podía detener un pestañeo,
pero no a sus piernas, que parecían formar parte de otro cuerpo.
Agatha
seguía en la habitación, observando como sus ‘’niños’’, (así los llamaba ella
en sus pensamientos) observaban al caballero oscuro con lastima, esperando a
que la aparente poción hiciese efecto y pudiesen salir de la habitación y
llegar a Arsen cuanto antes. A Agatha la pitaban los oídos, y sabía
perfectamente porque, eran interferencias mágicas, que solo podían provenir de
alguien terriblemente poderoso, algo así como un mago. Posiblemente intentasen
colarse en la mente de alguno de los presentes, les examinó con cuidado,
intentando averiguar de quién y por qué. Entonces apreció algo que la puso los
pelos de punta, Kit no estaba en la sala, posiblemente las ondas fueran para
él, y debían de ser muy poderosas si ella había notado interferencias.
Posiblemente se le hubiese ordenado que saliese del lugar, y las ondas le
estuviesen llevando hasta su creador, salió de la habitación sin decir nada al
respecto, no quería alterar más a los muchachos de lo que ya lo estaban. Una
vez estuvo en el pasillo, miró hacia el final de este, allí estaba Kit abriendo
una puerta que parecía conducir a unas escaleras. La anciana, gracias a su
larga vida plagada de experiencias no tardó en averiguar que era lo que estaba
sucediendo. Solo había visto usar ese poder tan persuasivo una vez y creía
saber cuál era el origen.
Siguió
a Kit escalón tras escalón, tan rápido como podía, pero el muchacho andaba
mucho más raudo que ella. Y le perdió en aquel huracán de escaleras.
Kit
llegó a la tercera planta, donde únicamente había una puerta, de madera y acero,
con la cabeza de un león como picaporte, y pequeños detalles dorados por toda
ella. No quería entrar, pero sin embargo su mano tiraba hacía el felino. Intentaba
con todas sus fuerzas detener su propia mano, pero ni siquiera parecía suya,
alguien estaba provocando todos y cada uno de sus movimientos. Posó su mano y
la giró, haciendo que la puerta se abriese con un estruendo, dando al enorme
interior de una habitación digna de un rey. Las paredes a rayas, blancas y
doradas, había dos enormes ventanas con cortinas rojas y algún que otro tocador
con su respectivo espejo. En el centro de la sala, una enorme cama, con una
corona dibujada en su cabecera blanco roto. Dentro de la cama se encontraba el
cuerpo de un hombre. Y el terror se apoderó de él. Tenía los brazos enormes y
musculados, pectorales y una mandíbula similar a la de un lobo, los cabellos
plateados brillando como si fuesen soles y los ojos grises y luminosos,
acompañados de una mirada asesina digna de sus acciones, así se había imaginado
siempre a Arsen, pero sin embargo el hombre que se acababa de encontrar en
aquella cama no se parecía nada a la descripción anterior. Sus brazos estaban
casi totalmente desprovistos de carne, y sus huesos finos estaban tan solo protegidos
por un pellejo pálido, por todos los años que no le había dado el sol más allá
de las veces que se hubiese asomado a la ventana, si es que lo hacía. El
cabello era blanco, y parecía estar cayéndosele a cachos, sus ojos azules, sin
expresión, parecía un cadáver, debía de ser un hombre muy anciano, o consumido.
Kit se quedó sin palabras, y no precisamente por miedo. Ahora lo comprendía
todo, porque Arsen intentaba que no se le viese, porque todo lo hacía mediante
un ejército que tampoco le conocía… todo para evitar que nadie se le revelase,
ya que aquello era fácil hacerlo si veían su aspecto tan enfermizo.
Posiblemente hubiese contraído una enfermedad hace años, que le habría hecho
degradarse de esa manera, y por eso todas esas pociones y experimentos de la
primera planta. Ahora todo cuadraba. Arsen no era un hombre temido, tan solo lo
era la imagen que los caballeros oscuros habían forjado en las cabezas de los teirakenses
y en las suyas propias. Todos respetaban y temían a un ser apenas existente, un
hombre situado en la línea que separa la vida de la muerte. Pero al fin y al
cabo un hombre inteligente, pues había montado una imagen de si mismo
espeluznante, cuando el no lo era, y todo gracias a su ejercito, un ejército
engañado. Aquello tan solo había sido un circo, un circo formado por mentiras
que todos tuvieron el error de creer, pero ahora que le veía frente así,
moribundo en la cama se sintió idiota, por haberse dejado engatusar de aquella
manera.
