domingo, 8 de junio de 2014

1. Los pies sobre Teirak.

Miraba el oráculo deseoso de que con sus escasas practicas en el mundo de los sacerdotes fuese a conseguir ver algo atreves de él. Se sentía solo y aburrido en el templo y con la única compañía de Barbará la sacerdotisa, ella lo había estado instruyendo tras el asesinato de su mentor.

Nadie sabía quién le había matado o como el asesino podía haber logrado entrar en el templo esquivando su mirada siempre vigilante. Su mentor, el sacerdote Adrián le había intentado enseñar con todas sus fuerzas, como comunicarse con los Dioses o como hacer sacrificios, pero esto no parecía ser lo suyo, tal vez se habría equivocado en su elección de ser aprendiz de sacerdote. Tenía 23 años y todavía no había conseguido el título oficial, no era lo suficientemente bueno. Aun así Barbará le tenía mucha estima, decía que era un chico intuitivo, con un don, y que su buena voluntad le llevaría mas lejos de lo que él creía, que los dioses sabrían apreciar a una persona como él, con los pies tan pegados al suelo. Esperaba que así fuera, aunque no sabía muy bien si llevaría razón en todo. Sabía que era intuitivo y que pocas veces se equivocaba con las personas gracias a ese don que le permitía leer sus auras. Su antiguo mentor había logrado explotar ese don, haciendo que viese más allá de los cuerpos y poder ver como eran en realidad, sin apariencias, ni mentiras, tan solo colores, si como habéis leído, colores. El decía que cada aura tenía un color, un color que hablaba de su vida, si su alma estaba corroída, su aura sería tan negra como la noche, si era un alma pura y buena, los destellos blancos de esta cegarían sus ojos, así era siempre.

Se oyeron pisadas en el templo, su nueva mentora se acercaba a él con su túnica blanca, murmurando palabras que él no alcanzaba a entender. Era una mujer mayor, por lo menos mayor para él. Tenía 59 años y una cabellera rubia llena de canas que le hacían parecer más mayor,  su aura pura y blanca traía tranquilidad a todo aquel que la miraba y sus palabras se deslizaban por su garganta de tal forma que parecían pequeños suspiros, y en ocasiones, le costaba incluso entenderla.

-          Kit- le llamo mientras se colocaba la capucha de su túnica blanca sobre su cabeza en un movimiento lento, muy, muy lento- esta anocheciendo, deberíamos subir a la planta de arriba y cerrar todas las puertas, no queremos que nos vuelvan a saquear como la última vez.

Miro a su alrededor el templo estaba vacío, los pocos bienes materiales que tenían habían sido robados por el ejercito de Arsen, dejándolos sin nada. A eso se dedicaban ellos, le daban asco, repulsión, robaban, violaban y mataban. Había que tener un aura muy corroída por el mal para aceptar un trabajo como ese, o al menos eso pensaba él.

Hizo una plegaria a los Dioses en voz baja, pero el fino oído de Barbará hizo que esta agachase la cabeza ante él.

-          Que los Dioses te oigan.

Kit se avergonzó de que su mentora hubiese escuchado su rezo, tan suplicante. Había pedido que todo el dolor que inundaba Teirak acabase, lo que no sabía es que los Dioses le escucharían aquella noche y mandarían a la tierra alguien que podría cumplir sus plegarias.

Después de un largo silencio, contesto a la mujer de pelo rubio que le miraba fijamente, esperando respuesta.

-          Ahora subo maestra, yo mismo me ocupare de cerrar todas las puertas antes de que la noche caiga completamente sobre nosotros- kit la miraba fijamente, esperando un voto de confianza de su mentora.

Pero esta sencillamente asintió con la cabeza y se alejó lentamente, subiendo las escaleras y finalmente entrando en sus aposentos. Cuando llego a ellos deshizo su cama dispuesta a tumbarse.

