domingo, 8 de junio de 2014

6. Entre llamas.

Mientras tanto en el bosque, el ejército escuro comenzaba a llevar a cabo su plan, Bastian distraído les miraba apoyado en el tronco de un árbol.

Prendían las antorchas felices, como si su único entretenimiento fuese matar, y hacer arder aquella taberna de Glador fuera la alegría del día. Una vez que prendieron todas, lanzaron una a Bastian, que la cogió en el aire y se enderezó acercándose a ellos.

-          Otis, asegúrate de que el gladiador esta dentro, no te equivoques – dijo mirando a su compañero, e iluminando su cara con la antorcha de una manera escalofriante. No quería prender aquella taberna, pero era su única alternativa, sino sería expulsado del ejército de Arsen, su hogar. Pensó en Rena, ¿y si el fuego se cruzaba con ella?, pero rápido ese pensamiento se esfumó de su cabeza, era una mujer demasiado ágil e inteligente como para no poder escapar de las llamas sin apenas heridas. Él lo sabía, pero su ejército no, y andaba despreocupado. Nada saldría mal, él se aseguraría de ello.

-          Esta tarde lo estaba, y yo no le he visto salir señor – mintió este, sus planes ocultos no tenían nada que ver con el gladiador, sino con Rena. Aquella mujer le había humillado en público y mínimo merecía una muerte lenta, y puesto que su compañero Bastian no se la iba a dar, él se ocuparía de ello.

-          De acuerdo – Bastian montó a su caballo y con un golpe en el lomo salió galopando hacía Glador con una multitud de caballos negros detrás.

Rena reposaba sosegadamente en la cama, sumida en multitud de sueños en los que ella siempre era la protagonista. Esto podía sonar egocéntrico, y es que ella a veces lo era. Un sueño se transformó en pesadilla. Estaba en medio de un volcán de lava, que chamuscaba su piel y carbonizaba su pelo, y pronto si no lograba escapar de allí su  carne y sus huesos también serían carbonizados. Intentaba salir pero estaba en… ¿una cama?, que flotaba de una forma mágica en medio del ojo del volcán, al borde de la erupción. Había dos opciones, saltar y morir achicharrada en la lava o mantenerse en la cama, hasta que esta se quemara desvaneciéndose en cenizas y finalmente caer al ojo del volcán de nuevo. Ninguna de las alternativas le parecía apetecible. Ahora solo quería despertar, el sueño parecía cada vez más real, y empezaba a sentir dolor, ¿Y si no era un sueño? Abrió los ojos, incorporándose repentinamente en la cama y aulló de dolor y miedo, su habitación ahora mismo era algo parecido al infierno.

Bastian desde fuera observaba todas las salidas de la taberna, esperando ver en cualquier momento salir a Rena por alguna de las que aún no habían sido prendidas por el fuego. Todos los clientes del bar y la camarera de escote extravagante, ya habían salido hace rato, al primer signo de calor, ¿Por qué ella no lo hacía?

Entre tanta oscuridad, llamas que iluminaban aquel punto del pueblo, pueblerinos que corrían a esconderse en sus casas esperando que las suyas no acabasen igual que aquel lugar y gritos de terror, Bastian reconoció un aullido de dolor procedente de la taberna, era Rena, aun no la había visto huir y debía ser la única persona que quedaba dentro. Disimuladamente salió del circulo de caballeros que observaban maliciosos su obra y corrió camuflado por la oscuridad hacía la parte de atrás de la casa, buscando alguna entrada oculta.

Dennis y Kit charlaban por las calles del pueblo cuando vieron una gran luz a lo lejos, como si un pedazo de sol hubiera caído allí donde ellos dormían. Corrieron desesperados, ¿y si Rena aun seguía allí descansando? , el temor de perderla se apoderó de ellos, su salvación tal vez se encontrase rodeada por las llamas. Al llegar encontraron la entrada principal bloqueada por 3 caballeros oscuros, a los que Dennis desenvainando su espada, se enfrentó. Era aun más ágil que ellos, y no le costó despedazarlos tras múltiples estocadas, silenciadas por los gritos de la población. Ahora cinco caballeros más aparecieron, y el gladiador se dispuso a aniquilarles, esto le llevaría rato. Kit se encontraba paralizado mirándole con la boca entreabierta, sin saber qué hacer, ni decir.

-          Kit corre a la parte trasera, busca una entrada ¡SALVA A RENA! – Este asintió y descolorido corrió hacía la puerta trasera donde se encontró a un joven rubio encapuchado mirando una ventana abierta en lo alto del hostal, era Bastian.

-          Quédate aquí… como te llames, aléjate del fuego, yo salvaré a tu amiga.

-          No me fió de ti, yo lo hare – dijo el monje con la poca fuerza que le quedaba, tras la energía perdida en el puesto de Agatha, al tratar de hacer la barrera protectora.