El
anciano le miró fijamente a los ojos, parecía querer decirle algo.
-
Enhorabuena, eres
el segundo en verme en mucho tiempo.
-
Espero no
terminar como el primero – contestó Kit recordando a Jane, la hermana de Ali,
ella había sido la primera. El anciano rio entre toses.
-
Si te portas bien
no lo harás.
-
Igualmente, dudo
que pudieses hacerme algo… - Arsen enarcó una de sus cejas, a penas poblada, al
igual que su cabeza.
-
No me subestimes
muchacho – Kit sintió como si tras aquellas palabras aquel hombre hubiese
entrado de golpe en su cabeza, recogiendo información, enterándose de todos sus
secretos ocultos. Tal vez solo fuese una sensación, o tal vez fuese exactamente
eso lo que acababa de hacer aquel anciano.
-
¿Por qué me has
traído hasta aquí Arsen? – preguntó el muchacho, comenzando a inquietarse.
-
Te he traído aquí
para cumplir tus deseos, en concreto aquel que más anhelas. A cambio de un
pequeño favor – Kit entrecerró los ojos.
-
No conseguirás
sobornarme insecto.
-
Y si te digo que
podría hacer que la mujer que más deseas te amé, ¿entonces aceptarías mi
soborno? – Kit palideció y dudo de sí mismo y de su capacidad para rechazar el
amor de Rena, en concreto su falso amor. Negó con la cabeza. Claro que no
aceptaría, si Rena alguna vez le amaba tendría que ser por lo que él era, por
dentro y por fuera, no tan solo por algún especie de hechizo que causase su
confusión.
-
No – Pero Arsen,
le ignoró y continuó hablando, el joven sentía como este se metía en su cabeza,
revolviéndolo todo, estaba seguro de que aquel anciano se estaba aprovechando
de él, poseía magia y parecía controlarla bien. Intentó expulsarle de su
cabeza, pero no podía.
-
Tan solo tendrás
que evitar que tus amiguitos lleguen aquí, asesinándolos – dijo Arsen,
sonriéndole maléficamente – Sé que no estás solo, a pesar de que solo capto tu
energía, debes de ser poderoso – comentó.
-
¿Y por qué no se
lo dices a tus caballeros? – preguntó el joven aprendiz, desafiante – ¿A qué
tienes miedo? – Las pupilas de Arsen se dilataron bruscamente. Kit ahora se
sentía seguro, aquel hombre le necesitaba vivo, y eso le otorgaba poder.
-
Lo haría si
vosotros no hubieses apresado a la pequeña parte de los caballeros que tengo
hoy en mi castillo, digamos que no me esperaba que nadie se atreviese a entrar
en él, tenía que haber sido más precavido – explicó, intentando engatusarle,
Kit lo notaba por la dulzura de sus palabras, apartó la mirada de sus ojos que
parecían absorberle – Pero gracias a los Dioses te tengo a ti y he podido
captarte – dijo sonriente.
-
Dudo de que eso
sea cosa de los Dioses.
-
Quién sabe, tal
vez estén de mi parte – Kit intentó alejar la imagen de la semidiosa de su
cabeza, trató de evitar que nada relacionado con ella apareciese dentro de él,
pero le fue imposible. Ahí estaba ella con sus ojos negros y cabello a juego,
además de aquellos labios rojizos y esas curvas, increíblemente atrayentes.
Luego pensó en su dulzura, en su sonrisa… mientras notaba como Arsen, dentro de
su mente, captaba toda aquella información, palideciendo.
-
A sí que esa
mujer está aquí ¿no?, y déjame que adivine, ha sido enviada por los Dioses para
eliminarme, que predecible, pero yo no lo soy tanto como ellos, eso me da
puntos de ventaja – sonrío. Kit se castigó por dentro por haber delatado a la
semidiosa ante los inteligentes ojos de Arsen, que todo lo sabían, pero ya no
podía hacer nada para solucionarlo. Kit buscó bajo su túnica un cuchillo,
quería matarlo, necesitaba hacerlo. Solo el imaginar lo que podría hacer con
todo el poder que tenía por dentro, temblaba, por Rena. Pero Arsen le detuvo,
su mano quedó paralizada, no podía moverla, intentó dar un paso al frente,
tampoco pudo, o al menos no hasta que él se lo ordenó, una vez lo hizo, sus
piernas se movieron solas hacía el borde de la cama.