Ese chico al que enseñaba era un desvergonzado, pero aun así no podía evitar tenerle aprecio, su humanidad cruzaba límites insospechables. Le conocía desde que él era niño, siempre iba acompañado de su antiguo mentor, Adrián. No pudo evitar que unas lágrimas resbalaran por sus mejillas al recordar a su íntimo amigo. Antes de su muerte este le había pedido que en caso de que él tuviera que ausentarse, ella se ocuparía de él. Adrián tenía pensado enfrentarse al Rey Arsen, pero ni tiempo le dio, nada más llegar el rumor a las cortes de que uno de los sacerdotes de Teirak iba a revelarse ante sus acciones, fue asesinado. Otra lágrima cayó por su mejilla. Cuantos habían caído por las mismas circunstancias que a su amigo le llevaron a la muerte.

Se sentó en la cama y recordó como ese niño al que Adrián había querido tanto se había ido haciendo poco a poco un hombre, como sus facciones se hicieron cada vez más rudas, como su pelo rubio con el tiempo se había convertido en castaño y como poco a poco sus ojos verdes habían perdido la sonrisa que transmitía su mirada ante el mundo que le rodeaba, que se había vuelto tan cruel y duro. Se emocionó cuando un recuerdo de cómo había sido Teirak pasó por su mente, llena de vida, y seres fantásticos, que ahora habían sido sumidos en la oscuridad. También recordó la pequeña estatura del muchacho, apenas le llagaba al hombro cuando le conoció, ahora le sacaba varias cabezas, ya era todo un hombre. Tendría que ir pensando en terminar con su aprendizaje y darle un puesto mayor, pero era tan rudo, tan “cabezón´´. Enseñarle no dejaba de ser todo un reto, y el comunicarse con los Dioses algo complicado conociéndole.

Aún así, tenía el presentimiento de que ese chico llegaría más lejos que cualquier otro sacerdote en Teirak.

Se tumbo en la cama con esos pensamientos en mente. Oía el viento golpear en su ventana, parecía que se avecinaba tormenta. Y nunca mejor dicho. Pero eso no le impidió quedarse dormida.

A media noche Kit oyó un ruido en la planta baja, parecía venir del oráculo. Se pregunto si los caballeros  de Arsen habían entrado a saquear de nuevo el templo. No pudo evitar que sus piernas temblaran al pensar que podrían ser ellos. Pero aun así, inspiro fuertemente, se levantó de la cama y cogió del cajón de su cómoda un cuchillo que guardaba, no debería de hacerlo, pero el miedo que le invadía tras la muerte de su mentor hizo que no pudiese evitar comprar ese cuchillo en el mercado de un pueblo cercano. Si Barbará descubría lo que guardaba en su cómoda seguramente sería castigado severamente, pero en ese momento lo que menos importaba era eso.

Salió de la habitación con arma en mano y bajo lentamente las escaleras del templo hasta el oráculo, intentando hacer el menor ruido posible. Los Dioses bien sabían que si algún caballero de Arsen se atrevía a entrar en el templo tras su anterior saqueo sería inevitable que el ahogase sus ganas de rebanarles el cuello. Pidió perdón en silencio a los Dioses por sus anteriores pensamientos, no eran propios de un sacerdote, pero tal vez si de un aprendiz.

Cuando llego a la planta baja y se dirigió al oráculo, tembló de terror, el miedo casi provocaba que cállese de rodillas al suelo. Si que eran voces aquello que oía y parecían estar cada vez más cerca. Iba en la dirección correcta, no pudo evitar pensar si no era mejor fingir que no había escuchado nada y subir de nuevo a sus aposentos. Parecía un cobarde, ¿pero acaso no era mejor serlo y salvar su vida, que ser un héroe y morir?. Tras esos pensamientos supo definitivamente que no solo lo parecía, sino que lo  era.

Venció sus ganas de volver a la segunda planta tras cada paso que daba al oráculo, ahogó cada temblor pisando cada vez con más fuerza. Teirak no estaba hecha para cobardes, sino para personas dispuestas a luchar por aquello que creen que es correcto, aunque ahora mismo estuviera sumida en la cobardía por las oscuras y reprobables acciones de Arsen, nunca dejaría de ser una tierra en la que el alma de sus habitantes era la de un guerrero. Ya fuese trabajando en el campo, vendiendo aquello que no debían, forjando espadas, recogiendo trigo, pescando o prostituyéndose…

Eran guerreros porque lo hacían por subsistir en esa tierra ahora llena de maldad, que en otros tiempos brillaba con luz propia como si de una estrella se tratase. Lo hacían para alimentar los estómagos de aquellos a los que querían.