-          ¿Enserio crees que tú puedes salvarla? dudo que alcanzases esa ventana – dijo señalando la parte superior de la taberna y una vez lo hizo, evitando las llamas, cogió carrerilla y saltó amarrándose a un alfeizar, luego a otro, y así hasta alcanzar el punto más alto del lugar, la única entrada que quedaba sin prender. Kit se quedó tirado en el suelo tiritando, tal y como lo había hecho la primera vez, era un inepto en el campo de batalla, un torpe, incluso un inútil, pensó.

Rena había quedado inconsciente en la cama, ni siquiera la había dado tiempo a levantarse de esta e intentar escapar, pues todo el tiempo en el que había permanecido sumida en el sueño, había sido poco a poco intoxicada por el humo, que se comía el oxígeno de aquella pequeña habitación, ya casi inexistente.

Bastian entró en el infierno que ahora era aquella taberna, debía de estar en la guardilla de aquel lugar, aun apenas quemada por el fuego, pero al salir de esta, pudo ver las llamas que llegaban hasta el techo y las escaleras que bajaban a esa sección devastadas. Comenzó a bajar las escaleras con toda la delicadeza posible, rezando por que estas no se derrumbaran. Había llegado ya a la mitad de las escaleras que daban a la segunda planta donde se encontraban las habitaciones, cuando una pisada en falso hizo que la madera de estas se partiera y él callera. Se agarró como pudo a el saliente de la segunda planta, dolorido. Las astillas que habían dejado allí las escaleras estaban descarnando sus manos, miró hacia abajo, la primera planta era apenas inexistente, estaba sumida en llamas y puesto a que era el pilar principal de la taberna, esta no tardaría en ceder. Se incorporó rápido y corrió entre las llamas, utilizando su capa negra como mascara para no tragar el humo que envolvía el lugar. A lo lejos pudo apreciar la habitación donde había charlado aquella mañana con Rena y entró en ella fugaz. Y entonces vio el cuerpo de la semidiosa en la cama, quieto, como si aun durmiera, y se sintió culpable por no haber parado aquel incendió. Se acercó a ella y la tomó en sus brazos, envolviéndola con su capa roja, intentándola ocultarla del calor y salió de allí sobrecogido, al ver que el suelo comenzaba a derrumbarse, al igual que el techo. Busco alguna ventana sin prender en aquella segunda planta, debía darse prisa, ya apenas tenía visión por el espeso humo, entonces la vio, una ventana aun sin prender, que daba al bosque. Corrió hacía ella y con un frontal la partió en mil pedazos, saltando por ella y cayó de rodillas en el césped, destrozado, pero ahora no podía pensar en su dolor, sino en el de Rena, tenía alguna que otra quemadura por los brazos y las piernas, pero se recuperaría rápido. Kit seguía allí donde le dejó.

-          ¿Conoces el pozo de las hadas? – le dijo desde lo lejos. Kit se limitó a asentir, había leído que estaba en el bosque, cerca de Glador, y según contaba la historia sus aguas eran curativas, o eso se decía.

-          Os espero oculto allí con Rena, daros prisa, el ejército me echará en falta.

Bastian desapareció entre el espesor de las ramas del bosque, cojeando y con Rena en brazos. Ojala él hubiera sido lo suficiente valiente como para entrar allí y ser  ahora quien portara con cariño a aquella mujer entre sus brazos, pensó el monje.

Llegaron al pozo que le había nombrado a Kit, y dejando con cuidado a Rena en el césped, se dispuso a sacar agua y sin delicadeza se la lanzó a Rena en la cara para despertarla. Esta se levantó asustada, mirando de un lado a otro, desubicada, y una vez que vio a Bastian sacando un segundo cubo de agua del pozo también se sintió sorprendida. Lo último que recordaba era el fuego inundado su habitación y ella chillando por el calor que la quemaba. Se examinó las extremidades descubiertas, no tenían a penas quemaduras, se sintió aliviada, pero entonces vio al joven de cabellos platinos, cojeaba y lanzaba gemidos de dolor. Acababa de extraer un segundo cubo y tumbado en el césped, se lo estaba echando sobre las quemaduras de sus brazos y piernas, y con el agua sobrante enjuagó sus manos plagadas de heridas, definitivamente él la había salvado de aquel infierno.

Rena se acercó a él pillandole desprevenido, pues aún no había caído en que la semidiosa estaba despierta. Le cogió las manos heridas, acariciándolas y acto seguido, le quitó la capa con delicadeza, y envolvió sus manos en ella. Luego vio una quemadura en la frente y mojo sus manos en el agua del cubo y las paso por esta, soplando en ella para aliviar el dolor. Bastian se dejaba hacer, estaba quieto con su mirada fija en ella, embelesado. Ahora herido, parecía débil y agradecido por todos los mimos que estaba recibiendo, y que no estaba acostumbrado a recibir, pero a los cuales se podía acostumbrar.

Rena se sentó entre sus piernas, sobresaltándole y continuó curándole la quemadura de la frente, y una vez creyó que ya había terminado, jugueteó con su cabello dorado, que estaba revuelto y ahora empapado. Bastian tragó saliva, empezaba a alterarse, ¿Qué quería aquella mujer de él?, por primera vez se sentía indefenso, como un cervatillo, en vez de un león, ahora mismo su puesto de cazador estaba ocupado por aquella mujer de curvas peligrosas.