-
Vas a hacer lo
que yo te ordene jovencito – afirmó.
-
No acataré tus órdenes,
antes prefiero la muerte.
-
Muerto no eres de
mi utilidad – Arsen se incorporó levemente de la cama hurgando con la mano en
uno de los cajones de su mesilla de noche, que estaba repleto de frasquitos de
los que habían hallado en la primera planta.
-
¿Son pociones
para sanar tu enfermedad verdad?
-
¿Qué enfermedad?
-
No te hagas el
tonto, estas enfermo.
-
No es exactamente
eso, estoy podrido por dentro, esto es lo que pasa cuando un mago comienza a
utilizar la magia negra.
-
Eso es imposible.
-
No lo es, un mago
puede pasar a ser un brujo si utiliza su magia de forma maligna en vez de
curativa, y eso es lo que hice yo. Te mata por dentro. Y es lo que te pasará a
ti si no me obedeces – Kit comenzaba a estar muy asustado, tal vez ese hombre
no fuese físicamente fuerte, pero si era poderoso por dentro, tal vez aquello
fuese aun peor.
-
¿Y que tratan de
hacer esas pociones? Tu alma ya esta muy podrida – dijo entrecerrando sus ojos
y analizando su aura – no tienes solución – comentó con interminable repulsión.
-
Lo sé, pero
mientras tanto un aliado intenta crear una poción que limpie mi aura, aunque de
momento esta ha sido imposible de crear, asique me conformo con sus pociones
paliativas- Kit recordó las iniciales BT en todos los frascos de la primera
planta, aquel debía de ser su aliado – Aquí está – dijo sacando un frasquito
con un líquido negro en su interior, Kit lo examinó con curiosidad, no entendía
que era lo que aquel hombre trataba de hacer – esta poción pudre el alma de los
magos que la ingieren, ya has visto como hice que tus pies se moviesen en
contra de tu voluntad, podría hacer que enjerieses esta poción sin problemas –
El joven de ojos esmeraldas se tapó la boca involuntariamente, temblando,
haciéndose ver débil, cosa que parecía gustar a Arsen. Deseó morir antes que
pudrir su alma, pero ahora él no era el que decidía – Mátalos Kit, confían en ti,
les pillarás de improvisto, será fácil, te lo prometo – dijo mientras sonreía,
algo repulsivo visto desde los ojos de Kit, ¿Cómo alguien podía sonreír
mientras pronunciaba las palabras asesinar? Aquello era escalofriante.
-
No pienso hacerlo
– Arsen trató de hacerlo andar, pero Kit sacó fuerzas de donde no tenía. Impidiéndolo.
El anciano comenzaba a irritarse.
-
Si no pones un
poco de tu parte, dejarás de serme útil y te pudrirás tal y como lo hice yo.
-
Si eso significa
salvar la vida de mis amigos, que así sea.
-
Muy valiente por
tu parte mago, pero al igual que le paso a Alexander, la valentía y la lealtad
frente al mal, son solo puntos débiles – Kit recordó entonces la historia que
Denis les había contado hace semanas sobre como Arsen eliminó a su padre, tal
vez a él le esperase lo mismo. Tragó saliva.
-
Alexander fue un
gran hombre, es un honor tener sus cualidades – Aquellas palabras parecieron
molestar al anciano. Que quedó en silencio. Silencio que Kit aprovechó para
seguir recordando, en concreto la causa de la pelea entre Arsen y Alexander
años atrás - ¿Sabes? Eres un hipócrita, Alexander y tu discrepabais en una
cosa, él se negaba a asesinar a los brujos, porque creía que no todos merecían
la muerte, mientras que tu afirmabas que si la merecían, todos y cada uno de
ellos. Dime, ahora que tú te has podrido por dentro, ahora que eres un brujo,
¿Crees que mereces la muerte? – Arsen se sobresaltó ante aquellas palabras y
pareció enrojecer bruscamente, levantando el frasco que contenía aquel líquido
capaz de pudrir auras y obligando a Kit a acercarse más a él. Este intentó
resistirse mientras notaba como su boca se abría de par en par, preparada para
recibir aquel líquido oscuro. Se amarró a las sabanas, clavando sus uñas en
ellas como un gato, y agitó la cabeza, de un lado a otro, pero cuando Arsen
levantó el frasco, esta se quedó quieta, y vio el líquido verterse dentro de
él. Sentía un fuerte picor en la garganta, y más tarde un quemazón en el
estómago. Había ingerido aquel repugnante líquido. Sintió un repentino dolor,
como si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago y calló de rodillas al
suelo, dejando reposar la frente en este, con ganas de devolver. Pero no podía.