Aquello hizo que no diera ni un paso atrás, el también era todo un guerrero.

Entro al oráculo, oía las voces como si estuvieran allí mismo tranquilamente charlando sobre sus intimidades o cualquier cosa que se pudiese hablar entre amigos, porque eso parecían, se oían discusiones, risas, palabras amistosas, parecían divertirse. Una de las voces parecía  estar seria y no hablaba con sus compañeros sino con él, era una mujer. Todo su cuerpo se estremeció al oír aquella voz tan atractiva hablándole, como si estuviese a centímetros de él, casi rozándole la oreja. Pero sin embargo a su alrededor, la nada.

-          Tranquilo, no estamos aquí para hacerte daño, suelta el puñal y siéntate.- dijo la voz dulcemente, proviniendo de Dios sabe dónde.

Estaba embelesado, como podía negarle algo a una voz como esa. Se sentó y se quedó mirando a todos los rincones del oráculo turnándose de un lado a otro.

Barbará también escuchó ruidos y salió de su cuarto tan solo para asegurarse de que Kit estuviese bien. Su sorpresa fue encontrarse la puerta de este abierta de par en par y su habitación vacía. Su cabeza enloqueció de pensar que los hombres de Arsen con sus letales espadas hubiesen hecho daño al chico dándole un final como el que había tenido Adrián. Tenía el corazón paralizado solo de pensarlo. Si ahora mismo la hubieran tomado el pulso dudarían si había salido de su cuarto o de un cementerio cercano. Bajo las escaleras, sin disimulo, sin silencio, sin delicadeza. Pero su sorpresa fue encontrarse con un Kit solitario y sentado en el suelo observando… parecía hablar con alguien, se quedó parada en el sitio al reconocer las voces que oía, eran los Dioses y el idiota miraba por las paredes como si fuera a encontrar alguien camuflado en ellas.

No pudo evitar sentir celos, los Dioses parecían haber reclamado al muchacho y no a ella, a pesar de sus años de experiencia. Así que hizo de tripas corazón y se sentó. Esta vez sí en silencio, en el suelo, a escuchar esa curiosa conversación que estaban teniendo. Sin duda ese chico era especial. Recordó cuando fue la primera vez que los Dioses cruzaron palabra con ella, tenía ya casi 32 años, él solo tenía 23 y ahí estaba, sentado en el suelo como si nada, como si hablase con un vendedor ambulante del pueblo.

Dejó de recordar su pasado para centrarse de lleno en la conversación, y más la valía hacerlo porque esta significaría un cambio en el mundo que la rodeaba.

-          Tienes miedo- sentenció la voz.

-          Te equivocas – trago saliva le costaba que sus palabras salieran de la boca – ya sé quien sois, sois los Dioses, y tú en concreto la Diosa de la sabiduría, ¿verdad Nell?

Kit se llevo la mano a la cabeza y se acaricio su cabello castaño mientras fruncía el ceño pensativo.

La Diosa se echo a reír. Chico listo pensó.

-          Lo que no llego a entender es porque os comunicáis conmigo.

Él solo era un mundano, o eso pensaba. Nunca había tenido comunicación con los Dioses y no hacia sacrificios porque odiaba la sangre, no creía merecer esa conversación.

-          Valórate más- parecía haber leído sus pensamientos, seguramente lo habría hecho.- y ahora escucha atentamente porque no lo repetiré dos veces.- se silencio por unos instantes para luego continuar la conversación con la voz ronca, fría y afilada como un cuchillo, una voz que no parecía ni siquiera ser la misma que le había aconsejado dulcemente que se sentase unos minutos antes.- Estoy harta- sentenció –Harta de la estupidez humana, os creamos en armonía, con el mundo que os rodea, con vosotros mismos, y con los demás, pero vuestras formas de pensar, vuestra sangre que poco a poco se ha enfriado lo suficiente como para poder matar a niños y mujeres con vuestras propias manos, sin mencionar esa tortura continua al hombre. Estoy Harta de absurdas guerras por territorios que ni siquiera necesitáis, de la codicia que os lleva a robar a vuestra mismísima madre, del odio, del desamor, y de esas estúpidas armas que creías para protegeros del mar sin pensar que tal vez el mal lo creáis vosotros. Poco a poco Teirak, nuestra preciosa Teirak, que creamos con tanto cariño y devoción, llena de seres fantásticos que ahora se esconden por terror, está siendo sumida en una oscuridad, que unos pocos no merecen, pero ya es tarde, demasiada oscuridad para tan poca luz. Pronto llegara vuestra hora.