-          Gracias por sacarme de aquel infierno Bastian.

-          No ha sido nada – indicó él alejando su cara de la de ella, que estaba demasiado cerca. Nunca antes una mujer se había acercado a él así, sin razón, como dinero o piedad, y ella no quería ninguna de esas dos cosas.

-          Nada, no provocaría estos estragos – dijo ella señalando sus manos y su frente.

-          Kit y Dennis vendrán a buscarte en cualquier momento a este pozo – Dijo el caballero oscuro intentando cambiar de tema, se sentía alagado por tantos mimos y agradecimientos, pero al no estar acostumbrado a ello, aquella situación le resultaba incómoda.

-          De acuerdo – se levantó del césped sonriente. Pero la sonrisa se desvaneció al ver que la taberna continuaba ardiendo, ¿y si el fuego se expandía? Apretó los puños con fuerza, intentando buscar alguna solución a aquel asunto, pero no se le ocurría nada. Apretó con aun más fuerza los puños, colerizada y un trueno se oyó en los cielos, y ella sorprendida, miró las palmas de sus manos, y con aún más fuerza, las apretó, tanto que sus uñas se clavaron en su carne y su sangre comenzó a chorrear por ellas, cuando una llovizna llegó al pueblo y al lugar donde se encontraban, mojándoles. Y poco a poco esta se transformó en una tormenta. Rena aflojó sus manos y miró sorprendida su obra, se había dado cuenta aquella vez bajo la torre que ante su ira las nubes tronaban, pero lo que jamás hubiera imaginado es que ella podía ser la causante de la lluvia. Sonrió complacida y empapada, bajo la mirada curiosa de Bastian que había tenido la suerte de poder contemplar aquel don de la semidiosa.

Se sentó a su lado, apoyándose en el pozo y juntos vieron llover.

Unos minutos más tarde pudieron apreciar dos figuras entre la oscuridad que corrían hacia ellos, una fornida, y otra más alargada y delgaducha, eran Dennis y Kit, que apresuraron el paso al ver la figura de la mujer morena en el césped. Dennis al llegar la levantó del suelo rodeándola fuertemente con sus brazos, abrazándola, y Kit se sumo a él.

-          Estábamos preocupados por ti – dijo el gladiador dejando que los pies de la muchacha volvieran a tocar el suelo – No he podido venir más rápido, me he tenido que deshacer de unos cuantos caballeros oscuros. Bastian le miraba desde el suelo, indiferente, como si no conociese a los hombres de los que hablaba.

-          No pasa nada, Bastian me saco de entre las llamas y me ha mantenido a salvo hasta ahora – dijo la semidiosa complacida.

-          Gracias muchacho – indicó agradecido el gladiador, mientras el caballero oscuro, que solo era agradable con Rena, se limitó a asentir, permaneciendo aun tirado en el suelo, y magullado – Entonces que, ¿te unes a nosotros? – Los tres compañeros se giraron hacia él con aparente curiosidad, esperando que un si se escapase de su boca, pero Bastian se levantó y desató sus manos de la túnica, volviendo a ponérsela sobre el cuerpo, a modo de símbolo y supuesta lealtad hacía su ejército.

-          ¿Por qué me iba a unir a vosotros? – se sentó en el pozo esperando una respuesta que le complaciera.

-          Por qué te comportas como uno de nosotros, has salvado a Rena, eres diferente a ellos –dijo el pelirrojo frunciendo el ceño.

-          No, no soy diferente a ellos, no me comporto como vosotros y menos me parezco, una cosa es que sea amable con ella – dijo señalando a la muchacha de labios bermellón – y otra que lo sea con vosotros – Se levantó finalmente del pozo, estirándose, estaba listo para marchar, pero antes se acercó a Rena – Estas magullada, debes descansar hoy, a 5 kilómetros hay una casa, si sigues el camino de arena que sale de Glador la encontrarás, la familia que vive en ella alquila una de sus habitaciones, tiene camas suficientes para los tres, recupérate -  dijo expresando preocupación hacia su estado y acto seguido se colocó la capucha para desaparecer entre la oscuridad que les devoraba.

Kit entonces pareció aliviado, no soportaba a aquel hombre, y menos su forma de comportarse con Rena. No estaba seguro de poder soportarle si se unía al grupo. Se había fijado en cómo se miraban, parecían desearse, y le envidiaba de cierto modo. La semidiosa jamás le había dedicado una mirada como esa.

Dennis se encogió de hombros, el chico no le desagradaba, si era capaz de traicionar a su propio ejército para salvar a su amiga, era digno de pertenecer a su grupo.

-          Tenías razón Rena, debajo de esa coraza de oscuridad parece haber humanidad – indicó el gladiador sonriéndola – Anda, vamos en busca de esa casa que ha nombrado. Comenzaron a andar cuando Kit se interpuso en su camino.

-          ¿Y si es una trampa? , no me fió de él, por mucho que digáis.