Agatha llegó a la puerta,
estaba alterada, y a la vez agotada, subir aquellas interminables escaleras
caracol para ella había sido algo duro, parecía haber escalado una montaña en
vez de haber subido dos plantas. Miró la enorme puerta de madera, creía saber
quien se encontraba en su interior. Abrió la puerta, entrando de golpe en el
interior de la sala y encontrándose a Kit tirado en el suelo de la habitación,
corrió hacía él.
-
Mi niño… -
susurró, tumbándole torpemente bocarriba. Seguidamente se incorporó del suelo,
Kit permanecía inconsciente, y miró al hombre que reposaba en la cama con
repulsión. Reconocía aquel rostro, que años atrás había sido tan bello y tan
amado por ella, hasta casi llevarla a la locura- Ismael.
El anciano se incorporó de
la cama, con cuidado, sonriéndola. Él también la había reconocido, Agatha le
había robado el corazón años atrás, pero lo suyo no había sido posible, él era un
mago y ella una bruja, no podía ensuciar su reputación, así que la abandonó. Un
año después se alistó en el ejército de Alexander y con el tiempo logró ser
reconocido por este, para más tarde asesinarlo, la avaricia y el odio hacia los
brujos le habían vuelto un asesino, y no se arrepentía. Aunque sabía que sonaba
hipócrita, pues él ahora era uno de ellos, pero no podía permitir que nadie le
hablase como lo había hecho el joven de ojos esmeraldas, pensó mirando al
suelo. Allí se encontraba el muchacho, inconsciente, mientras su alma se podría
poco a poco. Sonrió plácidamente.
-
Agatha.
-
¿Qué le has
hecho? – preguntó la anciana entre lágrimas.
-
Le di la
oportunidad de estar a mi lado y rechazó mi oferta, tiene lo que se merece.
-
¿Enserio lo
crees? Kit no tiene lo que se merece, jamás lo tuvo. Es una persona
maravillosa, tierna y dulce, estar inconsciente en el mismo lugar donde tú te
paseas no es para nada algo que tenga merecido, eso es justo lo que mereces tú
sucia sabandija. ¿O acaso crees que tú mereces la vida? No mereces ni el simple
hecho de haber nacido Arsen. Que tonta fui al amarte.
-
Antes me veías
con otros ojos – dijo mirando pícaramente.
-
Antes no dabas
tanto asco. Aunque seguías siendo un imbécil, además de un egoísta e hipócrita.
Estaba claro que nunca serías una buena persona, nunca serás Kit.
-
Soy mejor que eso
– contestó ofendido.
-
¿Así? Dime,
¿Cuánta gente llorará tu muerte? Porque yo dudo que alguien lo haga, bailaran
sobre tu cuerpo inerte Arsen, escupirán sobre él. Te devolverán todas y cada
una de tus maldades, y una vez hallas desaparecido, tu recuerdo será odiado y
expulsado de las mentes de todos aquellos que pisen la faz de Teirak, porque
solo les provocarás repulsión – Agatha tomó aire, tenía demasiado rencor hacia
aquel hombre no pensaba parar – Lo tenías todo Arsen, todo. Una casa preciosa,
dinero, una familia, una joven que te amaba… pero todo aquello nunca fue
suficiente para ti ¿verdad? Nunca nada lo era, y puesto que la felicidad no se
compra con dinero, tú eras un muchacho infeliz.
-
No necesito que
nadie llore mi muerte, ni eso ni el cariño de ningún ser, sois inferiores a mí.