Entendía los pensamientos de esa Diosa, era del todo cierto, todo estaba cada vez más destruido, Arsen no cuidaba mucho a su querida Teirak, en ocasiones, sus caballeros quemaban sus bosques con el propósito de quitar el cobijo a aquellos animales que vivían en ellos y así hacer más fácil la caza, matando a hadas y elfos que vivían ocultos en ellos. Eran acciones horribles y él, un monstruo en toda regla.

Pero no todos eran así, algunos amaban esta tierra como si fuera un tesoro que había que proteger, aunque no conseguían hacerlo.

-          Entiendo perfectamente lo que dices, yo mismo he visto muchas de esas acciones reprobables, propias de hombres sin escrúpulos ni moral, pero no todos son iguales.- por un momento pensó en la última frase que había pronunciado la diosa y espetó : -¿Cómo que nuestra hora?, por favor no todos merecen este dolor.

-          Demasiada oscuridad para tan poca luz- repitió, una y otra vez. Sin atender la pregunta de aquel chico que le miraba con los ojos enrojecidos de pensar en la capa de dolor que envolvía a Teirak. Él tampoco se merecía ese mundo.

-          Por favor- suplicó- respóndeme, no me ignores.- se hizo un largo silencio y no pudo evitar repetirse de nuevo- no todos merecen este dolor.

-          Losé- dijo cortante y sin ningún tipo de sentimiento en esa palabra.- tú mismo no lo mereces -esas palabras sí que traían sentimientos, uno de ellos  era tristeza.- por ello os daremos una última oportunidad, una mujer pisara tierra mañana por la mañana. Esa joven de belleza inhumana no es una mujer cualquiera, es una semidiosa, una heroína, que nosotros mismos hemos creado con el objetivo de traer la paz a Teirak. Es vuestra salvación. Tomároslo como un regalo.

-          Gracias, gracias, gracias- no paraba de repetir esa palabra mientras sollozaba apoyando su frente en el suelo.

Después de unas lágrimas que se le escaparon tras la angustia de pensar que aquellas personas que si se merecían la vida iban a perderla por aquellos inútiles que no apreciaban su existencia. Se seco las lágrimas y levantó la cabeza.

-          Dime que he de hacer yo, hare todo lo que tú me ordenes.- rogó, tenia curiosidad por saber porque los Dioses se habían comunicado con él y no con otro sacerdote con más práctica, que almenos no fuese tan solo un aprendiz.

Los demás Dioses seguían cuchicheando y sugiriendo proyectos de futuro, sobre qué hacer con Teirak una vez que la limpiasen de esa plaga de estúpidos humanos, pero la Diosa, la voz, que parecía ser la principal allí, hacía oídos sordos ante sus sugerencias. Parecía creer que merecían una salvación, él también lo creía.

-          Conozco muy bien tu don jovencito, te hace especial del resto de humanos que se acercan a aquellos que no deben solo por su fachada sin conocer su interior, tu no cometes ese error, a ti las fachadas y las apariencias no te engañan.- la diosa se silenció durante unos instantes, parecía estar pensando su siguiente frase, una frase dulce y tierna que hizo que Kit se sintiese importante por una vez en su vida - Ojalá todos fueran como tú.

Kit sonrió para sí y asintió, esperando que la Diosa continuara.