-          Kit, ¿crees que si quisiera matarnos, no me hubiera dejado arder esta noche para facilitar las cosas? – El monje se avergonzó de su propio comportamiento, ¿pero qué podía hacer?, la mirada glacial de ese hombre le gritaba que se alejasen de él, y su alma grisácea, por la mugre adquirida por el tiempo le decía que conocía bien la palabra traición.

Siguieron el camino de Arena que iba hacía el próximo pueblo, Irsinia, a unos kilómetros de distancia, aun en el comienzo del recorrido encontraron la casa de la cual Bastian les había hablado, estaba en medio del bosque, saliendo del camino. Era de madera y  la luz que procedía de ella escapaba por las ventanas iluminando el jardín. Sus propietarios habían plantado plantas de colores llamativos que se veían incluso entre la oscuridad, y justo en la parte trasera de la casa un establo lleno de caballos que posiblemente vendiesen.

Se acercaron a ella y una vez que estuvieron en la puerta, golpearon con el puño a esta esperando que alguien les abriese.

La puerta se abrió, y una niña de unos 10 años, con ojos azules  y cabellera platina lisa, se acercó a ellos despreocupada.

-          ¿Queréis algo? – preguntó.

-          Querríamos alquilar alguna de sus habitaciones, nos han dicho que tenéis alguna libre – Dijo Rena sonriéndola tiernamente.

-          Quien os lo haya dicho lleva razón, entrad – les hizo un gesto para que la siguieran, y así los tres compañeros entraron en la casa tras ella. Era un lugar enorme, por dentro lleno de candiles y una gran chimenea prendida. El fuego trajo malos recuerdos a la semidiosa, que sufrió un escalofrió. En una mecedora había una mujer de cabellos rubios, mezclados con las canas que la habían surgido con la edad, de unos cincuenta y tantos años. La niña se acercó a ella, sentándose delante y la mujer, que al parecer era su madre, se dispuso a trenzarla el pelo.

-          Hola – dijeron a coro, acercándose a la mujer que ahora estaba rodeada de dos niñas más de cabellos rubios como ella y un joven de unos veintidós años. El chico de ojos dorados como los de sus otras dos hermanas, que acababan de bajar la escalera con él.  Su rostro le era familiar, pero no comprendía el por qué.

-          Valla, visitantes – se levantó de la silla con una adorable sonrisa, dedicada a ellos – Damián y Rita os acompañaran a la habitación, tiene tres camas, justo, y el precio está a 10 monedas la noche – dijo la madre de los cuatro muchachos – por cierto, yo soy Teresa.

El joven de rostro familiar les indicó, acompañado de la muchacha que les acababa de abrir la puerta el lugar donde dormirían aquella noche. Era un sitio acogedor, estaba segura de que descansarían plácidamente.

Llegaron a la habitación, repleta de jarrones con flores y cortinas amarillas, de casi el mismo tono que las sabanas que cubrían las tres camas. Rena se sentó en una de ellas y se deshizo de su túnica. Dennis y Kit la imitaron.

-          Tal vez queráis comer algo antes de dormir – dijo el joven Damián – Son tan solo 3 monedas más – parecía que en aquella familia todo estaba medido por el número de monedas.

-          Si, será mejor que tomemos algo – dijo la semidiosa. Sus dos compañeros dejaron sus equipajes en sus camas, en el caso de Kit una mochila, y Dennis todas sus armas.

Volvieron  a bajar las escaleras y se sentaron en una diminuta mesa cuadrada de madera. Donde Teresa les llevó unos trozos de pan acompañados de algo de carne. Una vez lo hizo se sentó de nuevo en la mecedora.

-          Bueno, ¿y qué os trae por aquí? – pregunto la mujer.

-          Vamos de camino a Irsinia, y nos comentaron que aquí podríamos descansar de nuestro trayecto – dijo Kit comiendo con ansia los alimentos de la mujer.

-          Me alegra que la gente comente eso, nos viene bien el dinero del alquiler de esa habitación, era de mi hijo mayor... falleció hace unos años, o por lo menos, dejamos de saber de él. Mi marido también murió, pero su pérdida no fue llorada – dijo la mujer sin inmutarse, Rena casi se atraganta con un trozo de pan – Era un cabrón.

-          ¿Sería indiscreto preguntar de que murió? – intervino Dennis curioso. Rena y Kit le atizaron una patada en la tibia.

-          Si, bastante indiscreto – comentó Kit casi en un susurro. La mujer rió como si la muerte de su marido fuera algo divertido.

-          Era un borracho, y mi hijo mayor lo mató – Rena y Kit se quedaron con los ojos como platos, no se podían creer lo que estaban oyendo, sin embargo Dennis comía sosegadamente. – No me miréis así, se lo merecía, tuvimos que soportar demasiadas palizas de ese sinvergüenza y Bastian decidió actuar hace cinco años. – sus ojos se nublaron y lágrimas resbalaron por sus mejillas, estaba claro que todo su cuerpo añoraba a aquel hijo.

-          ¿BASTIAN?, ¿rubio, de cabellos desordenados y ojos azules? – dijo Rena levantándose de la mesa de golpe.