-
Más bien tú eres
inferior a nosotros – Arsen entrecerró los ojos - ¿Sabes? supe que eras tú
desde el primer momento que capte tus interferencias mágicas, solo tú eras
capaz de crear ondas tan fuertes, solo tú tienes tanto poder para ello, o al
menos antes era así. Ahora solo eres un anciano enfermizo, que lleva años sin
que el sol toque su piel. Que vida tan triste.
-
Sigues siendo tan
provocadora como lo eras hace años Agatha… tan irritante.
-
Y tú sigues
siendo infinitamente despreciable, al parecer las cosas no han cambiado desde
entonces – Bueno si, ahora eres realmente espantoso – Arsen apretó su mandíbula
con fuerza.
-
Tú tampoco es que
seas una belleza Agatha.
-
Al menos yo lo
soy por dentro.
-
Cállate ya y dime
¿dónde está esa tal Rena?
-
Jamás – dijo
mientras que movía rápidamente sus manos al frente y mandaba hacia el delicado
cuerpo de Arsen una fuerte ventisca que le hizo golpearse contra el cabecero.
-
Sigues siendo buena
- dijo mientras volvía a fijar sus ojos en ella, asesinándola con la mirada.
Con un movimiento de manos, hizo que la anciana flotará en el aire, mientras la
ahogaba. Agatha sintió una presión en el cuello, la presión de algo invisible
como el aire.
Rena, Denis y Ali vieron
como las heridas de Bastian desaparecían como si jamás hubieran existido,
aquellas pociones debían de ser poderosas, y la persona que las hubiera creado
aún más. BT, recordó Rena. Bastian había abierto los ojos sorprendido,
examinándose el cuerpo, sin hallar nada en él, era increíble.
Después de esto habían
Salido de la habitación a toda prisa, debían de llegar a la tercera planta
cuanto antes, pues habían notado la ausencia de Kit y Agatha y posiblemente
aquel fuese el lugar donde estuvieran. El instinto de Rena eso le decía, y
todos la seguían ahora escalera arriba. Rezaba porque Kit estuviese bien, no
quería perder a su mejor amigo, no quería hacerlo, se fustigaría por su perdida
el resto de sus días.
Llegaron a una enorme
puerta de madera, Rena iba a tramar un plan de ataque cuando Denis, hizo honor
a su fuerza, dando un fuerte frontal a la puerta, echándola abajo, en una polvareda
de humo, estaba alterado, quería encontrar a Kit cuanto antes. Los demás le
miraban sorprendidos.
-
Creo que la
puerta estaba abierta – comentó Bastian.
-
Esto es más
rápido…
-
Y mucho más
silencioso sin lugar a dudas – dijo el caballero oscuro irónicamente.
Cuando la polvareda
desapareció Rena vio tres cuerpos, uno era el de Kit en el suelo, otro el de
Agatha flotando inquiera en el aire, y el tercero, un hombre anciano en una
enorme cama. Era Arsen. Parecía una mota de polvo en un desierto de arena, no
era nada increíble, nada llamativo. Ahora entendía porque no dejaba que nadie
le viese.
Rena le miró incrédula,
¿aquel era el hombre al que tanto se temía en Teirak? Dirigió sus ojos hacía
Bastian, que miraba al anciano de cabellos grisáceos boquiabierto. Se sentía
engañado, utilizado, estúpido…
-
He estado
acatando tus ordenes durante años… he sido tu títere… ¡títere de un hombre
enfermizo! – exclamó el caballero oscuro, deseando llegar a él y matarle, por
haberle tenido engañado durante tantos años – todo era una gran mentira a tu
favor, me das asco – Arsen rio entre toses.
-
Sois tan
estúpidos – comentó, aumentando la furia de Bastian, que iba a salir disparado
hacía él cuando una enorme mano le sujetó de la muñeca, era Denis.
-
Tranquilo – le
susurró calmando al apuesto joven de ojos azules.
-
Valla, valla, si
está aquí el hijo del difunto Rey de Teirak, cuantos conocidos han venido a
visitarme. ¿Venís a hacerme una fiesta? – preguntó maléfico.
-
Venimos a
organizar una matanza – Respondió Denis, con calma, pero no sin odio, frente a
él estaba el asesino de su padre. Ali le miraba con los mismos ojos, con el
mismo rechazo.
-
Yo tal vez no te
suene, pero si lo hará mi hermana Jade – Arsen asintió con la cabeza sonriendo
de una forma realmente escalofriante.