-          Tú la guiaras- sentenció. Kit no podía creerse lo que había dicho, de toda la gente que ocupaba Teirak el había sido el elegido en una misión como esa- Los Dioses en ocasiones creemos saberlo todo esto hace que cometamos equivocaciones. Equivocaciones que cometemos por culpa de nuestro ego, no permitimos que nadie nos mande, y creemos que es mejor ocuparnos de todo en la soledad en vez de solicitar una compañía que nos haga ser mejores, así somos, no podemos evitarlo. No queríamos que nuestra creación cometiese los mismos errores que nosotros cometimos, por ello Rena, así se llamará- afirmó- dependerá de ti, al no haberla dotado de un don como él tuyo. Tendrá debilidades al ser mitad humana, con tu carisma y dulzura debes de hacer que ella se centre en su objetivo y no intime con falsos amigos, no debe alejarse de él. Estará desubicada y aturdida cuando llegue a tierra, acógela en tu templo – Kit escuchaba atentamente, eran tantas responsabilidades para solo una persona, pero se ocuparía de todo, demostraría a los Dioses que hicieron bien en confiar en él. La diosa continuó. – En el arte de la guerra será toda una Diosa, capad de controlar el tiempo a su favor, ágil y astuta como mujer que es, pero hasta límites insospechados, bondadosa como una humana consciente del dolor del mundo y bella como un ángel que ha caído del cielo. Todas estas características son como un imán para los humanos, y así poco a poco nuestra pequeña Diosa conseguirá que el pueblo se guie por ella y la escuche haciéndoles levantarse contra el mal, haciendo que haya más luz en la oscuridad – la voz se silencio, por un momento el aprendiz pensó que ya se había ido, pero no. – Si la humanidad merece ser salvada, la población acudirá a ella y pronto tendréis un ejército se seguidores más grande de los que crees… sin embargo… si  la humanidad no merece ser salvada, ella no es escuchada o muere, vuestra atmosfera será destruida y moriréis de asfixia… suerte kit… ella llegará al templo cuando la luz ilumine tu cama.

La voz desapareció y esta vez de verdad.

Kit gritó como un poseso, haciendo preguntas que ya no eran escuchadas. Grito y grito, sin conseguir nada. Tenía tantas dudas. ¿Cómo iba a protegerla si no sabía ni cómo utilizar el cuchillo que llevaba en mano?, pero tenía que intentarlo, por el bien de la humanidad.

Alguien poso su mano en su hombro. Kit dio un respingón y se giro viendo los grandes y azules ojos humedecidos de Barbará, que rezaba por él en silencio y le miraba con miedo de perderle, le había cogido mucho cariño.

Después de múltiples oraciones su mentora decidió hablarle, aunque solo fuera una frase. Pero no una cualquier una que le llego a Kit de lleno en su corazón.

-Demuéstrales lo que vales hijo- Dijo con una dulzura difícil de asimilar mientras se secaba los ojos. Ella creía en él, siempre lo había hecho.

En aquel momento una tormenta hizo estallar las nubes.

5 comentarios:

  1. Muy interesante comienzo. Un aprendiz elegido por los Dioses, una mentora llena de emociones y fe en su nuevo y temeroso pupilo y la promesa de salvación en una mujer que es un ángel y una guerrera. Me ha gustado como has definido tan claramente a Kit.

    Abie felicitaciones. Seguiré leyendo tu novela con gusto. Sería bueno que agregaras algunos gadget para suscribirse o seguirte por tus redes sociales para estar al día con tus publicaciones.

    Un Abrazo!.

    ResponderEliminar
  2. Hola Michael! te estoy muy agradecida, es muy gratificante que me leas y me señales mis fallos y aciertos, las críticas constructivas y los halagos siempre están bien para mejorar y no perder las ganas de seguir adelante. Espero que disfrutes mi novela, tanto como yo he disfrutado escribiéndola. Y espero también seguir viéndote por aquí. Un abrazo muy fuerte. Seguiré tus consejos. 

    ResponderEliminar
  3. Muy buen comienzo, me gusto yo también escribo, tengo dos historias de este genero que espero algún día ver publicadas por una buena editorial. mientras tanto sigo participando en concursos literarios en los que ya he obtenido algún reconocimiento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te halla gustado! es un gusto leer comentarios de apoyo, a si se si mi novela gusta a la gente, o si por el contrario no es así. Así que gracias por tu comentario.
      Si estas obteniendo reconocimientos será por algo, enhorabuena :)
      Un saludo.

      Eliminar

Con cada comentario, me ayudaís a mejorar.