-          ¡SI ASÍ ES! ¿LE CONOCISTES? – La mujer también se había incorporado de su mecedora y Rena se sintió mal por haber mostrado tanta excitación. Si era el Bastian que ella conocía y había decidido que se le tomara por muerto, sería mejor que ella no interviniera, eran asuntos familiares.

-          Si, de vista – mintió Rena ante la mirada pasmada de sus amigos.

-          Una pena que no le conocieses mejor, era un gran muchacho, nos facilitaba dinero para sobrevivir, y aunque pocas veces le veíamos, todos aquí le queríamos – la mujer estaba entristecida, parecía que los recuerdos le mataban por dentro.

-          Lo siento – dijo la semidiosa intentando finalizar la conversación. Ahora entendía por qué Bastian, un caballero oscuro, conocía un lugar tan familiar para dormir como aquel, aunque por la historia que Teresa les estaba contando, no siempre fue así de pacífico. ¿Cuántas palizas habría recibido aquel caballero oscuro antes de alistarse en el ejercito?, seguro que muchas más que las recibidas en las batallas, una vez que se alistó en él. Por un instante, Rena, sintió parte del dolor que Bastian parecía haber sufrido durante años.

Terminaron de cenar y subieron a su cuarto aun sorprendidos por toda la información que aquella mujer les había proporcionado. No se podían creer que estuvieran durmiendo en la casa de Bastian, en su habitación y con su familia.

La extrañeza al parecer paso fugazmente por las mentes de Kit y Dennis que rápidamente se sumieron en un profundo sueño, mientras que Rena no podía dormir, no paraba de atar cabos, y de pensar planes, era cerrar los ojos y recordar las llamas rodeándola, no podía descansar, mejor dicho, no quería.

Un ruido la sobresaltó, parecían piedrecillas chocando contra su ventana, se levantó de la cama y se dirigió hacia el lugar de donde procedía el ruido, y se asomó. Debajo de ella Bastian, encapuchado y sobre su caballo negro. La llamaba indicando que bajase mediante un gesto. Sin pensarlo dos veces, se vistió y salió apresuradamente de la habitación, bajando las escaleras en silencio y finalmente desapareciendo de aquella casa.

Al bajar se lo encontró de frente, camuflado entre las sombras, le extendía su mano derecha para ayudarla a subir a aquel caballo negro en el que iba montado. Rena se lo pensó varias veces antes de aceptar su mano y acabar sentada tras él, amarrada a su cuerpo y galopando por el bosque. Aquello no estaba bien, ella lo sabía, una cosa era fiarse de aquel muchacho y otra galopar con él hacía algún lugar desconocido, ¿pero qué podía hacer?, Bastian era tan misterioso, tan guapo, y con esa apariencia que ocultaba su dulce interior, para ella era inevitable fijarse en él.

Llegaron a una llanura y el caballero oscuro frenó su caballo. Bajo de este y extendió sus brazos para amarrar la cintura de Rena, bajándola con él. Por primera vez la semidiosa se sintió delicada como un cristal, ella, que con sus propias manos podía arrebatar vidas a base de golpes limpios. Bastian se sentó en el suelo, mirando al horizonte y Rena le imitó.

        Se fijó allí donde él tenía puesta su mirada, no había nada.

-          ¿Qué se supone que miramos?

-          Ya lo verás.

Estuvieron minutos observando, y la semidiosa comenzaba a cansarse, cuando de entre las sombras surgieron miles de puntos luminosos, eran luciérnagas. Que parecían estrellas entre los árboles, iluminando la noche como diminutos farolillos.

-          Mi madre me traía aquí cuando era pequeño, a mí y a mis 4 hermanos – hizo una pausa enternecido por la belleza de aquellos seres – cada vez que mi padre volvía borracho, se ensañaba con cada uno de nosotros, pero mi madre encontró la solución, cada noche cuando volviera nosotros no estaríamos allí para ser el objeto de todos sus golpes.

-          Lo siento Bastian – Sentía pena por él, para a ver llevado una vida como esa no era tan mal chico.

-          Veíamos las luciérnagas, por no verle a él y nunca nos buscaba, no estaba en condiciones para hacerlo – sonrió irónico – yo en cuanto pude me fui, me aliste al ejército para al menos llevar dinero a casa y sobre todo, para alejarme de allí – hizo una pausa, parecía que miles de recuerdos se cruzaban en su camino al pronunciar cada palabra – Les venía a ver muy de vez en cuando, pues en realidad no quería venir, era demasiado decadente. Un día, hace cinco años me decidí a volver, mi padre llevaba sin tocarme desde que me largue de aquel lugar, pero aquella noche estaba borracho y furioso, me dijo que no necesitaban mi dinero, que él era el único que debía mantener la familia, yo le contesté, le dije que menos palabras y más actos, que solo era un triste borracho. Nunca nadie en mi familia se había enfrentado a él, por miedo, pero yo era lo suficientemente mayor para encararme a él y lo hice. Se puso furioso y partió una de sus botellas contra la mesa del salón intentándomela clavar en el estómago, era su propio hijo y me quería matar. No fui capaz de reaccionar y me la clavó en este costado – dijo señalando el lado derecho de sus costillas – falló el golpe, en realidad la botella no iba dirigida ahí– sonrió aparentemente burlón, pero sus ojos no sonreían, continuaban inalterables como siempre, pero un destelló pareció pasar por ellos, como la luz de una aurora, repleta de tristeza – Me alteré, le arrebate la botella de las manos, y yo no falle Rena, murió llorando de dolor en las manos de su propio hijo. Damián, Rita, Cloe, Stella y mi madre, Teresa, estuvieron presentes, ni una sola palabra se esfumó de sus bocas. Comprendo su miedo, ¿pero tanto era para no poder defenderme? No fui capaz de volver allí, demasiados malos recuerdos, promesas que quedaron en el aire y dolor. Están mejor sin mí. Y mejor aún sin mi padre.