-
Y tú debes de ser
Rena – esta le miró con el entrecejo fruncido toda ella estaba en tensión
esperando cualquier señal por parte de Arsen que la invitara a matarle. Tampoco
paraba de mirar al suelo, allí estaba su amigo, querría correr hacia él y
abrazarlo, acurrucarlo entre sus brazos, protegerlo. Arsen acababa de depositar
a Agatha en el suelo, que ahora corría hacía ellos, asustada.
-
Así es – dijo
mientras arrebataba de las manos de Ali el arco y apuntaba hacía el, pero ante
su sorpresa, no pudo disparar la flecha, sus manos estaban paralizadas. No
comprendía que era lo que estaba pasando.
-
Es capaz de
paralizar los cuerpos, además de moverlos a su gusto – explicó una asustada
Agatha – ahora es un brujo – todos los presentes en la sala parecieron
sobresaltarse ante aquellas palabras. Aquel hombre que asesinó movido por el odio
hacia la magia negra, ahora la utilizaba. Denis miró a Rena incrédulo y
seguidamente desenfundó su espada, dirigiéndose al cuerpo de Arsen, intentando
matarlo, pero tampoco pudo hacerlo. Los siguientes en intentarlo fueron Bastian
y Ali, pero tampoco fueron capaces, al parecer, aquel hombre tal vez no tuviera
una fachada peligrosa, pero verdaderamente su magia si lo era.
Kit poco a poco fue
recuperando la consciencia, se sentía extraño, pero sin embargo, seguía siendo
él. Tal vez la poción no hubiera hecho efecto. Miró hacía la puerta, allí
estaban Rena y el resto de sus compañeros, aparentemente paralizados. El
corazón le dio un vuelco, la cosa no parecía ir bien. Arsen ahora se disponía a
crear un hechizo de ataque. Miro extrañado como unas puntiagudas cuchillas se
creaban en el aire, apuntando hacia aquellos a los que él tanto quería.
Entonces hurgó debajo de su túnica, ahí estaba el cuchillo que Rena la había
regalado, lo había perdido hace unos días, pero por suerte, Denis lo había
encontrado debajo de la cama. Se levantó de golpe con cuchillo en mano y
apuñalo el brazo del viejo Arsen, que gritó asustado, no parecía haberlo
esperado. Kit ahora miraba hacía Rena y Denis que corrían hacía el anciano,
pero este, se hallaba ya recuperando fuerzas, estaba a punto de paralizarlos,
entonces Kit expandió su aura fuera de él, más poderosa que nunca, protegiendo
a sus compañeros, pues el hechizo colisionó contra ella, esta ahora era
negruzca. Sus brazos temblaron, ¿y si la poción si hubiera hecho efecto? Sintió
un enorme temor en el pecho, pero trató de respirar hondo y continuar
protegiendo a sus amigos.
Arsen volvió a intentar su
hechizó paralizador, pero todo lo que él creaba colisionaba contra los fuertes
escudos de Kit. Aquel muchacho era más poderoso de lo que él había imaginado.
Rena corrió con la espada
desenvainada, saltó a la cama impulsándose sobre esta y cayó precipitadamente
sobre el cuerpo de Arsen, el cual casi atravesó con el filo de su arma, si no
fuera porque un hechizo creado en el último momento por el brujo la golpeó
fuertemente. Había sido como enfrentarse a un huracán de aire, primero sintió
como este la absorbía y después seguidamente como la lanzaba lejos de la cama,
golpeándola contra la pared y cayendo al suelo. Bastian la miraba tenso, sobre
todo cuando Arsen hizo levitar una espada que se encontraba en el habitáculo de
forma decorativa lanzándola fuertemente, como si fuese una flecha hacía una
Rena aturdida, que a pesar de ello, rodó por el suelo evitando que la
alcanzará. El muchacho de ojos azules respiró tranquilo al verla en perfecto
estado, y aprovechando que ahora Arsen estaba centrado en la muchacha corrió
hacía el metiéndose por debajo de la cama donde se encontraba y clavando a ojo
la espada en esta, esperando acertar, pero no lo hizo, tan solo le hirió un
muslo. Arsen gritaba, no parecía creer lo que estaba pasando. Una rebelión y él
una presa en su propio refugio.