-          Se sienten orgullosos de lo que hiciste Bastian, lo sé todo, he hablado con tu madre – Rena estaba conmovida, dudaba mucho que aquel muchacho abriese su corazón alguna vez como lo hacía con ella.

-          ¿No le habrás dicho que estoy vivo? – la interrumpió él alterado.

-          No. No le he dicho nada.

-          Es mejor así.

-          Te echa de menos Bastian, lo vi en sus ojos, añora a su hijo – Bastian intentó ignorar estas palabras, no podía permitirse pensar eso. No habían luchado por él, así que mucho no le querrían, o eso intentaba creer.

-          Ya que les has visto, cuéntame. ¿Qué tal están? – Preguntó muy interesado, estaba claro, que él si les quería.

-          Pues no parece que les falte el dinero, el alquiler de tu habitación les debe salir rentable, parecen vivir bien, Bastian – hizo una pausa intentando darle más información – Se parecen todos mucho a ti, tus hermanas son ya todas unas mujercitas, ¿qué edad tienen?

-          Rita y Cloe diez años, son gemelas, Stella nueve y Damián veintidós, es el mediano, mi antiguo compañero de aventuras, era muy travieso, me lleve muchos palos que no eran para mí por él, pero que puedo decir, es mi hermano. Haría lo que fuera por ese chico.

-          ¿Tan travieso era? – Rena permanecía curiosa y ahora sonriente.

-          Ni te lo imaginas, de pequeño su mayor entretenimiento era matar insectos indefensos, le encantaba pisotear hormigas.

-          En conclusión, un pequeño monstruo – Bastian rió esta vez, y su risa era sincera, nunca le había visto tan natural y desarmado. Era sencillamente él.

-          Me acuerdo una vez que robo bebidas a mi padre y se emborracho en el establo, yo le descubrí, si mi padre se daba cuenta que le faltaba una solo de sus botellas le mataría, asi que decidí asumir yo los golpes, y así con todo, cuando se trata de Damián, puedes esperar cualquier cosa.

-          Ahora parece muy centrado, nada más entrar su rostro me recordó a ti, con la mirada menos inmutable, claramente – Bastian sonrió y unos hoyuelos hasta ahora desconocidos surgieron de sus mejillas.

-          ¿Qué tienes en contra de mis ojos? – bromeó.

-          Nada, nada, tan solo que he visto animales con más expresividad que tú – señalo la semidiosa, burlona, provocándole.

-          Bueno, en este mundo es mejor ser imperturbable y vivir, que ser predecible y morir – Se levantó, colocándose justamente enfrente suya, tapando las preciosas luciérnagas que les rodeaban, pero a Rena no le importó, sus vistas ahora eran más bellas.

-          Yo no opino lo mismo, y dime, ¿yo soy predecible?- Se quedó fijamente mirándole intentado que él no la leyese como un libro abierto. El entornaba sus ojos intentando averiguar que pasaba por su cabeza, sin éxito. No pudo reacionar a tiempo, Rena sonrió maléficamente, una media sonrisa casi aterradora y se lanzó sobre él como un perro de caza sobre su presa. Él se sobresaltó, llevando su mano a su cinturón donde escondía un cuchillo, pero cuando Rena comenzó a hacerle cosquillas alejó su mano de ese arma, intentaba no reir, no parecer frágil ante ella, pero no podía, no soportaba aquella tortura. Entonces ella se alejó, no sabía como iba a reacionar había sido un atrevimiento por su parte, pero no aguantaba más, no era una chica paciente, y quería ver las murallas de Bastian caer ante ella. – Contéstame, ¿acaso has predecido mi ataque?

El caballero oscuro no contestó a su pregunta y contraatacó con otra.

-          ¿Ahora qué? ¿Y si te hago cosquillas? – Dijo el rubio amenazante, con mirada asesina.

-          No por favor  ¡PIEDAD! - Exclamó Rena fingiendo terror.

-          No conozco la palabra piedad, ¿recuerdas? – hizo rodar a Rena, colocándola bajo él y comenzó a hacérselas hasta que lágrimas provocadas por la risa resbalaron por sus mejillas. Rena tardó en reaccionar, pero una vez lo hizo, volvió a rotar, situándose esta vez encima de Bastian.

-          Ahora pídeme tu piedad – dijo acercando su cara tanto a la de él, que solo un centímetro separaba sus labios.

-          Yo no soy de esos – exclamó.

-          Ni yo soy misericordiosa  - Acercó su rostro al de él, haciendo que sus labios se juntaran, y con los suyos obligó a los de Bastian a abrirse, y este, respondió a su beso, situando sus grandes manos en su cintura, y explorando toda su espalda hasta llegar a su cuello, donde sintió la suavidad de los cabellos negros de Rena, entrelazando sus dedos en ellos e intensificando el beso, estrujándola contra su cuerpo, pero con una delicadeza impropia de cualquier ser dedicado a su oficio, pero que podía decir, él no era un caballero oscuro cualquiera, él era el caballero.

Bastian se sentía en una nube, estaba volando lejos del suelo de aquel mundo dolorido. Así era como se sentía cuando Rena estaba cerca, y él, ahora mismo, era más feliz de lo que nunca lo había sido en sus 25 años de vida.

El beso duro unos minutos, hasta que Rena bajo la intensidad, y finalmente mordió la parte inferior del labio de Bastian, para luego besarlo con cariño e incorporándose. Acarició su pelo platino, y él acarició el suyo, apartándole los mechones que caían desordenados por su cara, aparentemente sorprendido.

-          ¿Por qué haces esto? – dijo él sin parar de mirarla ni acariciarla el pelo.

-          Por qué creo que todo el mundo merece segundas oportunidades, y yo a pesar de lo que paso aquel día bajo la torre de Trebus, te la doy Bastian.

-          ¿Tan diferente al resto crees que soy?

-          Lo suficiente como para besarte – volvió a agacharse, para volverle a besar a penas cuatro segundos.

-          Valla sí que debo ser especial – Bromeó.

-          Si, lo eres, y dime, ¿yo soy especial? – Bastian se quedó unos segundos en silencio, expresar sentimientos no era lo suyo y había revelado tantas cosas ocultas de su interior aquella noche, pero quería que ella supiera lo que sentía, pero haciendo tripas corazón, le mostró algo más de sí mismo.

-          Tanto como para provocar lluvia si te enfadas, tanto como para que ese carácter muchas veces irritante haga que no pueda dejar de pensar en ti, tanto que esos labios bermellón se me hacen terriblemente irresistibles y tanto que solo al mirarme con esos dos pozos negros, se me dispara tanto la adrenalina, que en ocasiones, incluso se me para el corazón – le había costado mucho pronunciar esas palabras, e incluso le costaba asumir que habían salido de su boca, nunca había dicho algo así, ni siquiera semejante – Ahora dime, ¿cómo no vas a ser especial? – Rena tenía los ojos humedecidos, pero intentó ocultarlo.

-          Valla, si que soy especial – dijo emocionada, emitando la respuesta que Bastian anteriormente la había dado – Ojalá fueras así con todos y no solo conmigo, eres mejor de lo que quieres hacer parecer.

-          Tal vez solo soy mejor porque estoy contigo – contestó él volviendo a su faceta impasible.

-          Entonces tendremos que pasar más tiempo juntos – sonrió la semidiosa, acompañada por la sonrisa del caballero oscuro que se levantó, echándola a un lado.

-          Sera mejor que volvamos tienes que descansar – concluyó él, subiendo al caballo, demasiadas emociones para un solo día – vamos sube te llevaré.

Llegaron a la casa, y Rena subió por las escaleras veloz, intentando que nadie la viera, no quería levantar sospechas. Llegó a su habitación y se arropó bajo las sábanas, y esta vez el sueño también la arropó.

Calor, eso era lo que sentía, llamas acariciaban su piel lastimándola, dañándola. Dolor, dolor recorría todo su cuerpo como una descarga eléctrica que la hacía palpitar y gritar. Miedo, miedo que la ahoga en un mar de lágrimas, volviéndola incapaz de mover un solo musculo de todo su cuerpo, como si la fuerza se hubiera esfumado de su ser. Y muerte, muerte era su destino, aquello que ella predecía y más temía. Predicción que se cumplía, mientras moría entre las llamas de aquel lugar donde dormía.

Con un grito se levantó de la cama, sudando como nunca lo había hecho, había sido tan solo una pesadilla. Una pesadilla terriblemente horrible, aun podía sentir incluso el calor. Intentó respirar profundamente, tranquilizarse. Mientras que Kit y Dennis se levantaban alarmados de sus camas, para salir disparados a la suya. La tocaban la frente intentando averiguar porque sudaba, preguntándose si tenía fiebre.

-          Tranquilos ha sido solo una pesadilla – Dijo la semidiosa levantándose de la cama y secándose el sudor con sus ante brazos – He soñado que volvía a estar entre las llamas, me pregunto cuándo olvidaré eso.

-          Fue una situación espantosa Rena, es normal que a veces la recuerdes, con el tiempo se olvidara, todo se olvida – dijo Kit sonriéndola, intentando tranquilizarla. Llevaba un viejo pijama verde como sus ojos y los pelos como si hubiera cazado una angula eléctrica con sus manos.