Debería haber insistido en
que el ejercito siguiese buscándolos, que se asegurasen de que estaban muertos,
pero aquellas semanas no había tenido suficientes fuerzas para ello, su aliado
había estado probando pociones en él, y eso le dejaba fuera de su ser.
Se castigó por haberse
descentrado de la batalla pues ahora veía venir hacía él un enorme cuerpo,
parecía casi un armario del castillo, era el hijo de Alexander. Aquella fuerza
y musculatura había sido fruto de su encarcelamiento, jamás hubiera imaginado
que pudiese ser salvado de aquel infierno al que él le destino. Al parecer
últimamente las cosas no le estaban saliendo como él quería. Kit tenía razón
los Dioses no estaban de su parte, pero no se rendiría tan fácilmente.
Denis estaba a punto de
alcanzar el cuerpo de Arsen cuando este, hizo levitar hacía él una mesilla de
noche, que el gladiador no pudo esquivar por culpa de su gran tamaño. Aquel
lugar se le quedaba pequeño.
Rena examinaba la sala,
tratando de buscar la manera de llegar a aquel ser sin ser lastimados por sus
conjuros, pero estaban en una habitación y se encontraban al descubierto,
aquello era algo difícil de hacer. La semidiosa vio salir a Bastian de debajo de
la cama, en contra de su voluntad y seguidamente volar por los aires, para acabar
tirado en el suelo. La muchacha sintió que la cabeza le daba vueltas, no
encontraba forma aparente de llegar a él, y Kit comenzaba a estar cansado de
tanto parar determinados hechizos.
La plaza de Irsinia estaba
plagada de comerciantes, y teirakenses realizando sus compras, parecían haber
tenido un día tranquilo, pues los caballeros oscuros no les habían atacado
aquella tarde. Compraban plácidamente, como si el mal no existiese en Teirak
aquel día.
Una joven de ojos
almendrados, pelo alborotado pelirrojo y mofletes plagados de diminutas pecas
estaba acariciando unas telas, parecía pretender comprarse alguna de ellas. Era
la misma muchacha que un día atrás había sonreído a Kit, ella le recordaba
perfectamente, aunque dudaba que él lo hiciera. La joven pecosa se había
quedado prendada de aquellos ojos esmeraldas aquella mañana. Sintió una enorme
vergüenza cuando el joven la sonrió, tan forzado… estaba claro que no estaba a
la altura de él, respiró hondo mientras acariciaba una tela morada, del mismo
tacto que su vestido verde. Fue a respirar de nuevo, casi distraídamente,
cuando cayó en que no podía hacerlo, era como si el oxígeno que la rodeaba
hubiese desaparecido. Trató de respirar una y otra vez, esta vez profundamente,
pero definitivamente no podía, calló al suelo de rodillas, creyendo que era
problema de sus pulmones, pero se sobresaltó al descubrir que todos los allí
presentes gritaban, gastando el poco oxigeno que les quedaba en los pulmones,
amarrando sus cuellos, tratando de respirar sin éxito, el pánico cundió,
incluso varias personas la pasaron por encima. Teirak en aquel momento era un
mundo sin aire, un lugar improvisto de oxígeno para sus habitantes, que
parecían estar sumergidos en las profundidades de un océano del cual no podían
huir, trataban de nadar buscando la superficie, pero aquella superficie ya no
existía.
¡Bravo Abie! Me ha encantado cómo te has traído pequeños detalles que están por todos los anteriores capítulos y que han terminado teniendo un mayor significado en este. Lograste despistarme por completo con Bastian, vaya que me dejó pillado. Y Kit, se ha hecho todo un hombre, ha madurado, ha aprendido a dominar su temor y actuar y dar cara a las dificultades y Agatha, cada capítulo más adorable, muy bonito el nexo entre ellos dos. Ahora voy a comentarte en el siguiente capítulo, que no me he aguantado y me lo he leído, no iba poder esperar hasta la semana entrante. :)
ResponderEliminarGracias por tu apoyo y tu cariño Pierre, me encanta poder ver tus comentarios en mi blog y verdaderamente sentir que te apasiona mi historia, eso me llena de alegría, gracias de todo corazón. Si logré despistarte, hacerte dudar, entonces, logré mi meta con Bastian en este capitulo jaja. Kit ha madurado mucho a lo largo de la historia! :))
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