-          Eso espero – Se incorporó para abrir las ventanas, necesitaba aire fresco, y al hacerlo averiguó que era de día.

-          ¿Hoy emprenderemos viaje hacía el próximo pueblo? – preguntó Dennis, preocupado por el bienestar de su amiga.

-          Si, es nuestro deber, no podemos retrasar esto más- se giró hacía ellos fingiendo estar en perfectas condiciones, sonriente – Ir a desayunar, me visto y bajo – llevaba una especie de camisón blanco, corto, muy corto.

Los dos muchachos la hicieron caso y bajaron a rellenar sus estómagos mientras ella se quedaba embelesada, mirando el horizonte, sin ver nada. Estaba descubriendo tantas cosas aquellos días. Amistad, amor, lealtad hacia los demás, todo nuevo para ella, ¿quién la diría que existía un sitio mejor que el lugar de donde ella había salido?

Desde luego que si sus tres pilares vitales: Bastian, Kit y Dennis, permanecían con ella cualquier lugar se le haría ameno, eran verdaderos amigos, o eso creía ella. ¿Y qué decir de el cariño que Bastian la regalaba? Nunca había visto al joven abrirse tanto, y dudaba que lo hubiera hecho alguna vez con alguien, no tenía pinta de dedicarse a contar sus intimidades a los demás. La verdad no estaba segura de que tenía pinta. Se despejó y se alejó de la ventana, poniéndose sus ropas y su capa y armándose, como siempre hacía, y cuando lo hizo se despidió de aquella habitación donde el caballero oscuro había descansado cuando era tan solo un niño y desapareció escalera abajo.

Se unió al desayuno con sus compañeros, Teresa les había hecho unas tostadas y una vez se las terminaron, Dennis y Kit fueron a vestirse mientras que Rena les esperaba en el salón.

Entonces un joven rubio se acercó a ella sentándose a su lado y mirándola con aparente curiosidad, era Damián.

-          Dime, ¿De qué conocías a Bastian? – Rena casi se atragantó al escuchar aquella pregunta tan directa, Damián tenía los ojos similares a los de Bastian, en realidad todo él era similar a Bastian.

-          En el campo de batalla se conoce a mucha, gente, tanto amiga… como enemiga – el joven asintió con la cabeza y apartó la mirada para mirar a otro lado.

En aquel momento Teresa les interrumpió, y Rena se sintió salvada por la campana, no sabía que decir a aquel muchacho el cual supuestamente había perdido a un hermano. No quería mentirle.

-          He pensado que tal vez os interese saber que tenemos un establo con caballos a la venta, nos dedicamos también a su cría. Y los vendemos baratos – dijo Teresa.

-          No estaría mal, tardaríamos mucho menos en llegar a  Irsinia, ¿Cuál es su precio?

-          100 monedas cada uno, estoy segura de que no encontraras ninguna oferta mejor – se asomaron al establo y Rena pudo ver un precioso caballo blanco, con diminutas manchas grises, casi como motas de polvo, era precioso.

-          Me llevo ese – dijo señalándolo.

-          Buena elección – comentó alegre la mujer tras a ver logrado una venta – se llama Bianco.

Cuando Kit y Dennis bajaron también fueron conducidos al establo donde tuvieron que elegir dos caballos. El monje se decantó por un caballo marrón claro, casi color miel y el gladiador por un marrón tirando a rojizo. Y montando en ellos emprendieron la marcha esta vez mucho más veloces hacía el próximo pueblo. Contra más se alejaban de aquella posada más cerca estaban de Arsen y aquello sencillamente les ponía los pelos de punta.

3 comentarios:

  1. Enhorabuena, estas creando un libro muy interesante y con mucha acción. Estoy deseando leer el próximo capitulo! Con quién acabará Reina!?

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  2. Otro capítulo que me ha encantado. "Entre llamas" nombre muy apropiado. No sólo Rena está entre llamas que consumen todo a su alrededor sino que también, en este capítulo hay llamas de su corazón avivadas. En este capítulo me encantó conocer un poco su lado de diosa, que ella también apenas comienza a conocer. Aunque en este fue más mujer que en los anteriores, también su semidivinidad la equilibró. El poder de la tormenta, y el poder de un beso. Hasta es dudoso adivinar cual de los dos poderes es el más divino, más elevado. Que bueno Abie, me ha gustado el avance de la historia. Y en algo te felicito sobre Bastián, es un villano pero muy humano, no es ese tipo de villano ficticio que solo puede ser malo. Él solo es un resultado de las circunstancias, como Dennis, la diferencia que aun no está libre como este último. Me encantó como cada uno eligió a sus caballos, muy acorde a ellos. Un Abrazo Abie Aquí seguimos leyéndote!!!

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    1. Me alegra que cada vez estés más sumergido en el mundo de Teirak Pierre :)
      Bastian tiene mucho que mostrar de sí mismo. He intentado un poco eso, que dentro de él haya una mezcla de mal y bien, que al pobre le vuelve un poco loco. Un abrazo!! Es un gusto leer tus comentarios!

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